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México D.F. Miércoles 14 de mayo de 2003

Emilio Pradilla Cobos

DF: escenarios electorales

A menos de dos meses de las elecciones para diputados federales, así como de jefes delegacionales y asambleístas en el Distrito Federal, podemos aventurar escenarios sobre sus resultados. En esta coyuntura, los partidos políticos apuestan a la popularidad de los gobernantes -el PAN a Fox y el PRD a López Obrador- y de algunos candidatos, mucho más que a su calidad y capacidad o a las propuestas políticas partidarias o individuales; los ciudadanos, desinformados y despolitizados, se guían sobre todo por el ruido que hacen los gobernantes, partidos y candidatos por conducto de los medios de comunicación, sobre todo la televisión. Podemos afirmar que en lugar de un debate sobre el futuro de la ciudad y el país, sustentado en propuestas integradas, veremos una competencia publicitaria, un mercadeo electoral protagonizado por partidos, alianzas y candidatos.

La dirección del PRD capitalino, carente de proyecto político para la ciudad, se apoyará esencialmente -ya lo ha dicho- en la popularidad y "logros" del jefe de Gobierno, esperando que los electores identifiquen el sello del partido y los nombres de sus candidatos con el "efecto" de la popularidad de López Obrador, sus obras viales y programas sociales asistenciales, lo cual, según ellos, les daría la mayoría absoluta en la Asamblea Legislativa del Distrito Federal (ALDF) y en los gobiernos delegacionales. Lo contradictorio es que López Obrador en su gobierno, signado por el centralismo, ha minimizado el papel de los jefes delegacionales y limitado las funciones y recursos de las delegaciones; y ha mantenido un claro distanciamiento con la actual legislatura, incluida la fracción del PRD, así como desestimado públicamente la labor de diputados y de la misma ALDF. En este posible resultado favorable, el PRD tendrá a su favor la crisis del PRI, que desde 1997 no logra superar el síndrome de su derrota en la capital, que sigue sintiéndose vencido, y que atraviesa por serios conflictos internos. Cuenta también con la debilidad del PAN, cuyo capital político acumulado con el triunfo de Fox en 2000 parece dilapidado dado el incumplimiento de sus promesas, la recesión económica y los múltiples traspiés de su gabinete y su gobierno.

Pero el PRD enfrenta dos riesgos electorales fuertes, cuyo efecto negativo dependerá de la capacidad -que creemos limitada- de los electores para asumirlos. La selección de candidatos perredistas se llevó a cabo mediante negociaciones de cúpula entre las corrientes dominantes, encubiertas con encuestas abiertas no reglamentarias y dudosas, lo que ha dado lugar a un conflicto político interno no resuelto, simplemente ignorado por la dirección partidaria, y uno legal mal resuelto por el Tribunal Electoral. En ese poco democrático proceso, avalado por la dirección nacional perredista, resultaron designados muchos candidatos de poca capacidad política y bajo perfil, cuyos únicos méritos serían su disciplina de corriente y su poder clientelar. Si los candidatos del PRI y el PAN, poco conocidos, tienen mejor perfil y capacidad -de lo cual también dudamos-, la contienda puede ser más reñida y aun restar triunfos al PRD.

Salvo la pepena de curules plurinominales que pudieran lograr los micropartidos o grupos familiares mediante sus alianzas de ocasión, que en otros procesos han sido más que proporcionales a su mínimo peso electoral real, su presencia propia será irrelevante en los resultados. Entre ellos destacará el Partido del Centro Democrático, de Camacho Solís, rescatado del olvido por López Obrador dándole puestos claves en su gobierno, y que ha recibido un número de candidaturas que nada tiene que ver con su escasa presencia política. El Partido Verde Ecologista, que en la pasada Legislatura se benefició de su ventajoso acuerdo con el PAN, buscará ahora hacer lo mismo con el PRI, aunque en el Distrito Federal es difícil que lo logre dado el desprestigio de su aliado de ocasión.

Si se cumple el escenario de amplio triunfo del PRD que sostienen su dirección local y muchos analistas, las grandes beneficiadas serán la Corriente de Izquierda Democrática, que logró imponer masivamente a sus candidatos, y la candidatura presidencial de López Obrador en 2006, cuya autodeclarada "muerte" electoral nadie cree. La gran perdedora será la capital del país y sus habitantes, pues los electores llevarán a las legislaturas local y federal y a los gobiernos delegacionales, a numerosos candidatos sin calificación ni calidad, adscritos en su mayoría a dos grupos de interés -sectas en el lenguaje perredista- de corte corporativo y clientelar, carentes de propuesta política y sometidos acríticamente a las decisiones del gobernante de turno, en función exclusiva de su beneficio individual o de grupo; y no se contará con un contrapeso al ejecutivo local en la ALDF, derivado de la composición plural partidaria, que en la legislatura actual no operó por la debilidad del PRI y PAN y el estilo autoritario del jefe de Gobierno.

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