México D.F. Martes 27 de mayo de 2003
Marco Rascón
Mediócratas: del cuarto poder al único
La política sucumbió a los medios, que se convirtieron en el partido único que dirige el país. La mediocracia mexicana es un sistema totalitario que unificó en contenido e imagen a los partidos para destruirlos.
De origen oligárquico, profundamente conservadores y monopólicos, los medios electrónicos nacieron de los subsidios estatales, de negocios y préstamos oscuros, así como de una política discrecional en cuanto al otorgamiento de la concesión de frecuencias. En cada Asamblea Nacional de la Cámara de la Industria de Radio y Televisión (CIRT), el Presidente de la República solía premiar con nuevas concesiones los servicios prestados al gobierno durante las campañas electorales, esto es, a aquellos que denostaban y calumniaban opositores mientras mantenían entretenida a la sociedad.
Durante décadas la CIRT y el Consejo de la Publicidad fueron en los hechos la comisión ideológica del PRI al servicio del presidencialismo y enemigos acérrimos de cualquier movimiento democratizador; los medios y sus locutores centrales completaron la labor de torturadores y carceleros. Estuvieron activos en 1968, el 10 de junio, durante la guerra sucia, contra Cuauhtémoc Cárdenas en 1988 y aprendieron acerca de la "libertad de prensa" mientras ganaron millones y millones de pesos, transferidos del presupuesto.
Ante el vacío y el fin del viejo régimen político, los monopolios de la comunicación impusieron sus reglas y, aprovechando el empuje de amplios sectores que reclamaban democratización de los medios, se alzaron sobre los poderes políticos para dictar sus conceptos.
Los medios empezaron a hacer políticos buenos y políticos malos. La manipulación de encuestas se convirtió en el complemento perfecto para engañar multitudes de la misma manera que durante la Edad Media charlatanes, merolicos, saltimbanquis y estafadores iban de comarca en comarca, engatusando con sus prédicas alquimistas. No se conoce aún que un locutor haya expresado una opinión propia, distinta al resultado de sus encuestas.
Para las próximas elecciones los partidos ya tienen campañas pagadas por más de 9 mil millones de pesos, y en este contexto los únicos políticos que existen son los que pagan y los que hacen los medios.
Los medios construyen candidaturas para luego destruirlas, pues la suerte de un político no radica en sus obras ni en sus actos, sino en decisiones cupulares del comité central de los oligarcas.
Las reglas impuestas por los medios son la mediocridad y la frivolidad como forma y contenido. Fuera de la propaganda formal, el raiting se mide mediante escándalos y con temas que expongan la política como ridículo y espectáculo.
La dictadura mediática pasó de ser el cuarto poder a ser el único; el fraude electoral también evolucionó: hoy se le dice "resultado preventivo" de las encuestas, cuya resultante es preconcebida y elaborada por la oligarquía.
Los medios acabaron con la izquierda, el centro y la derecha, pues son los únicos que piensan y por lo tanto como libertad impusieron el tiempo pagado que proviene de las prerrogativas estatales.
Los medios hicieron de México el país chiquito de unos cuantos grandes ricos y de unos cuantos políticos que declaran a toda hora, siguiendo siempre el guión de los escándalos que va imponiendo la telenovela nacional que transmiten en formato de noticiero o de opinión. Fuera de eso, la televisión abierta nacional se dedica a la venta de electrodomésticos, telenovelas, deportes, Big Brother, entre otros programas que denigran a los pobres, como los talk show, en uno de los cuales una mujer corrupta y racista, como Laura de América, es la estrella.
El gran vacío de la política lo llenaron los medios con lo peor del país; no obstante, no son motivo de cuestionamiento y se les exime de toda culpa, a pesar de que hayan impuesto la ideología de la violencia y la mercadotecnia como valor único.
Esta mediocracia tiene a su servicio a unos cuantos intelectuales, a algunos legisladores y miembros de partidos que consumen tiempo pagado y trabajan en el mantenimiento de la democracia como telenovela. Los medios huyen a la realidad y han establecido como principal condición que la ciudadanía no piense. Muchos que quisieron ser interlocutores terminaron de locutores y desde las pantallas se han hecho partidos políticos dirigidos por comentaristas. El discurso y la oratoria (razón y pasión en la expresión) han desaparecido; hoy las convicciones y los principios reciben el calificativo de "intolerancias".
Una perspectiva de cambio y un proyecto nacional auténticos requieren la caída de las antenas de transmisión de la dictadura mediática en México. [email protected]
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