México D.F. Martes 27 de mayo de 2003
Cancelan en Irak contratos a dos consorcios petroleros de Rusia y China
Moscú y Pekín intentan relanzar su relación estratégica
JUAN PABLO DUCH CORRESPONSAL
Moscu, 26 de mayo. Al compartir el enfoque pragmático de mirar sólo para adelante, los líderes de Rusia y China, que acabaron por aceptar la invasión angloestadunidense de Irak a cambio de no ser marginados de los arreglos posbélicos, quieren ahora relanzar lo que denominan "relación estratégica" entre sus países.
Con este propósito, en su primera gira internacional como presidente de China, cargo que asumió el pasado marzo, Hu Jintao llegó este lunes a la capital rusa.
La agenda bilateral es muy amplia, pero en esta ocasión dos parecen ser los temas dominantes entre Putin y Hu. El primero se inserta en la búsqueda de un mecanismo de seguridad colectiva por la Organización de Cooperación de Shanghai (OCS), compuesta por Rusia, China, Kazajistán, Kirguizistán, Tadjikistán y Uzbekistán.
Ya que los miembros de la OCS se comprometieron en mayo de 2002 a "incrementar sus lazos militares" para enfrentar conjuntamente "las amenazas del terrorismo, el separatismo y el fundamentalismo", es probable que los líderes de Rusia y China lleguen a la cita de esta organización, este jueves en Moscú, con una propuesta afinada para crear una estructura militar común.
No sería ni con mucho un nuevo bloque al estilo de la Organización del Tratado del Atlántico Norte, pero quizá sí una fuerza de despliegue rápido para contar con alternativas a las bases militares de Estados Unidos, instaladas en tres de los países miembros de la OCS (Kirguizistán, Tadjikistán y Uzbekistán), en el supuesto de tener que revertir -con la debida legitimidad de un acuerdo internacional- cualquier intento de grupos opositores de derrocar a los gobernantes autoritarios de las repúblicas centroasiáticas de la antigua Unión Soviética.
Rusia y China, aparte de que prefieren no tener regímenes hostiles en sus fronteras, se muestran dispuestos a participar en una estructura militar común con tal de que los otros miembros de la OCS acepten considerar parte del mismo problema del "terrorismo internacional" los casos de Chechenia y el Tíbet, que pretenden resolver a su manera y sin solicitar la ayuda de nadie.
El otro gran tema a discutir entre Putin y Hu, éste en el plano bilateral, sería la posible construcción de un oleoducto que una el sur de Siberia con el norte de China, con capacidad para mover en 2010 unas 30 millones de toneladas de crudo al año, proyecto que podría contribuir a que la balanza comercial alcance por fin los 20 mil millones de dólares que a comienzos de los noventa fijaron como meta los entonces presidentes Boris Yeltsin y Jiang Zemin.
En principio, el Kremlin aprobó la idea de tender ese oleoducto como ramificación de la ruta que va a enlazar Angarsk con el puerto de Najodka, en el mar de Japón. La extensión de Angarsk a la ciudad china de Daqing tendría 2 mil 400 kilómetros y es considerada por ambos países como una de sus principales apuestas económicas para este decenio.
No deja de ser coincidencia, amarga para Moscú y Pekín, que el día que Hu viene aquí para dar junto con Putin un impulso significativo al oleoducto Angarsk-Daqing, en Bagdad quien fue nombrado por Estados Unidos para ejercer la función de ministro iraquí del petróleo, Thamir Ghadhban, anunció la cancelación de tres importantes contratos suscritos por el régimen de Saddam Hussein con compañías extranjeras.
Uno de los afectados es el consorcio ruso LUKoil, que pierde el yacimiento de Qurna-2, y otro la compañía estatal de petróleo de China, la cual de "común acuerdo" habría aceptado abandonar el campo petrolífero de Al-Ahdab.
Se desconoce de qué país es el tercer consorcio petrolero expulsado, pero no sería extraño que -como en los otros dos casos- sea de alguno de los que se opusieron a la invasión militar y luego, llegada la hora del reparto del botín de guerra, creyó defender sus intereses económicos al votar en el Consejo de Seguridad de la ONU para perpetuar el dominio de Estados Unidos en Irak.
La cancelación de los contratos puede servir también para ver hasta qué punto Ghadhban siguió una directriz del gobierno de George W. Bush; si desde Washington se ordena dar marcha atrás, querrá decir que los cabilderos de las grandes petroleras estadunidenses ya empezaron a hacer su propio juego en Bagdad.
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