México D.F. Jueves 29 de mayo de 2003
Terraza Pasteur, plaza comercial ganada por
colombianos para la actividad cultural
Voces del México antiguo describieron su universo
profundo en Bogotá
Lectura de poetas y narradores en el Café Habana
ARTURO JIMENEZm ENVIADO
Santafe de Bogota, 28 de mayo. Voces provenientes
del México antiguo se escucharon la noche del martes en la capital
colombiana. El maya, el náhuatl y el hñañú
(otomí), además del castellano, fueron el vehículo
de poesías y narraciones de los escritores bilingües y trilingües
Jorge Cocom Pech y Pedro Martínez Escamilla durante una sesión
de lectura en el Café Habana, ubicado en la plaza comercial
Pasteur, en la populosa Carrera 7ª.
Pequeño pero con un público fiel, el Café
Habana fue la caja de resonancia de la flor y el canto de Nezahualcóyotl,
de Natalio Hernández y de los mismos Cocom y Martínez, quienes,
a nombre de Escritores en Lenguas Indígenas (ELIAC), vinieron a
Colombia para recibir uno de los siete premios del Convenio Andrés
Bello.
Pero esos ecos no sólo eran voces individuales
y bien definidas, sino también voces colectivas, comunitarias, transmisoras
de musicalidades y filosofías extrañas y entrañables.
El otro es tan diferente y al mismo tiempo tan igual a nosotros,
parecían decir las miradas de los bogotanos.
Aunque esto último se convierte cada vez más
en algo relativo porque los idiomas autóctonos de México,
mediante la ELIAC, llevan ya algunos años de acercamiento con los
colombianos, en especial con creadores de origen indígena.
Portadores de una visión ancestral
''Soy ocote encendido, aún están en mí
las palabras de los abuelos", leyó Pedro Martínez de entre
su poética, a la cual se resiste a considerar propia, pues, como
aún lo asumen muchos escritores indígenas, sólo son
portadores de esa ancestral visión del mundo. Ello no impidió,
sin embargo, que Pedro se convirtiera en llama, en luciérnaga, en
amante de la madre Tierra. Metáforas amatorias de la mujer, pero
sobre todo de la naturaleza, del universo. La complejidad de un mundo profundo
y contundente envuelta en la sencillez de la palabra.
''La palabra es la casa de tu alma", enseñó
el poeta maya Jorge Cocom, y luego como narrador leyó y recreó
historias fantásticas capturadas en su reciente libro bilingüe
Secretos del abuelo. El periplo de un niño preguntón
que se transforma en ''cazador de auroras" y aprende la magia de los sueños.
De arrendatarios a dueños
ARTURO JIMENEZ ENVIADO
Santafe de Bogota, 28 de mayo. En la capital colombiana
la sociedad civil construye sus propios espacios para la actividad cultural
y, si es posible, los gana al comercio mediante una singular operación,
pues brega en sentido contrario a las tendencias mundiales.
Es el caso del centro comercial Terraza Pasteur, donde
en vez de ofertar camisas o zapatos pueden encontrarse decenas de pequeños
locales para bailar salsa, cumbia, vallenato, rock o reggae, o para
la literatura y la charla de café -o de cerveza.
Ubicada en la céntrica Carrera 7ª esquina
con Calle 24, a media cuadra del Museo de Arte Moderno de Bogotá,
y rodeada del bullicio consumista del centro capitalino, esta plaza ocupa
un edificio de ladrillos rojos, tres niveles y terrazas internas, rematado
por una modesta estructura formada de metal y acrílico con aire
parisino.
Tertulia y diálogo
''El movimiento cultural de Bogotá despegó
hace unos 15 años, a partir de los festivales de cine y teatro",
señala Guillermo Ovalle, reconocido promotor cultural y dueño
del Café Habana, uno de esos espacios ganados al mercado por la
persistente actividad cultural.
Enseguida, agrega, vino el fenómeno de los cafés,
en los que se mantuvo la tertulia y el diálogo, ''muy necesario
en un país tan convulsionado desde hace 50 años". Son recintos
alternativos a los espacios oficiales, dice, y explica:
''El 80 o 90 por ciento del presupuesto (en Colombia)
se destina al ejército y la policía. Mientras a la cultura
se le ha reducido a menos de la mitad de lo que tenía el año
anterior."
Quizá esa realidad tan compleja propicie la creación
de instancias autogestivas, muchas de las cuales formalizan alianzas con
agencias de cooperación europeas, como ocurre con un proyecto cinematográfico
con jóvenes de Ciudad Bolívar, zona marginada de esta urbe
de 8 millones de habitantes.
La plaza Pasteur surgió hace unos 22 años.
Una década después, entre tinto y tinto -suave café
preferido de los bogotanos-, Guillermo participó en el proyecto
de arrendar el primer local y crear Café Cinema, cuyas puertas continúan
abiertas.
Después creó el Café Habana, la idea
se multiplicó y surgieron otros sitios. Ahora 80 por ciento de los
locales son espacios destinados a las actividades culturales y la diversión,
y la plaza cuenta con reconocimiento en la ciudad y el país.
Y como los arrendatarios, con el tiempo, se fueron convirtiendo
en propietarios, Guillermo Ovalle augura:
''Hay plaza Pasteur para rato."
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