México D.F. Viernes 13 de junio de 2003
De Fernando Pessoa a Alberto Caeiro
Carlos Montemayor/ II y última
V
En 1916 y, particularmente, en 1917, Fernando Pessoa elaboró
numerosas notas sobre Alberto Caeiro. La mayor parte de ellas las atribuyó
a estudios de Antonio Mora y a ensayos y prefacios de Ricardo Reis. En
un apunte más tardío, de 1930, Pessoa pareció resumir
esa actividad intensa de 1917 de esta manera:
''Alberto Caeiro nació cerca de Lisboa en 1889
y murió en el mismo lugar en 1915. Tuvo dos discípulos y
un continuador filosófico. Los dos discípulos, Ricardo Reis
y Alvaro de Campos, siguieron caminos diferentes. El primero profundizó
y tornó artísticamente ortodoxo el paganismo descubierto
por Caeiro; el segundo, apoyado en otra parte de la obra de Caeiro, desarrolló
un sistema totalmente diferente, basado por entero en las sensaciones.
El continuador filosófico, Antonio Mora, por su parte, aún
tiene uno o dos libros por publicar...''
Mucho
tiempo le llevó analizar el pensamiento de Caeiro mediante los escritos
de Antonio Mora y de Reis. A Mora le atribuyó un extenso libro sobre
paganismo y cristianismo titulado El regreso de los dioses, donde
da debida cuenta de las contribuciones de Caeiro al paganismo y neopaganismo.
A Ricardo Reis le atribuyó una variada serie de prefacios; uno de
ellos debía acompañar, en principio, la edición de
la poesía completa de Caeiro. En un manuscrito de 1917 hay incluso
una nota editorial que atribuye a los imaginarios editores de esa
poesía completa. Dice así:
''Este libro debía haber aparecido ya, pero la
presentación del señor Dr. Ricardo Reis tenía que
venir de América y hubo más demora de lo que se esperaba
en la publicación del libro.
''Además del prefacio, el señor Dr. Ricardo
Reis también hizo varias propuestas para la colección de
poemas que va al final del libro con el título El andamio.
Las notas del libro son también del señor Dr. Ricardo Reis.
El señor Dr. Ricardo Reis es profesor de latín (Humanidades)
en un importante colegio americano.''
A esta nota editorial Pessoa agregó un prefacio
de Ricardo Reis que empieza de la siguiente manera:
''Los parientes de Alberto Caeiro, a quienes él
legó su libro y los poemas dispersos que se le agregan, quisieron
que yo hiciese una especie de presentación o de prefacio explicativo,
yo, la única persona a quien el destino concedió que pudiese
considerarse discípulo del poeta.''
En 1917 Pessoa escribió otro amplio ensayo de Ricardo
Reis sobre Caeiro que podemos considerar como el prefacio más
ambicioso. Explicaba, por ejemplo, que Caeiro era más consciente
de la esencia del paganismo que cualquier otro escritor pagano antiguo,
pues tenía que vivir en total oposición a un sistema de sensibilidad
diferente, como era el cristianismo. La exposición arroja luz tanto
sobre la poesía de Caeiro como sobre el pensamiento de Reis:
''Estas consideraciones son sobre todo aplicables a El
guardador de rebaños. La otra parte de la obra de Caeiro, que
no consta sino de fragmentos, la tengo por póstuma, incluso en su
composición. Desde el Pastor amoroso la sensibilidad de Caeiro
se empaña, su inteligencia se nubla y aunque del contacto de esa
complejidad con la esencial simplicidad del temperamento provenga el extraño
y original sabor que tales poemas revelan, la obra, aunque grande, no es
ya la misma. Primero, le falta el equilibrio y la lucidez absoluta que
integran el valor real de la obra primitiva; por otro lado, en lo que conserva
de semejante a El guardador de rebaños no hace sino repetirlo,
en una forma siempre superior intelectualmente, pero con un contenido no
suficientemente nuevo como para que justifique que esos poemas se escriban
estando ya escrito El guardador de rebaños...
''Mas yo veo la obra de Caeiro no sólo por su aspecto
de belleza, sino también por su aspecto de consolación. Para
el espíritu que se siente exiliado entre la confusión y la
impericia de la vida contemporánea, hay momentos en que ese peso
se acentúa tan dolorosamente que es necesario algún reflejo
de aquella placidez y grandeza antiguas para frenar la peor desgracia de
la desesperación... En esas horas turbias, la única fuente
de consolación para mi alma ha sido el manuscrito que siempre me
acompaña de El guardador de rebaños. Tiene toda la
simplicidad y grandeza que los antiguos tenían; pero escrito en
los tiempos modernos, nos da ya como bálsamo lo que en los otros
es sólo frescura; y si los otros nos alegraban como a niños
inexpertos, ahora nos consuela y acaricia como un viejo prudente y habituado
a disculpar la vida.''
