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México D.F. Miércoles 28 de mayo de 2003
EL GOBIERNO VIOLA LA CONSTITUCION
En
su primera plana de ayer La Jornada dio a conocer un informe del Sindicato
Mexicano de Electricistas (SME) en el que señala que 30 por ciento
de la generación de energía eléctrica en el país
se encuentra ya en manos de empresas trasnacionales --algunas de ellas,
como Enron, marcadas por corrupción y malversaciones--, en lo que
constituye una reforma eléctrica de facto y, al margen de la ley
y la Constitución. El documento señala que, ante la inviabilidad
política de modificar la Carta Magna y su mandato sobre la exclusividad
de la nación para "generar, conducir, transformar, distribuir y
abastecer energía eléctrica" (artículo 27), los gobiernos
de Carlos Salinas, Ernesto Zedillo y Vicente Fox han permitido, en los
hechos, una privatización eléctrica creciente.
Así, entre 1992 y 2002, "los inversionistas privados
--en su mayoría extranjeros-- establecieron empresas, firmaron acuerdos,
se fusionaron, compraron compañías que tenían el permiso
de generación e hicieron muchas otras operaciones por medio de las
cuales lograron avanzar fuertemente hasta tener 21 por ciento de la capacidad
de generación de electricidad en el país".
Ante esos señalamientos, que suponen una severa
violación a la Constitución por el titular del Ejecutivo
federal que se comprometió a defenderla, cabía esperar al
menos una explicación pública del presidente Vicente Fox.
Pero ayer, de su parte hubo sólo un nuevo alegato en favor de la
participación de la iniciativa privada en el sector eléctrico,
y un nuevo ejemplo de esta política de hechos consumados: la inauguración,
en Tuxpan, de una planta generadora construida por la empresa española
Unión Fenosa. El consorcio extranjero no tuvo empacho en reconocer,
en un comunicado, que la puesta en marcha de la nueva central "forma parte
del programa de liberalización energética emprendido por
el gobierno para hacer frente al crecimiento sostenido de la demanda de
energía eléctrica".
Al margen de la discusión en pro o en contra de
la privatización parcial o total del sector, resulta obligado pedir
a la Presidencia de la República que explique en qué consiste
este "programa de liberalización energética" realizado, a
lo que puede verse, en contra del precepto constitucional.
Ciertamente, no puede excluirse la posibilidad de que
un servidor público considere que algún ordenamiento legal
se contrapone con su proyecto político, y en tal caso le asiste
el derecho de intentar reformarlo por los cauces institucionales. Pero
es de elemental sentido cívico que una normativa vigente no debe
ser atropellada sólo porque el Presidente no está de acuerdo
con ella, como es el evidente caso de Fox con los artículos 27 y
28 constitucionales.
Al parecer, el grupo en el poder no ha cobrado conciencia
de la gravedad de esta privatización ilegal, y ni siquiera furtiva,
de una importante y creciente porción de la industria eléctrica.
Cabe esperar que, en aras de la estabilidad política y de su propio
futuro, recapaciten y den marcha atrás en esta inusitada e inaceptable
transgresión a la Carta Magna
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