México D.F. Viernes 13 de junio de 2003
Transformará la diócesis de San Cristóbal de las Casas
Ofrece Arizmendi hacer una Iglesia comprometida con las causas indígenas
ALMA E. MUÑOZ
El obispo de San Cristóbal de las Casas, Felipe Arizmendi Esquivel, externó su deseo por hacer de la diócesis que él encabeza una Iglesia autóctona, comprometida desde la fe con las causas indígenas. Lamentó que los habitantes de su región sean un ejemplo de que a esa zona no llegan ni las "migajas" que desprecian los ricos y manifestó su compromiso de impulsar "a nuestro pueblo para que se libere de tantas cadenas que lo esclavizan en la miseria" y lo obligan a migraciones forzadas.
Durante la ordenación presbiterial de Víctor Manuel Pérez Hernández, en San Andrés Larráinzar, Arizmendi insistió en su determinación por "descubrir las semillas del Verbo" en las tradiciones y costumbre de quienes habitan las regiones Altos, selva y fronteriza de Chiapas, "para purificar los elementos que sean contrarios o indignos del Evangelio".
Pidió al clérigo que deje ser a los indígenas los propios "actores de su liberación. Sin odios ni rencores. Sin enfrentamientos entre hermanos, sin partidismos políticos, sin confiar en las armas y en métodos violentos. Con diálogo y paciencia. Con respeto a las diferencias ideológicas, partidistas y religiosas".
Arizmendi Esquivel ofreció trabajar para que la Iglesia autónoma "nunca" se maneje al margen de las normas y decisiones de Roma, aunque "esté encarnada en la cultura de nuestro pueblo". Resaltó que la diócesis a su cargo "está comprometida con la tarea de acompañar a nuestro pueblo para que se libere de tantas cadenas que lo esclavizan en la miseria, la insalubridad, la marginación, la injusticia, el analfabetismo, la violencia por las divisiones internas en las comunidades, el menosprecio a la mujer, el alcoholismo y la drogadicción".
Como pastores, refrendó, nos duele ver tanta pobreza. "Nos cuestiona la conciencia comprobar cuántos mueren por falta de servicios de salud. Nos preocupa la falta de un trabajo bien remunerado y los bajísimos precios del café y demás productos del campo, lo que induce a una migración forzada y sumamente peligrosa. Nos conmueve la situación de las mujeres, sobre todo indígenas, agobiadas por el peso de la leña, de los hijos, del hogar y del excesivo trabajo, y sin ningún reconocimiento a su dignidad. Nos enoja que para los pobres no hay justicia, y las cárceles están llenas de quienes no tienen un eficiente defensor".
Al nuevo sacerdote -el segundo que surge de la etnia tzotzil- le pidió no ser un ministro de culto "como los del Antiguo Testamento, que pasan de lado sin compadecerse de quien está malherido y tirado al borde del campo" pero, sobre todo, no ser indiferente ante el dolor del pueblo.
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