México D.F. Martes 27 de mayo de 2003
CIUDAD PERDIDA
Miguel Angel Velázquez
Los riesgos de la democracia neoliberal
PARA MUCHOS capitalinos, y seguramente también para muchos habitantes del país, irremediablemente ahorcado en las garras de los halcones estadunidenses, como nos avisó hace algunos días Vicente Fox, las próximas elecciones enfrentarán a la gente con una multiplicidad de opciones, que más que llamar a la ubicación ideológica del electorado parecen tratar de confundir a los votantes, con el fin inconfesable de ampliar el margen de error al escoger candidato.
DE CUALQUIER manera no hay mucho de dónde escoger. Los priístas frustrados, aún con todas sus mañas, se cuelan en el partido que les ofrezca un lugar para seguir viviendo del erario; los panistas buscan en cualquier lugar alguien que les haga mantener una votación alta que significa dinero, y el PRD sustenta "su democracia" dejando pasar a quien sea y cierra espacios a sus propios cuadros de izquierda.
LUEGO DE estos tres partidos la lista de agrupaciones se extiende en bien de la democracia, que se acaba después de que el ciudadano ejerce su derecho a votar y las elecciones son declaradas "limpias", en toda la gama de colores políticos que al final no dan color.
HAY MUCHOS que saben, históricamente, quién es quién en eso de los compromisos que cada organización partidista puede cumplir, porque conoce cuál es su trayectoria política, pero cuando todos los candidatos gritan que podrán erradicar, por ejemplo, la inseguridad en el DF, sin decir cómo, la gente vota por el que parece más confiable, aunque al final sea el más burro.
LOS PARTIDOS que buscan apuntarse en la nómina ciudadana, alimentados por militantes frustrados y los que han hecho del engaño un modo de sobrevivencia, como el Partido Verde Ecologista de México, son el más grande peligro para el votante.
SIN CLARIDAD ideológica -todos tienden al centro, donde se decoloran- buscan en la desesperación de los ciudadanos, que ven malogradas sus esperanzas, por ejemplo, de cambio, una fórmula electoral medianamente creíble y candidatos más o menos atractivos para ganar las simpatías suficientes que les permitan la sobrevivencia política.
Y ESO es todo. Si no se les descubre algún escándalo importante pasan inadvertidos hasta que las elecciones los apremian y entonces sacan de la chistera nuevos programas, nuevas caras, nuevas propuestas de cambio, mientras ajustan sus economías. Nada más.
LO MALO de todo esto es que los partidos con mayor aceptación, esos a los que se llama grandes, tampoco parecen ser la puerta que lleve a México a enfrentar todos los horrores que significa la democracia neoliberal, en la que ni el país ni la gente son el fin último, sino apenas instrumentos.
PERO QUE nadie se confunda. No se trata aquí de hacer llamados a la abstención. Cada cual deberá librar su propia batalla para que en las próximas elecciones no se vaya a decir, al final, que se es uno más en la masa del voto inútil.
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