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México D.F. Miércoles 14 de mayo de 2003

Alejandro Nadal

Oro verde, el dólar después de Irak

La Casa Blanca no se cansa de afirmar que la invasión de Irak no tiene nada que ver con el petróleo. Eso es mentir con la verdad porque asegurar la supremacía de Estados Unidos en el nuevo siglo americano pasa más por consolidar la hegemonía del dólar que por controlar físicamente los campos petroleros.

En el extraño circuito económico mundial, Estados Unidos produce unos pedacitos de papel verde llamados "dólares" y el resto del mundo produce bienes y servicios que se compran con esos papelitos verdes. Las economías del mundo compiten para obtener dólares para pagar sus deudas (también denominadas en dólares) y acumular reservas. Mientras exista la certeza de que los dólares serán aceptados por todos, la economía mundial seguirá aceptando dólares de Estados Unidos en pago de los bienes que exportan. En el caso de algunas mercancías básicas, como el petróleo, la cotización en dólares es clave.

La inversión de las reservas en activos estadunidenses crea un superávit en la cuenta de capital de Estados Unidos y consolida la hegemonía del dólar. Pero ese superávit es la contrapartida del monumental déficit en la cuenta corriente estadunidense. En los últimos 15 años, Estados Unidos dejó de ser un acreedor y se convirtió en el mayor deudor del mundo. Hoy sus pasivos totales netos superan 2.5 billones de dólares, equivalente a 25 por ciento de su producto interno bruto. Se estima que para 2006 la posición deudora de Estados Unidos alcanzará 3.5 billones de dólares. En pocos años puede superar 50 por ciento del PIB estadunidense, posición claramente insostenible.

Aún no se sabe cómo va a reventar esta situación, pero hay varios escenarios plausibles. Por ejemplo, si para enfrentar sus compromisos financieros (derivados del ruinoso rescate bancario) el gobierno japonés se viera obligado a vender sus activos financieros denominados en dólares (Japón posee 15 por ciento de todos los bonos del Tesoro estadunidense), eso desataría un ataque contra el dólar, pues otros acreedores de Estados Unidos buscarían huir del dólar.

Se puede creer que el escenario es de ciencia ficción porque se cree que el poderío militar estadunidense permite cerrar la brecha financiera, ya que el dólar se acepta como moneda de referencia porque está asociado a una sensación de seguridad. Pero eso no es evidente: las fuerzas económicas asociadas a la liberalización financiera mundial no siempre van a reconocer esa parte de la ecuación sobre todo si existe una moneda capaz de competir con el dólar.

Por eso el vínculo entre la invasión de Irak y la guerra monetaria es inmediato: en el año 2000 Irak fue uno de los primeros países en convertir parte de sus reservas a euros. Los comentaristas anglosajones pronosticaron que esa medida le costaría a Irak millones de dólares. En realidad, éste obtuvo más de 16 por ciento de ganancias por los cambios en el valor del euro medido en dólares durante ese periodo. Irak no estuvo solo: más de la mitad de las reservas de divisas de Irán ha sido ya convertida a euros. Y en el seno de la OPEP, Libia ha promovido la cotización en euros desde hace tiempo. Venezuela no ayudó al dólar con sus esquemas de trueque petróleo-mercancías con unos 13 países. Finalmente, el deterioro de la relación Washington-Riad fue determinante: la guerra permitiría controlar las reservas de Irak y conjurar la amenaza de cotizaciones en euros para el crudo.

La OPEP no es la única amenaza a la hegemonía del dólar. Como el rendimiento de instrumentos denominados en dólares es inferior, Rusia duplicó el volumen de reservas en euros, pasando a 20 por ciento de sus 48 mil millones de dólares de reservas. El Banco de Canadá, el Banco del Pueblo de China y el Banco Central de Taiwan están demandando euros. Hace un año, 10 por ciento de las reservas de divisas de todo el mundo (unos 2.4 billones de dólares) estaba en euros y hoy ese monto rebasa 20 por ciento

El déficit en cuenta corriente de Estados Unidos seguirá creciendo (ya alcanza un portentoso 5 por ciento del PIB estadunidense) y el valor del dólar seguirá cayendo. La Reserva Federal enfrentará presiones económicas opuestas. Reactivar la economía requiere tasas bajas, pero el financiamiento del déficit externo necesita recompensar a los acreedores externos. El valor del euro relativo al dólar en los próximos años tenderá a subir. Aun si el dólar experimenta una recuperación de corto plazo si se estabiliza la situación en Irak, la hegemonía del dólar está herida de muerte. La turbulencia internacional será intensa en los próximos años. Mientras tanto, la agenda social y ambiental mundial (pobreza y estancamiento, cambio climático, biodiversidad, deforestación, acuíferos sobrexplotados) quedará relegada a un plano secundario.

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