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México D.F. Lunes 19 de mayo de 2003
León Bendesky
Un mexicano en Bagdad
Aparecen ya las reacciones contra la guerra en Irak. Los atentados terroristas en Riad y Casablanca se atribuyen a esa causa y se culpa a la temible organización Al Qaeda de haberlos perpetrado. La situación está en vilo ante lo que puede pasar en cualquier momento y prácticamente en todo lugar. Poco sabemos acerca de lo que ocurre en Irak y de los conflictos que recorren el resto de esa región. La ignorancia va ahora de la mano de la inseguridad y sólo beneficia a los gestos autoritarios y a la aplicación de la fuerza por parte de los gobiernos, es especial, el de Estados Unidos. La perspectiva es peligrosa y muy poco alentadora.
Durante la guerra en Irak la cobertura noticiosa fue extensa, más en términos del tiempo de su duración diaria que de su profundidad en cuanto al análisis de los hechos. El secretario Rumsfeld logró su propósito de abrir el terreno a la prensa y lograr que pareciera que se sabía mucho, aunque de manera fragmentaria, sin lograr una visión de conjunto de la guerra. Ahora la cuestión se extiende y no tenemos las piezas para armar las condiciones sociales de ese país y del mundo musulmán.
Luego de que el ejército estadunidense tomó el control de Irak, la información se redujo drásticamente, pero no su contenido selectivo e incompleto. La capacidad para fijar y retener la atención de los medios es notablemente corta, sobre todo en el caso de la televisión. Eso no es casual, corresponde a la naturaleza de ese medio y a su lugar en la red de los poderes reales. La verdad es que el general retirado Garner y el diplomático Bremer que dirigen la reconstrucción, no son figuras a las que se pueda dedicar numerosas imágenes y de quienes se pueda decir mucho. De los chiítas que se reúnen por millares y de sus líderes religiosos que van tomando el control, o de los grupos kurdos beligerantes no se quiere decir demasiado.
Lo efímero de nuestra atención está agravado por la cobertura y las versiones que ofrecen los medios y no apreciamos que las historias de Irak son hoy tan relevantes como las de la propia guerra, aunque sean menos atractivas. ƑQué pasa luego de lo que es noticia? Aquí tuvimos oportunidad de saberlo y tal vez ni cuenta nos dimos. La oportunidad nos la dio la radio pública. El IMER mandó a un joven reportero a contar algo de lo que podía verse en Bagdad tras el fin de la guerra, cuando ya no era noticia. Parece una contradicción, pero es más bien una oportunidad que se aprovecha por las mismas condiciones de este medio, por ejemplo, sus menores recursos frente a las cadenas privadas. El periodismo es ocasión.
El viaje de Gil Molina a Bagdad tiene los rasgos de aventura de todas las buenas historias de reporteros. Preparar el viaje en poco tiempo sin haber nunca salido del país, disponer de pocos recursos, no hablar el idioma y casi no saber inglés. Su experiencia previa en hechos de violencia fue Atenco, donde lo corretearon y amenazaron con cortarle una oreja. Llega a Ammán, ahí le ayuda el que fuera embajador venezolano en Irak, contrata los servicios del traductor Assad Hijasi sabiendo que ponían su seguridad uno en las manos del otro, y un coche con chofer para cruzar la frontera, los muchos retenes y viajar las ocho horas hasta Bagdad.
Molina trasmitió tres reportes diarios durante los siete días que estuvo en esa ciudad. Contó de la vida cotidiana: las largas filas de autos para abastecerse de gasolina y el penetrante olor a combustible que cubre las calles, la desconfianza de la gente, la pobreza, suciedad y destrucción física. Contó del hospital siquiátrico que fue dejado abierto por los soldados y luego saqueado por la turba que se llevó camas, medicinas y aparatos, y hasta violó a algunas de las enfermas. Contó de la normalidad que adquiere la muerte en la guerra. Fue especialmente buena la entrevista que hizo a un tanquista puertorriqueño que reconoció la sorpresa que le provocaron los muertos cuando disparó contra una camioneta, sus primeros muertos; pero luego hacía cuentas con su compañero de que entre ambos llevaban ya más de 100 muertos. No se advertía ninguna turbación en sus palabras. Contó de una boda que se celebraba con bailes en una calle y de los disparos al aire con AK-47 que se prodigaron los felices parientes de las dos familias. Y contó del miedo que se tiene en una ciudad sin ley y de Hijasi diciéndole "šHey, Guilbertos!, Ƒvamos?", cuando sabían de un enfrentamiento cercano. Se dio cuenta, sin aplicar grandes teorías políticas, del dilema de la situación iraquí, de la gente que se resigna a una odiosa ocupación, pero que cree que no estará peor que con Saddam.
Hay muchas historias que contar después, cuando lo que sucede ya no es noticia. La noticia es que eso va marcando la historia y son las claves que se necesitan para comprender, son parte de las piezas para armar. Con esto se abre también, nuevamente, un debate sobre el carácter y la función de la radio pública en México.
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