En otro documento escrito a máquina y con anotaciones
manuscritas, Ricardo Reis nos informa que las obras de Alberto Caeiro debían
tener una dedicatoria:
''Esta obra está dedicada, por deseo del propio
autor, a la memoria de Cesário Verde.''
Poeta
mencionado en el poema III de El guardador de rebaños. Ricardo
Reis fue más preciso que Fernando Pessoa en otros datos:
''Alberto Caeiro da Silva nació en Lisboa el (...)
de abril de 1889 y en esa ciudad falleció tuberculoso en 1915. Su
vida, sin embargo, transcurrió casi toda en una quinta del Ribatejo;
sólo los últimos meses de su vida los pasó otra vez
en su ciudad natal. En la quinta fueron escritos casi todos sus poemas,
los del libro intitulado El guardador de rebaños, los del
libro incompleto llamado el Pastor amoroso y algunos otros que reuní
bajo la designación que Alvaro de Campos acertadamente me sugirió
de Poemas inconjuntos. Los poemas finales, a partir del último
numerado, son producto del último periodo que el autor pasó
en Lisboa. Juzgo mi deber establecer esta breve distinción, pues
algunos de estos últimos poemas revelan, por lo avanzado de su enfermedad,
una novedad un poco extraña al carácter general de la obra
tanto en naturaleza como en dirección. La vida de Caeiro no puede
narrarse, pues no hay en ella nada que narrar. Sus poemas son lo que hubo
en él de vida.''
Alvaro de Campos no fue tan prolífico en sus análisis
de Caeiro como lo fueron Antonio Mora y Ricardo Reis, pero una confesión
suya sigue siendo sugerente:
''Lo que el maestro Caeiro me enseñó fue
a tener claridad; equilibrio y orden en el delirio y en la locura; también
me enseñó a no desear tener filosofía ninguna, sólo
tener alma.''
Contamos, finalmente, con dos documentos; un horóscopo
de Caeiro hecho por Pessoa mismo, y que es el siguiente.
También contamos, con estas firmas de Alberto Caeiro:
Cinco poemas de Alberto Caeiro
XVI
Ojálá mi vida fuera una carreta de bueyes
que viene chirriando al amanecer, por el camino.
Y que regresa después, hacia donde vino
casi de noche, por el mismo camino.
Yo no debería tener esperanzas. Debería
tener sólo ruedas.
Mi vejez no tendría arrugas ni cabellos
blancos.
Cuando ya no sirviera, me quitarían las ruedas
y quedaría volcado y quebrado en el
fondo de un barranco.
XIX
No sé qué me recuerda
la luz de la luna cuando cae sobre el césped.
Me recuerda la voz de la vieja criada
contándome cuentos de hadas.
Cómo Nuestra Señora, vestida de mendiga,
andaba en la noche por las calles
socorriendo a los niños maltratados...
Pero si ya no puedo creer que eso es verdad,
¿por qué cae la luz de la luna en el césped?
Es la noche de San Juan más allá del
muro de mi quinta.
De este lado, yo, sin noche de San Juan.
Porque sólo hay noche de San Juan
donde la festejan.
Para mí, hay una sombra de luz de
fogatas en la noche,
un ruido de carcajadas, el ruido de los bailes.
Y un grito casual de quien no sabe que yo existo.
Cuando vuelva la Primavera
tal vez ya no me encontraré en el mundo.
¡Cómo me gustaría suponer que la
Primavera es alguien que lloraría
al ver que perdió a su único amigo!
Pero la Primavera no es siquiera una cosa:
es una manera de hablar.
No vuelven incluso las flores ni las
hojas verdes.
Hay nuevas flores y nuevos follajes.
Hay otros días suaves.
Nada vuelve, nada se repite: todo es real.
También sé hacer conjeturas. Por ejemplo:
en cada cosa existe algo que la anima.
En las plantas está por fuera y es una
pequeña ninfa.
En el animal es un distante ser interior.
En el hombre es el alma que vive con él
y que ya es él.
Y es en los dioses del mismo tamaño
que el cuerpo,
del mismo espacio que el cuerpo,
y la misma cosa que el cuerpo.
Se dice por esto que los dioses nunca mueren.
Por esto los dioses no tienen cuerpo y alma.
Sólo tienen cuerpo y son perfectos.
El cuerpo es para ellos el alma
y la conciencia es la misma carne divina.
Traducción: Carlos Montemayor
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