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México D.F. Miércoles 28 de mayo de 2003
Se abre una nueva etapa en la relación con Argentina: canciller Pérez Roque
Castro agradeció a los argentinos el "colosal golpe" dado al neoliberalismo
"Al ver a la multitud pensé, Ƒpero dónde estoy, en la Plaza de la Revolución?", dice el mandatario
STELLA CALLONI CORRESPONSAL
Buenos Aires, 27 de mayo. Cuando comenzaba a amanecer hoy en esta capital, partió de regreso hacia Cuba el presidente Fidel Castro después de una visita oficial de tres días a Argentina para asistir a la toma de posesión del gobierno de Néstor Kirchner, durante los cuales despertó verdadero entusiasmo en las calles.
Fue sin duda la figura central, y a la salida de cada una de sus actividades se encontraba con personas que querían expresarle su respaldo y admiración. Anoche, por falta de espacio en el aula magna de la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires, habló ante una multitud reunida en las escalinatas de ese edificio y los alrededores, pese al frío reinante. No era el único lugar donde se escuchó a Castro. Algunas televisoras transmitieron su alocución, y desde las calles se podía escuchar a través de las televisiones encendidas en muchas casas. A esa hora se convirtió, sin duda, en el programa de mayor rating, como les gusta juzgar a los argentinos a aquéllos que concentran la mayor atención de la población.
Después de haber estado con el mandatario y su comitiva en varias actividades, finalmente llegó para La Jornada la hora (ya de madrugada) en que un Fidel distendido, cansado pero con muy buen humor, charló brevemente. Todo fue tan espontáneo como ese acto masivo en la facultad, que se dio por la literal invasión del aula magna por los cientos que lo querían escuchar, aun sin tener invitación, y porque además la seguridad argentina no podía ingresar al edificio universitario, dado el régimen de autonomía. Después de medianoche, Castro apareció sorpresivamente en un salón del hotel Four Seasons, donde estaba el presidente venezolano, Hugo Chávez, en diálogo con un grupo de intelectuales, entre los que estaban el director de Le Monde Diplomatique de Argentina, Carlos Gabeta; el director y autor teatral Roberto Cossa; la periodista y escritora María Seoane, y esta corresponsal. Entonces, ambos mandatarios comenzaron un diálogo no excento de humor, con juegos de palabras.
El presidente cubano relató luego las impresiones sobre su viaje a Buenos Aires, donde estuvo anteriormente hace casi 45 años.
"Pensé que habría 500 estudiantes"
"Me preparé toda la tarde para un acto con estudiantes. Pensábamos en unos 500 alumnos y algunos invitados. Yo me imaginaba allí sentado tranquilamente, inclusive pidiéndoles que me preguntaran, y tracé mi idea de esa conferencia, por supuesto siempre atento a guardar cuidados, porque estábamos aquí en una Argentina, cuyo pueblo y gobierno habían resultado maravillosos anfitriones."
Entonces, comenzó a enterarse por los medios locales que la afluencia de gente "crecía y crecía y aparecía por todas partes. Yo tenía que estar a las 19 horas, pero era imposible ordenar aquello que parecía un torrente, no sé. Una hora y media después buscábamos otras alternativas, las autoridades pensaron en ubicar pantallas y también había preocupación por la seguridad. Aquello desbordaba y yo dije, en broma, que nuestro embajador había subestimado al pueblo argentino. Porque allí estaban y seguían llegando y ya no servían las escalinatas".
Así es que hubo que pensar otro plan ante la emergencia. "Era imposible y hasta peligroso, se dijo, estar en un salón tan lleno de gente, con falta de oxígeno, y la seguridad nuestra y la de aquí estaban preocupadas", explica el líder cubano, ya en voz muy baja por el cansancio; se toca la barba y sonríe al recordar esa pequeña batalla que le tocó vivir.
"La seguridad argentina no podía ingresar a la universidad a controlar en este caso a miles, que ya se extendían por pasillos y otros lugares, y tampoco parecía funcionar el tema de las pantallas. ƑCómo se hace para decirle a tanta gente que llegó desde lejos también, que yo no iba?", dice divertido, pero muy emocionado y asombrado también, Castro, quien siente que estuvo anoche en el juego al que le gusta ser llamado.
Pero también estaba preocupado por no crear problemas al nuevo gobierno. Aunque "cuando vi a tanta gente y todos querían cuidarme, me dije a mí mismo: no puedo fallarles. Yo tengo que estar allí, y si me pasaba algo que fuera lo que fuera. Yo no podía defraudar a tanta gente. Así que finalmente con mucho esfuerzo y también con gran capacidad de colaboración se logró instalar una tarima y así fui al lugar. Pero cuando voy llegando y veo calles cortadas y veo miles y miles de personas esperando, que habían abandonado disciplinadamente, después de que se les habló, aquel lugar cerrado, entonces sentí una emoción muy fuerte. ƑQué les digo?"
