México D.F. Lunes 19 de mayo de 2003
El gobernador Patricio Patrón Laviada declaró el municipio zona de desastre
Dañadas por incendios, 400 héctareas y unas 30 viviendas en Mocochá, Yucatán
El año pasado el huracán Isidore arrasó con cultivos y 284 hogares en ese municipio
LUIS A. BOFFIL CORRESPONSAL
Merida, Yuc., 18 de mayo. A ocho meses de que el huracán Isidore devastó amplias zonas de Yucatán, nada parece haber cambiado en el municipio de Mocochá, a cuyo sombrío panorama dieron los incendios recientes un toque desolador. No hay avance o desarrollo visible en esta localidad que el gobernador Patricio Patrón Laviada declaró zona de desastre este sábado, junto con otras nueve comunidades.
El meteoro arrasó con casas y cultivos el 22 de septiembre de 2002. El fuego terminó por hundir a una población no repuesta de la tragedia anterior. Las cifras que proporcionó en entrevista el alcalde de Mocochá, Heberth Cruz Barquet, son crudas. Isidore destruyó totalmente 284 viviendas en la cabecera municipal y sus dos comisarías, Tekat y Tho, que representaban casi 50 por ciento de los núcleos familiares. En los ocho meses siguientes, los habitantes de Mocochá no pararon de acudir a las oficinas del edil para solicitarle ayuda básica, láminas de cartón y un poco de dinero.
El recuento general indicaba que al menos 50 por ciento de la población de Mocochá resultó damnificada por el huracán. Según Cruz Barquet, la comunidad tiene poco más de 2 mil 600 habitantes, de los cuales mil 600 se ubican en la cabecera municipal.
En Mocochá, salvo los problemas personales y políticos de los habitantes, no hay mucho que contar y menos desde que Isidore perjudicó a campesinos e indígenas, según constató este corresponsal en un recorrido.
En materia económica, el pueblo está virtualmente congelado. Recibe del gobierno estatal 270 mil pesos mensuales y recaba por impuesto predial 500 pesos cada 30 días. Prácticamente las arcas de la comuna están vacías.
El edil Cruz Barquet señaló que con las participaciones estatales debe solventar todos los gastos del ayuntamiento y los salarios de empleados y regidores. Además de cinco regidores (tres priístas y dos panistas), laboran ocho agentes policiacos en turnos de mañana y noche. No es barato el mantenimiento del parque vehicular (dos unidades) y de la infraestructura municipal.
Aunado a estas situaciones, la población de Mocochá tiene escasas oportunidades de desarrollo: pocos laboran en maquiladoras de la región, el cultivo del henequén está en proceso de extinción y el rubro comercial se concreta a changarros, cantinas, "clandestinos" -expendios ilegales de bebidas alcohólicas- y tres locales que rentan películas en video. Por si fuera poco, un estudio del Instituto Nacional Indigenista, ahora convertido por el Congreso federal en la Comisión Nacional de Apoyo a Pueblos Indígenas, precisó que entre 1990 y 2000, Mocochá se mantuvo en el rubro de alta marginalidad. El desarrollo es casi nulo y la dependencia económica se liga estrictamente a los poderes Ejecutivos federal y estatal.
Cruz Barquet señaló que en el municipio todavía no empieza el programa de rehabilitación de viviendas dañadas por Isidore. Dijo ignorar la razón de la tardanza, y que "lo único que puedo hacer es recomendar paciencia a los damnificados".
Destrozos
Si con los destrozos ocasionados por Isidore la comunidad no ha podido levantarse, menos lo hará por los incendios que hace una semana "cercaron" Mocochá. En ocho días, el fuego destruyó 400 hectáreas y gran parte de las pequeñas unidades ganaderas, agrícolas y apícolas del municipio.
Aunque en las cifras las consecuencias aparentemente no son tan funestas como las de Isidore, los cultivos de henequén, pequeñas parcelas, montes bajos y al menos 30 viviendas fueron totalmente arrasados por las llamas. Las autoridades municipales no han logrado contabilizar las pérdidas económicas.
El viento en la región es escaso y caliente. Las humaredas se pueden observar en los cuatro puntos cardinales. "Si con Isidore tuvimos serios problemas, con el fuego ya nos fue peor. La gente está desmoralizada, no tiene trabajo, perdió sus parcelas y el apoyo gubernamental no llega", se quejó el ejidatario Aureliano Poot.
Mocochá se asemeja cada día más a un pueblo fantasma. Por el calor, los pobladores -que cada vez son menos- se resguardan bajo los árboles del parque principal, que luce semivacío, y la iglesia, edificada en el siglo XIX, permanece cerrada. "No podemos hacer nada más que esperar la ayuda gubernamental y apoyar en lo que se pueda", dijo Poot.
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