ASTILLERO

Julio Hernández López

El diezmo político

La elite eclesial le cobra a Fox mediante aparentes apoyos
Enojos acumulados tras el jaque de los obispos retadores

LOS JEFES DE la Iglesia católica mexicana necesitan redefinir sus relaciones con un gobierno federal que nació bajo el signo del conservadurismo clerical, pero que en su inmadurez y oportunismo ha asestado peores golpes a los intereses eclesiásticos que el más liberal de los gobiernos priístas. Para establecer los términos del nuevo entendimiento que tan necesario les resulta, los gobernadores de las diócesis católicas le han lanzado al foxismo un dardo disfrazado de estampita milagrosa: un apoyo público a las tesis del "bien común" y a la doctrina tradicional panista (en especial el rechazo al condón, el aborto y el homosexualismo), que al mismo tiempo significa la instalación retadora de los obispos mexicanos como infractores de la ley difícilmente castigables.

LA MOLESTIA de los políticos mexicanos más hábiles y sagaces (es decir, los obispos y sus versiones aumentadas, los arzobispos y los cardenales) tiene que ver con la hipocresía y falsedad que a sus ilustradas eminencias parece que ha dominado la conducta de la pareja presidencial en varios episodios notables. En primer lugar, el supremo "mal ejemplo" de los divorcios de Vicente y Martita, y el posterior casorio sin disolución previa del vínculo religioso subsistente (para la Iglesia mexicana, la esposa de Fox sigue siendo Lilian de la Concha, y el esposo de Marta Sahagún es el nuevo participante en el reality show de Los Pinos, Manuel Bribiesca). Luego, el forcejeo con el Vaticano (con los Legionarios de Cristo y el Opus Dei como asesores y estrategas de los bandos en pugna) al pretender ajustar a las pretensiones de Sahagún el protocolo papal tanto en una visita de la pareja irregular a la sede del más durable de los imperios romanos (fingiendo saludos de paso a la dama de la discordia y usando luego las cúpulas simbólicas de San Pedro para fotografías de tórtolos irreverentes nada jovencitos), como en el atribulado asomo a tierras mexicanas que luego hizo Juan Pablo II (con la revancha de Santa Marta sentada ostentosamente a un lado del pontífice que no la había querido recibir en la sede papal: en México la que manda soy yo, habría sido el mensaje enviado por La Jefa, con su etéreo esposo como aval y testigo de honor). Y, por si todos esos manoseos y sobresaltos no fuesen suficientes, el más reciente golpe de audacia publicitaria de la señora Marta, su apoyo al uso del condón y a la educación sexual a fondo (maniobra para insertar a la precandidata a la relección presidencial en círculos ideológicos y políticos diversos de su actual mercado, pero, a juicio del buró directivo del catolicismo mexicano, casi un acto de extrema traición).

LOS ZIGZAGUEOS de una pareja que llegó al poder entre crucifijos y que va a misa electoral cada domingo han provocado diversas reacciones de los grupos de poder dentro de la Iglesia. Institucional y con representación real, la Conferencia del Episcopado Mexicano ha lamentado que el gobierno que tantas esperanzas de cambio generó no haya podido cumplir sus promesas y que carezca de voluntad, proyecto y firmeza para llegar a los fines anunciados. Pero mucho más allá de los cuidados diagnósticos de los obispos, que en algunos pasajes constituyen un virtual llamado a apoyar al Presidente en la maduración de la democracia y en la resistencia y combate a los grupos de presión que estarían frenando el cambio prometido, las condenas directas a la política de Fox provienen de la franja eclesiástica que mayor fuerza política está ganando en México, la que encabeza el cardenal Juan Sandoval Iñiguez y que pretende desplazar al jefe formal de la Iglesia nativa, el también cardenal Norberto Rivera Carrera. Esa cofradía de ultraderecha (esperanzada en restaurar glorias cristeras con la historia del complot oficial que habría organizado el asesinato intencional del cardenal Juan Jesús Posadas Ocampo) ha equiparado al gobierno foxista con los de Carlos Salinas y Ernesto Zedillo en cuanto a encubrimiento de "la verdad" respecto a las causas "reales" del crimen cometido contra quien era jefe de la feligresía jalisciense. Según los voceros del sandovalismo, el procurador federal de justicia, Rafael Macedo de la Concha, y sus funcionarios (entre los cuales está una cruzada de aquella causa, la subprocuradora María de la Luz Lima Malvido) estarían actuando de la misma manera que los malvados gobiernos priístas.

EN ESE ENREDO de intereses, la carta pastoral del obispo de Querétaro, Mario de Gasperín Gasperín, instruyendo a los votantes a no apoyar a partidos o candidatos que contravengan principios doctrinales de la Iglesia, ha constituido una inmejorable oportunidad para los políticos milenarios de ajustar cuentas con el gobierno libertino. Otros obispos han expresado sentir parecido al del queretano y han llevado su reto al extremo de declararse listos para ser apresados por decir lo que piensan. El punto de rompimiento no está en el falso derecho de expresión de los prelados (que constitucionalmente está restringido para que su voz no salga del terreno espiritual y se convierta en inductor de resultados electorales), sino en el jaque político en que está siendo colocado el gobierno federal, en especial la oficina de Santiago Creel. Si Fox no es capaz de hacer que los obispos reconozcan leyes, autoridades e instituciones, la elite eclesiástica habrá abierto la puerta para negociaciones y redefiniciones que le devuelvan espacios perdidos y le paguen con réditos las ganancias que un gobierno de derecha, como el actual, sugirió.

ASTILLAS: LA PRESIDENTA DE la República de Vamosméxico le reveló a Javier Alatorre, en Hechos de Televisión Azteca, que ha sufrido un ataque de prudencia y que tratará de bajarle a su exposición pública: "...hay ciertos momentos que tenemos que entender el contexto en el que nos estamos moviendo, y todas las implicaciones que eso tiene (...) mi convicción es de que hay momentos en que hay que ser prudentes (...) hay que ser prudentes, hay que quitarnos los reflectores de encima. Yo trataré de quitarme los reflectores de encima, no porque me molesten, no; porque no me gusta que me vigilen".

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