México D.F. Martes 27 de mayo de 2003
MALESTAR Y TENSION EN EL MAGISTERIO
Ayer,
durante un mitin organizado por la Coordinadora Nacional de Trabajadores
de la Educación (CNTE) frente a la sede de la Secretaría
de Gobernación, resultó severamente herido el profesor zacatecano
Julián Hernández, tras un enfrentamiento con efectivos de
la Policía Federal Preventiva (PFP) que resguardaban el Palacio
de Covián. Este hecho, de suyo lamentable, es un inquietante dato
sobre la descomposición social y la irritación generadas
por la ausencia de canales efectivos de diálogo entre el gobierno
federal y los maestros disidentes y por la renuencia de las autoridades
a atender reclamos tan importantes como un aumento salarial sustantivo,
el incremento de la inversión en educación y las reivindicaciones
en favor de una auténtica democracia en el sindicato magisterial.
En lo relativo al choque violento acontecido ayer, resulta
preocupante que los mandos de Gobernación y la PFP, conociendo el
malestar existente entre los manifestantes, hayan consentido o tolerado
que la policía los reprimiera, pues esta actitud sólo refuerza
la exaltación y la tensión entre los maestros y podría
catalizar peligrosamente los rencores y las muestras de repudio contra
la autoridad. Por otra parte, cabe exhortar a los profesores a que en sus
acciones de denuncia y lucha social se abstengan de incurrir en actos de
violencia o provocación que pudieran desatar nuevos enfrentamientos
y mantengan sus exigencias en el marco del ejercicio pacífico y
respetuoso de sus libertades ciudadanas. Para ambas partes, la búsqueda
de soluciones mediante el diálogo civilizado y expedito es la ruta
obligada a seguir tanto para reducir las presentes tensiones sociales como
para comenzar a dar solución a las demandas legítimas del
magisterio nacional.
Empero, el problema de los maestros mexicanos y de la
educación en general en el país va mucho más allá
de los recientes y deplorables enfrentamientos frente a la Secretaría
de Gobernación. En primer término, el gobierno federal debe
poner mayor atención a las reivindicaciones salariales -que no se
agotan con los recientes magros incrementos- y decidirse de una vez por
todas a colocar a la educación en la primera línea de la
política nacional. Mientras no se destinen los recursos suficientes
para dignificar las percepciones de los maestros y para dotar a las escuelas
del país de la infraestructura, insumos y prestaciones suficientes
para ofrecer educación de calidad, México seguirá
rezagado en esta materia y postergando con ello el necesario desarrollo
social y la elevación de los niveles de bienestar general.
Por otra parte, el gobierno federal no ha dado muestras
de un compromiso suficiente en favor de la democratización plena
del gremio magisterial y, por el contrario, la patente cercanía
entre el Ejecutivo y los grupos de poder que controlan ese sindicato no
contribuye a remover los fantasmas del charrismo y los cacicazgos que continúan
lastrando el desarrollo democrático de esa agrupación sindical.
La irritación existente en el magisterio es un
reflejo del malestar ciudadano y no únicamente la manifestación
de un grupo o facción. Por ello, la formulación y aplicación
pronta de una nueva política educativa, en la que los maestros democráticamente
representados constituyan la columna vertebral, es indispensable para despejar
los riesgos de nuevos enfrentamientos sociales -máxime cuando se
aproximan los comicios federales- y para dar los mexicanos la educación
y las oportunidades de desarrollo personal y colectivo a las que legítimamente
aspiran y tienen derecho.
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