México D.F. Viernes 13 de junio de 2003
Califica de inexactas y alarmantes las cifras
avaladas por la Cruz Roja
Silencio del gobierno de Veracruz sobre secuelas de
la explosión de gasoducto
Personal de Pemex y de la administración estatal
cuida las declaraciones de testigos
MARIA RIVERA ENVIADA
Nogales, Ver. El martes pasado la principal noticia
de los diarios veracruzanos fue el tema de los desaparecidos a consecuencia
de las lluvias, así como la explosión del gasoducto de Petróleos
Mexicanos (Pemex) a la altura de la comunidad de Cecilio Soto, anteriormente
conocida como La Balastrera. El secretario de Gobierno de Veracruz, Flavino
Ríos, aceptó que se desconocía el paradero de 120
personas. Un día después, Alejandro Montano, secretario de
Seguridad Pública, ponía coto a la versión, disminuyó
a 38 el número de desaparecidos y calificó de carentes de
criterio y escrúpulos a los que ofrecen cifras "alarmantes".
Al mismo tiempo, en la reunión con las fuerzas
de tarea del plan de emergencia Nogales-Mendoza y ante el gobernador del
estado, Miguel Alemán, diversos funcionarios aclararon que poco
a poco habían ido localizando a los perdidos y que hasta en el Distrito
Federal encontraron a los "paseadores lugareños".
A partir de ese momento se levantó un muro de silencio
en torno al asunto. Las listas de personas desaparecidas que estaban pegadas
de los muros del ayuntamiento de Nogales, Veracruz, cabecera municipal
de la zona siniestrada, que contaban con el aval de una subdelegación
de la Cruz Roja, fueron calificadas de inexactas y confusas por los funcionarios
estatales que tomaron el relevo de los municipales en las labores de protección
civil.
De buenas a primeras el tema del estallido quedó
borrado de los periódicos, sustituido por el supuesto secuestro
de un candidato del PRI al Congreso estatal. De las imputaciones hechas
a Pemex al calor del desastre, ni señas; todo quedó diluido
en polémicas banales. Como punto y aparte queda la declaración
del director de Pemex-Refinación, Juan Bueno Torio, que instaba
a la población a "denunciar a Dios" por los daños, ya que
era él quien había mandado las lluvias que ocasionaron el
percance. Explicaciones divinas y oficiales coinciden en lo fundamental:
fueron las fuerzas naturales y nada más ellas las que produjeron
la creciente que acarreó las piedras que rompieron los ductos. El
estallido, los muertos, los heridos y las propiedades arrasadas fueron
considerados meros daños colaterales.
Algunas preguntas sin respuesta oficial
Con
el paso de los días, por las rendijas que deja el temor y la línea,
se ha empezado a abrir una serie de interrogantes en torno a lo que ocurrió
hace una semana. Una de ellas está relacionada con el paradero de
los conductores de los autos que estaban detenidos frente al lugar siniestrado.
Los campesinos de La Balastrera relatan que aquella tarde hubo un accidente
a pocos metros de donde ocurrió el estallido, por lo que el intenso
tráfico de la autopista México-Veracruz había quedado
obstruido, armándose un embotellamiento. Mientras tanto, el caudal
del río Chiquito también tenía encajonados a los del
otro lado de la carretera.
Decenas de vehículos estaban ahí cuando
explotó el ducto y debieron quedar en medio del fuego, señalan
vecinos del lugar que sobrevivieron, pero nadie supo después qué
ocurrió con ellos. Explican que en medio del caos los pobladores
de las casas al borde de la carretera, quienes están acostumbrados
a convivir con el gasoducto y son conscientes del peligro que representa,
debido a que en los años 70 hubo un accidente similar, corrieron
rumbo al pueblo en busca de resguardo. En cambio, los conductores, quienes
no sabían que se encontraban en zona de riesgo ni tenían
idea de cómo salvarse, debieron permanecer en sus unidades. Tras
el estallido el lugar quedó acordonado por elementos de la fuerza
pública y nadie, ni los vecinos del lugar, pudo acercarse. En los
días siguientes sólo aparecieron unos cuantos vehículos
quemados, pero ellos preguntan: "¿Y los otros, cómo se fueron?
"Cuando escuché que venía el agua saqué
a mis niños y me subí a una barda, entonces fue cuando vi
todo: había un montón de cochecitos, camiones, adeós
(autobuses de pasajeros), y todos estaban parados", indica la señora
Alicia Morgado, quien vive en una vulcanizadora frente al lugar de la explosión.
