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México D.F. Lunes 19 de mayo de 2003
La escritora Margo Glantz cumple 45 años
de catedrática en la máxima casa de estudios
''La UNAM sigue siendo el semillero de los profesionistas
de México''
La Facultad de Filosofía y Letras le rinde homenaje
con una serie de mesas redondas que se inicia hoy Llego a este reconocimiento
con la tranquilidad que brinda el trabajo, evalúa
CESAR GÜEMES
La novelista y catedrática Margo Glantz llega a
45 años de docencia en la Universidad Nacional Autónoma de
México, señala, "con la tranquilidad que le brinda el trabajo".
Con motivo del aniversario, la Facultad de Filosofía y Letras celebrará
un total de diez mesas redondas en su Aula Magna a partir de hoy y hasta
el miércoles.
El trabajo de catedrática, si bien implica "gran
dedicación", como dice en entrevista la autora de Las genealogías,
ha tenido para ella diversas ventajas: "Destaco sobre todo la cercanía
con los jóvenes estudiantes. Cuando uno se inicia es casi de la
edad de los alumnos, pero en tanto pasa el tiempo parece que se fueran
volviendo más jóvenes. En particular me ha brindado satisfacciones
impartir clase en la licenciatura y aun en la preparatoria. Si hay buena
empatía con los alumnos se puede hacer un trabajo muy interesante
por lo que llamo la multiplicación de la mirada: el maestro lee
de cierto modo y los estudiantes de muchos otros. Reconozco que hay una
especie de vampirismo, que bien puede ser mutuo: el catedrático
se nutre del alumno y viceversa. El caso es que como he ido variando mis
intereses dentro de las letras, cada día aprendo más. Esto
puede sonar a tópico pero es completamente real".
-Con
seguridad no hay forma de separar su mundo como docente de su vida de escritora.
-No hay manera, es verdad. Imparto clase sobre asuntos
que me interesan e incluso me obsesionan, materias que me apasionan. Y
por lo general los temas de mi clase van pasando a mi escritura de creación,
son literalmente vasos comunicantes. Sin ir más lejos, El rastro,
la novela que apareció en Anagrama el año pasado, tiene detrás
mucho del trabajo sobre Sor Juana que he venido realizando en clase y que
por su lado ya se esbozaba en otra de mis novelas, Apariciones.
El trabajo sobre las monjas mexicanas, el que hice propiamente sobre Sor
Juana y el del Siglo de Oro español, han venido a culminar en textos
de creación.
''Aunque en mi escritura hay otros elementos que no tienen
relación con la enseñanza. Después de todo la autobiografía
de cada quien es muy amplia. En el caso de las personas que nos acercamos
a los libros, conseguimos experimentar más vidas gracias a la lectura.
Eso también me da notas para crear. A través de cierto tipo
de lecturas asimilo hechos que de otra forma habría sido más
complejo entender. Eso acaba formando parte de una especie de circulación
mental que converge y aflora en los textos de creación, en los de
crítica y en el discurso que se mantiene en las clases. Afortunadamente
la libertad de cátedra permite que en el aula uno pueda improvisar
mucho, ofrecer una gran cantidad de ideas. Claro, con la experiencia que
genera uno en esta labor, al paso del tiempo todo ese mundo va articulándose.
En los momentos creativos pasa lo mismo: de la enorme dispersión
con que se cuenta al principio, se eligen los materiales que funcionarán
para el texto.''
-Luego de estos 45 años de impartir clase en la
UNAM, ¿diría que se mantiene como sitio de nacimiento de
escritores?
-La universidad que conocí cuando hice mi ingreso
como alumna en la preparatoria, y luego a Mascarones, correspondía
a una ciudad muy pequeña, segura y más o menos sencilla de
abarcar. Luego proliferaron los centros de enseñanza. Los espacios
culturales eran frecuentados casi por los mismos asiduos. Al paso del tiempo
la universidad ha dejado de tener el papel preponderante que llegó
a adquirir porque era lo único que teníamos, avanzaba sin
competencia. Sin embargo, creo que a pesar de que se han multiplicado las
universidades, la UNAM sigue siendo el semillero de los profesionistas
de México. No podría afirmar que la Facultad de Filosofía
y Letras haya producido tantos escritores como hace cuatro décadas,
pero muchos han trabajado en ella. Ahí han estado Salvador Elizondo,
Juan García Ponce, Sergio Fernández, en su momento Sergio
Pitol. Cuando, por ejemplo, fundé Punto de partida, en 1966,
ahí escribieron por primera vez José Joaquín Blanco,
David Huerta y muchos más de esas generaciones. Poco a poco, en
la publicación, fueron apareciendo textos provenientes de distintas
especialidades, como veterinaria o actuaría, un hecho que demostró
el interés por la escritura entre muy diferentes áreas de
la propia universidad".
-Las mesas redondas en homenaje a su labor docente abarcan
tres días. ¿Esto la abruma?
-Un poco, yo había querido algo mucho más
discreto, más acotado, pero justamente por la cantidad de alumnos
que he tenido no hubo manera de reducirlo. Así que llego a este
reconocimiento feliz, desde luego, y con la tranquilidad que brinda el
trabajo.
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