-A usted precisamente no le faltan las palabras, le recordamos, para preguntarle, en qué pensó entonces.
-Pensé en el Che (Guevara) y a medida que me iba acercando y luego desde arriba veo a miles de jóvenes entre esa gente y me parecían que eran muchos Che. Y hasta me pregunté -como lo dije allí, Ƒpero dónde estoy, en la Plaza de la Revolución? Y aunque tengo palabras, traté de pensar qué iba a decir, ya que todo había cambiado. Y me ví en Ar-gentina hablando allí, con el frío, en la noche y con tanto calor de la gente que se irradiaba. Ese fue uno de los momentos inolvidables y sólo se me ocurrió pensar que había visto un pueblo increíble, y entendí entonces muchas cosa de este pueblo, capaz de moverse por esos impulsos.
Anoche, en un discurso que la prensa aquí calificó de "histórico", Fidel agradeció a los argentinos que con sus acciones hubiera dado un "colosal golpe" al neoliberalismo, en alusión a las últimas elecciones, y además que hubieran enviado un mensaje tan claro a América Latina.
Castro también dijo que mientras hablaba anoche, trataba de ajustarse a la idea de que tenía que hacerlo cuidadosamente, tomando todos los recaudos diplomáticos. No quería nada que pudiera ser usado contra un gobierno nuevo, donde hubo un traspaso con tantos presidentes y con esperanzas para todos en la región.
"Jamás imaginé que esto sucedería. Yo veía que en cada acto, en cada lugar adonde llegábamos, se acercaba gente queriendo saludar. No eran sólo las personas que se acercan normalmente. Muchos eran empleados que salían de los edificios. Fue asombroso para mí, alentador y muy fuerte como emoción. Yo quiero agradecerle a los argentinos por estos pasos que dan, todo lo que está sucediendo es muy importante para una América Latina en paz, y nos ayuda a todos. Hemos estado atentos y también preocupados porque nadie se sintiera mal por esa expresión popular tan espontánea", señaló.
Castro también estaba conmovido por las actitudes de la gente en general, desafiando el frío, actuando con disciplina cuando era necesario. "Había una serie de mensajes en lo que viví. Un país que está vivo y lo demuestra tan bien". Su impacto, dijo, fue el primer momento de contacto con la gente, que en cada caso lo siguió, lo aplaudió, lo ovacionó, como sucedió en el Congreso cuando se dijo su nombre en los actos de toma de posesión del domingo.
Fuertes vínculos históricos
Ayer lunes, durante dos actos en los que colocaron ofrendas florales a José de San Martín y José Martí, había recordado que Argentina y Cuba tradicionalmente han tenido fuertes vínculos culturales, históricos, económicos, y que había un enorme potencial ahora para echarlos a andar: "Creemos que hay posibilidad de ampliar la cooperación".
Luego, en la noche, "me vi allí, hablando para una multitud. Fue y será algo inolvidable". Fiel a su estilo, el mandatario habló durante dos horas y media y cerró el discurso con el "Hasta la victoria, siempre", que fue respondido con una ovación.
Casi al final de su discurso, aludió muy discretamente a la política argentina: "La globalización neoliberal ha recibido un colosal golpe. Ustedes no saben el servicio que le han prestado a América Latina y al mundo al hundir en la fosa del Pacífico al símbolo de la globalización neoliberal". No lo nombró, pero todos entendieron que se refería a Carlos Menem.
El canciller cubano Felipe Pérez Roque declaró a La Jornada, por su parte, que "se abre una nueva etapa de la relación binacional con Argentina", después de distanciamientos durante por los gobiernos de Menem y Fernando de la Rúa. "Creo que pensaban que una buena relación con Cuba podía afectar las relaciones con Estados Unidos tal como se habían planteado", sostuvo el joven canciller, quien fue el hombre elegido para tratar de calmar los ánimos cuando las cosas comenzaron a desbordarse en la Facultad de Derecho.
Las relaciones entre ambos países comenzaron a mejorar cuando el ahora ex presidente Eduardo Duhalde decidió no votar en favor de una moción contra Cuba en la Comisión de Derechos Humanos de la Organización de las Naciones Unidas en Ginebra, en abril pasado, rompiendo así con el alineamiento automático con Estados Unidos. La voluntad de mejorar las relaciones también quedó patente con la decisión de invitar a Fidel al traspaso del mando, para una visita que despertó un entusiasmo que a muchos sorprendió, inclusive a los que llegaron desde lejos para intentar ver de cerca a un veterano de la revolución.
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