"Los de bajada tampoco avanzaban, porque hubo un accidente rumbo a las
cumbres (de Maltrata). Según esto se volteó uno de los que
trasportan papel y estaban esperando que sacaran el camión de la
carretera.
"Cuando escuché que empezaba a salir el gas nos
fuimos corriendo rumbo al cerro, pero aunque ya íbamos hasta allá
las llamas nos alcanzaron: ahora, se imagina a los pobres que les agarró
por acá. A algunos les habrá dado tiempo de salir, pero muchos
se han de haber quemado. No pude ver en qué terminó la cosa,
porque después de que explotó el tubo ya nadie pudo pasar
para acá, ni al otro día dejaban venir a nadie. De lejos
me tocó ver cómo se llevaron algunos carros todos achicharrados".
El control de las declaraciones
Casi al concluir la plática con la señora
Morgado llegó un trabajador de Pemex y la llamó junto con
su hijo mayor, para pedirles que tuvieran cuidado con los extraños.
En las comunidades aledañas a las barrancas por
donde pasa el río también hay versiones de que poco a poco
están encontrando a personas entre los escombros que acarreó
la creciente. Sin embargo, nadie se atreve a decir dónde o a hablar
más. El ejército de trabajadores del ayuntamiento y del gobierno
estatal desplegados por el área está alerta a cualquier declaración.
Uno de los inspectores de la vecina estación de
vigilancia sanitaria de la Secretaría de Agricultura, que prefirió
omitir su nombre por temor a represalias, también ratificó
la versión de que había muchos carros estacionados cuando
se produjo el estallido. "Hay una evidencia, dice apuntando hacia la autopista:
aquel pedazo de la valla metálica que divide los dos carriles, que
ahora está nueva, la tuvieron que cambiar porque la rompieron los
tráileres cuando trataron de echar vuelta hacia atrás, porque
vieron la situación muy dura".
-¿Y la chatarra?
-Desapareció, de la noche a la mañana desapareció
esa parte. No se sabe qué paso porque no dejaron que entrara nadie
en esta zona. Ni nuestro supervisor pudo pasar. Si hubo carros quemados
nadie supo.
Unos pasos más adelante Daniel Peralta, jornalero
que trabaja en una talachería, es otro de los que coincide con esta
explicación. "El agua fue la que paró el tráfico de
los dos lados. Después, cuando explotó, nosotros nos fuimos
corriendo. Yo me puse atrás de aquel muro, ese me protegió
de que me llegara la lumbre y los otros compañeros se fueron rumbo
al pueblo".
Raúl Rojas, de 79 años, recuerda que "cuando
construyeron esto (el gasoducto) les dijimos a los de Pemex que de los
cerros bajaba mucha piedra grandísima que podía romper el
tubo, pero nos respondieron que quiénes éramos nosotros,
como diciéndonos ignorantes (...) Uno conoce el terreno, sabe que
aquí siempre bajan barrancadas (corrientes) tremendas, la de ahora
se trató de una víbora de agua que cayó entre el volcán
y la sierra negra. El agua descubrió el tubo y vinieron las rocas,
lo rompieron y se escapó el combustible.
"Los políticos dicen que si se trata de denunciar
que acusen a Dios, porque esta agua es producto de la naturaleza, ¿pero
a poco Dios dijo que pasaran los tubos por el lecho del río? El
no dijo eso, entonces los responsables son los que los pusieron, tanto
los primeros como los que vinieron después y que tenían que
haber visto el peligro y remediarlo. Pemex tiene responsabilidad, que lo
reconozca."
El número de víctimas tal vez nunca se conozca
con certeza. De la magnitud de lo ocurrido sí hay innumerables testimonios.
Son miles los que tienen presente el terror, por eso cuando ayer escucharon
voces de alerta de que podría sobrevenir otra explosión corrieron
a ponerse a resguardo, sin importarles las voces de los funcionarios que
les pedían serenidad. La gente de este rumbo ha oído demasiadas
promesas. No abriga esperanzas ni cree en nadie más que en los vecinos
que los alertaron a gritos aquella noche, en sus familiares que los han
recibido en sus casas y "en la Providencia", que los acompañó
mientras esperaban a que amaneciera.
El lunes 9 de junio el periódico AZ de Veracruz
traía una numeralia en su portada: de los mil 479 accidentes provocados
por Pemex en el país en el periodo comprendido entre 1999 y 2003,
según la Procuaduría Federal de Protección Ambiental,
502 ocurrieron en esa entidad. Además mencionaba otros datos, como
que los percances a escala nacional provocaron más de mil muertos
y 350 derrames.
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