Enrique Calderón Alzati

La importancia de un proyecto de nación

La necesidad de que los mexicanos y el país en su conjunto contemos con un proyecto de nación es hoy un tema de discusión en diversos círculos políticos e intelectuales, en los que cada día aumenta la preocupación por el futuro del país, ante las tendencias de deterioro que han constituido la realidad nacional durante más de dos décadas.

El que durante todo ese tiempo, y aún más, no haya existido un proyecto de nación propio, es un hecho conocido y aceptado por amplios sectores de la sociedad, tal como lo afirmaran recientemente los líderes de la Iglesia católica, aunque alguno de ellos se retractara unos días después. Se trata de un hecho grave, más aún ante la percepción de que existe un proyecto supranacional, diseñado e impuesto a la comunidad de países latinoamericanos por gobiernos e instituciones extranjeras, tal y como lo indican los paralelismos que nuestros procesos económicos y sociales presentan respecto a los de las otras naciones del continente, como Argentina, Brasil, Chile, etcétera.

Claro que esta deficiencia es y ha sido negada por los funcionarios de los sucesivos gobiernos de la República, quienes se han empeñado en afirmar que el tal proyecto de nación sí existe, aunque nunca nos hayan explicado en qué consiste; sin embargo, la deficiencia salta a relucir todo el tiempo, ante las políticas erráticas y poco claras de las diversas instituciones gubernamentales. ƑSabría usted, estimado lector, cuál es el proyecto de nación que guía las acciones del gobierno de Vicente Fox? ƑCuál o cuáles fueron los proyectos de nación de Zedillo, de Salinas o de Miguel de la Madrid? Bastaría buscar los informes de resultados respecto a las metas que esos gobiernos se impusieron a sí mismos para constatar que en ningún momento contaron o se guiaron por algún proyecto de nación.

En el caso del gobierno actual, caracterizado por los bandazos y las "ocurrencias" del Presidente, difícilmente las cosas podrían ser distintas. Un hecho entre muchos da cuenta de la falta de visión del gobierno actual, y de sus compromisos con intereses tan oscuros como ajenos: México tienen hoy día una deuda externa de más de 130 mil millones de dólares, "por la cual paga a sus acreedores más de 12 mil millones de dólares anuales, y por otro lado mantiene una reserva de 55 mil millones de dólares, "para lo que pudiera ofrecerse". ƑPor qué no se reducen esas reservas para pagar una parte sustantiva de la deuda y bajar los onerosos intereses que hoy pagamos? ƑSerá acaso porque así conviene a nuestros acreedores? ƑPor qué no usar esos recursos en programas que nos aseguren el crecimiento de la economía que tanto necesitamos para generar empleos? La lista de dudas de este tipo es inagotable, las respuestas a ellas, inexistentes, y mucho menos con referencias a un plan coherente que pudiera explicarlas. "Ningún viento es favorable a quien no sabe adónde se dirige"; este antiguo refrán marino muestra con claridad lo que le sucede a las naciones que, como México, han venido a la deriva, sobre todo ante la presencia de imperios hegemónicos.

Por ello preparar, discutir e instrumentar un proyecto de nación que pueda servir de brújula para los desarrollos futuros no es un capricho sino una necesidad estratégica, por más que los ideólogos del neoliberalismo nos digan lo contrario.

En los últimos meses he tenido oportunidad de participar en varios grupos y reuniones convocadas alrededor del tema, en los que la discusión se ha centrado en aspectos que considero cruciales para el desarrollo futuro de nuestro país, por la riqueza intelectual y la diversidad de opiniones de los participantes. Por ello, he decidido dedicar el espacio que me ofrece La Jornada para hablar de estos temas, cuya importancia es y será crucial en los próximos meses.

Un aspecto principal por el que una discusión de este tipo debe comenzar es, desde luego, el referente a la identidad y la soberanía de la nación, a la cual se refiere el proyecto, de la misma manera que un proyecto de vida personal requiere que primero definamos de qué persona se trata y cuáles son los principios éticos que la norman.