.. |
México D.F. Martes 27 de mayo de 2003
Una voz con aroma a rock y una guitarra bien
tocada, ingredientes de la velada
Maru Enríquez y Jaime López fueron de
la nostalgia al éxtasis en el Circo Volador
CHAVA ROCK ESPECIAL
No se escucharon el bajo, la armónica, la batería
ni violines ni trompetas, sólo una guitarra bien tocada -qué
mejor placer-, y la voz y coros rasposos norteñochilangos de un
tal López y la hermosa voz de Maru Enríquez, que explora
diversos sonidos, todos con aroma a rock.
La
noche del viernes en el foro Circo Volador fue inolvidable; los dos intérpretes
se presentaron en un improvisado escenario en el vestíbulo del lugar;
ella vestida de pantalón de mezclilla y blusa morada, él
todo de negro. Ella con la voz a cuestas y él con la lira a un lado
y el tequila a sus pies.
Jaime López, uno de los compositores contemporáneos
más importantes de México, a veces parece el único,
subió al escenario ante una heroica audiencia, que aplaudía
como si se tratara de cientos, coreaba todos los temas y bebía cerveza
con la intención de arrastrarse a otro mundo. A las nueve de la
noche inició López, agarró vuelo cuando interpretó
una de sus mejores composiciones, El hombre de Wall Street; desde
entonces el sudor empezó a bañar su rostro: se dibujaba en
su faz el coraje para echarse al bolsillo a los presentes. El clímax
llegó temprano con Sácalo y de ahí no bajó
el nivel, siguieron Corazón de cacto y La misma vieja
canción.
Después de la primera media hora subió Maru
Enríquez, acompañada del fantasma de Xavier Villaurrutia,
para interpretar los temas del álbum que la intérprete grabó
con Jaime, Y mi voz que madura, en el que hicieron varias versiones
a piezas del poeta, "un rocanrolero que vivió de 1903 a 1950", recordó
Maru, al mismo tiempo que intentaba bailar desde su silla, palmeaba sus
piernas y al mismo tiempo soltaba el rosario de canciones.
La primera tanda concluyó, un largo intermedio
sirvió para etilizar el ambiente. Después de 40 minutos subieron
al escenario para dar rienda suelta a las rolas del nuevo disco, Gran
Quinqué, cortes que en vivo suenan mucho más emotivas.
Poco antes de la medianoche López volvió a ocupar solo el
escenario, y al grito de "¿cuál quieren?" pasaron los minutos.
López sabe muy bien cómo llevar un concierto: de la nostalgia
al éxtasis y del calor al infierno.
Vagón
de vagabundos levantó el aullido; A la orilla de la carretera,
la esperanza y Caíte cadáver el esqueleto. Nadie
se pudo quejar, los acordes fueron de Chilanga banda al Malafacha. Las
pésimas condiciones de sonorización del lugar no impidieron
que la noche fuera de gala, tan es así que Jaime obsequió
un himno: Nostalgia del porvenir. Estaba con que se iba y se iba,
pero no lo dejaban. Pasada la medianoche Maru subió de nuevo al
quite: más canciones y la certidumbre sabrosa de que mientras la
gente no deje de aplaudir, ellos no paran de tocar.
Maru deja primero el ruedo; Jaime, con los dedos hinchados,
el paliacate empapado de sudor y la sonrisa en el rostro, continúa.
La una y sereno, moreno; la dosis terminó y los mequetrefes buscan
dónde encontrar calor, o esperar 30 largos días para toparse
con López y Enríquez, quienes se presentarán de nueva
cuenta en este lugar.
|