México D.F. Miércoles 14 de mayo de 2003
Los noticieros de radio y televisión de la isla ignoraron el hecho
Silencio de Cuba ante la expulsión de 14 de sus diplomáticos de Estados Unidos
La represalia no será más allá del 20 de mayo, día de la independencia, estiman en La Habana
GERARDO ARREOLA CORRESPONSAL
La Habana, 13 de mayo. Cuba guardaba silencio este martes después de que 14 de sus diplomáticos fueron expulsados de Estados Unidos, tácitamente acusados de espionaje, en una represalia de gran calado que lesiona severamente la movilidad política cubana en ese país.
Ninguna reacción oficial se había producido esta noche en La Habana, y a lo largo del día los noticieros de radio y televisión ignoraron el hecho.
La pausa que se estaba tomando el go-bierno del presidente Fidel Castro podría explicarse porque su respuesta formará parte, inevitablemente, de la espiral de tensiones que ambos gobiernos arrastran desde hace un año, con nuevos giros en las últimas semanas y de la que todavía se esperan escalamientos.
El carácter masivo de la sanción no es una novedad, incluso desde la guerra fría o en la más de una década que ha seguido a la caída del Muro de Berlín.
Los soviéticos sufrieron expulsiones si-multáneas en gran escala al menos en 1971 en el Reino Unido (105 funcionarios), en 1983 en Francia (47) y en 1986 en Estados Unidos (80).
Lo que sí es novedoso en este caso es: a) que sea Cuba la víctima de la represalia en masa, y b) que el gobierno del presidente George W. Bush parece estar abaratando el recurso al incurrir por segunda ocasión en dos años en una decisión semejante.
Washington expulsó en 2001 a 50 diplomáticos rusos y Moscú echó a 46 funcionarios de la misión estadunidense.
Los viejos rivales saldaron en esa forma un escándalo de espionaje, después de que Robert Hansen, agente de la Oficina Federal de Investigaciones estadunidense, fue descubierto como topo del espionaje ruso durante 15 años de la Unión Soviética y Rusia, sucesivamente.
Sin comparación con las dimensiones y los recursos de la antigua potencia socialista, Cuba tendrá que prescindir de siete diplomáticos en su Sección de Intereses en Washington, que según informes extraoficiales tiene unos 26 funcionarios.
También deberá repatriar a siete de los 37 miembros de su misión en la Organización de Naciones Unidas (ONU).
Es decir que las representaciones cubanas en Estados Unidos tienen que computar la merma de entre una cuarta y una quinta parte de su personal diplomático.
ƑCuba responderá en la misma dimensión, es decir, expulsando a un contingente de entre la cuarta y la quinta parte de los cerca de 50 diplomáticos estadunidenses acreditados en La Habana?
Formalmente Cuba no ha ejercido la reciprocidad tras la expulsión de Estados Unidos de cuatro diplomáticos, dos de Washington y dos de Nueva York, en noviembre pasado.
También por una implícita inculpación de espionaje, el gobierno de Bush expulsó hace seis meses a los funcionarios cubanos Oscar Redondo Toledo y Gustavo Machín Gómez, primeros secretarios de la Sección de Intereses; del consejero Francisco González García y el segundo secretario Carlos Augusto Suanes Flexas, de la misión de la isla en la ONU.
Cuba demoró entonces una semana en responder públicamente, negando las acusaciones y reservándose el derecho de replicar "en el momento adecuado".
El gobierno de La Habana emprendió una ofensiva verbal en marzo pasado contra la Sección de Intereses de Estados Unidos, a la que acusó de patrocinar y promover la oposición interna, en una injerencia indebida en asuntos internos.
Pero no expulsó diplomáticos, sino que realizó detenciones y juicios sumarios que llevaron a penas de hasta 28 años de cárcel a 75 opositores, acusados en esencia de ac-tuar por cuenta de la oficina diplomática estadunidense y a quienes se aplicó una le-gislación a la medida.
Opción abierta
En ese momento el gobierno cubano re-veló, además, que en el movimiento opositor había por lo menos 12 confidentes de la policía política, algunos de los cuales tu-vieron una fluida relación con diplomáticos estadunidenses.
Después de que abrieron explícitamente este nuevo diferendo con la Sección de In-tereses, las autoridades cubanas han sostenido que se reservan el derecho de expulsar diplomáticos de esa misión, incluso al jefe de la oficina, James Cason.
En este lapso el presidente Fidel Castro ha evocado en dos ocasiones la opción de cerrar la representación estadunidense. En sustancia, la opción está abierta y la ocasión está presente, pero no necesariamente hay que esperar una respuesta mecánica.
Parte de la contienda en torno a las respectivas misiones fue la decisión cubana de imponer a los diplomáticos estadunidenses en La Habana, también en marzo, la obligación de solicitar permiso para viajar fuera de la capital, en contraste con el régimen anterior, que sólo requería de aviso previo.
Washington reaccionó con la misma me-dida para los diplomáticos cubanos.
Esta vertiente diplomática es sólo una cara de la tensión galopante entre los dos países, una de las más ásperas dentro del conflicto bilateral de cuatro décadas, y todavía hay que esperar una nueva ronda de choques a corto plazo: Estados Unidos ha anunciado que responderá a las detenciones masivas en Cuba con algún tipo de represalias.
La definición de esas medidas podría ocurrir en cualquier momento, pero se supone que no sea más allá del 20 de mayo próximo, fecha que divide a los cubanos de la isla y a muchos de los emigrados en Estados Unidos.
Para los de aquí es un momento repudiable de la historia, al recordar la independencia cubana consumada bajo la ocupación estadunidense, mientras que para los de allá y para el gobierno de Washington rememora la independencia cubana a secas.
Las secciones de intereses en Washington y La Habana se abrieron en 1977, bajo la presidencia de Jimmy Carter, 16 años después de que ambos gobiernos rompieron relaciones diplomáticas.
Se trataba de tener oficinas propias, aunque de rango inferior al de embajada, con la meta principal de desahogar trámites mi-gratorios mutuos.
En la práctica son, además, puestos privilegiados de observación mutua y la respectiva avanzada de cada gobierno para desahogar sus propias agendas en el territorio del adversario.
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