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E S P E C T A C U L O S
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México D.F. Martes 13 de mayo de 2003

Mucha buena música y dos detenidos por desorden, saldo a la medianoche del domingo

Más de 64 mil jóvenes roquearon macizo y sabroso en el Vive Latino

El público, más maduro, mostró mayor cohesión y menor interés por el destrozo En la segunda mitad de la jornada Café Tacvba rebasó la convocatoria con su impecable sonido y pop-tecno-folclor

PARTICIA PEÑALOZA ESPECIAL

Saldo a la medianoche: titipuchal de buena música, sólo dos detenidos por "desorden" y un total de 64 mil 200 jóvenes (10 mil más que la versión anterior), quienes retacaron festivamente el Foro Sol la tarde del domingo en el Vive Latino, una de las conjunciones musicales de rock, electrónico, ska y hip hop más sobresalientes de Latinoamérica, que en su cuarta edición brilló por su elenco de primera línea, su mejora en sonido, orden y seguridad, mas con la enorme falla de que, frente a un calor del diablo, el abasto de agua y refresco se agotó cerca de las 7:30 de la noche, a cinco horas de que la música callara (luego que desde las cinco de la tarde ya no hubo cerveza).

Si al mediodía el mayor número de asistentes fue con Panteón Rococó, hacia la noche la convocatoria fue rebasada por Café Tacvba que, con su impecable sonido y pop-tecno-folclor, sigue dando cátedra de lo que es ofrecer un trabajo musical de calidad y gran simpatía. En segundo lugar estuvo el combo cumbiambero-ragga-norteño de El Gran Silencio, en el escenario A, seguido por los también regios pero funk-electro-samba-polketos de Kinky, en el escenario B. Y mientras al de electrónico acudió un promedio móvil de entre tres y cuatro mil morros, el de hip hop lució triste con promedio de no más de mil.

Luego de que Natalia Lafourcade no alcanzara a cantar sus hits por ser bajada del escenario (aunque lo negó) y de que el triunfante aunque largo set de Panteón Rococó inaugurara el primer retraso, pasada la hora de la comida chatarra (hot dogs, papitas, sopas instantáneas), el sol seguía pegando con fuerza, lo que sumado al baile y las caminatas (ir al escenario B era una excursión) hizo que rostros hinchados pulularan reclamando bebida; las tomas de agua en los baños se mantuvieran abiertas, mientras la gente sumergía la cabeza (el líquido caía cual cascada de las tarjas), y cientos se apiñaron a la sombra de las gradas.

A pesar de todo, en los ojos asomaba la alegría que la música, la comunión generacional y el baile provocan. Fue muy notoria la evolución del público: más maduro, mostró mayor cohesión y respeto por la música y menos interés por el destrozo. Atrás quedaron las guerritas de botellas plásticas, arrojar objetos al escenario, el eslam extra-violento. La que no se salvó (es ya una tradición) fue la manta que protegía el pasto, arrancada en grandes trozos por doquier para lanzar a las chicas al aire, derecho al cual ellas tenían acceso una vez que se levantaban la blusa.

Imposible ver a todos

Elemento a favor fue que, aunque los escenarios estaban más distantes, el esfuerzo valía la pena, pues el actual diseño de sonido hizo que ningún audio se encimara como otras veces. Pero por más que uno quisiera desquitar los 250 pesos del boleto asistiendo a todo lo deseable, varias bandas buenas tocaban a la vez y era imposible verlas, amén de que en la pura caminada uno se perdía la mitad de un show.

A las 17 horas apareció Vicentico, frontman de Los Fabulosos Cadillacs, quien guapachoso, con una banda regular, reunió a miles de fans del extinto grupo argentino; tuvo buena respuesta cuando tocó temas de LFC, pero no prendió del todo y muchos se movieron. Comenzó a nublarse y una breve pero efectiva lluvia refrescó a los asoleados, que ni se inmutaron; al contrario, tomaron un segundo aire, ya para ver a los argentos de Babasónicos o los regios de El Gran Silencio. Los primeros tuvieron chida respuesta a su deschavetado rock alterno, aunque la carpa que los cubría voló; divertidos, tocaron mientras sus instrumentos se mojaban.

Por su lado, El Gran Silencio hizo estragos bullangueros; el himno Dormir soñando hizo que con los brincos el suelo temblara; sonaron mucho mejor que antes y con nueva sección de metales. En el público, una runfla, bajo una larga tira de manta cubre-pasto, jugó al dragón chino culebreando entre la masa. En el B tocaba Plastilina Mosh, que ofreció un gran show con su tecnorrock divertido; lucieron más punks y new wave. Pero muchos los abandonaron, pues ya le tocaba a Café Tacvba, cuya larga prueba de sonido retrasó de nuevo el horario.

Exitos del rock en tu idioma

Deshidratada y todo, la banda se puso más loca y emotiva con el Tacvba; más temblar del suelo, pues el cuarteto eligió muy buen repertorio, incluyendo aclamado popurrí jaranero con éxitos del rock en tu idioma. Casi vacíos los otros tres escenarios. Una pena para con el gran DJ Bostich y los raperos de Sociedad Café. Ya todos chamagosos, skatos, punketos y alternoróquers bailaron elevando sus muñequitos de personajes de Plaza Sésamo. Jumbo sufrió también el tacubazo y su audiencia fue regular, a pesar de su impecable interpretación pop. ¿Cartel de Santa o Kinky? Muchos más se fueron con los segundos; convocando a unos 15 mil, sus brincolines integrantes y sus potentes secuencias con acordeón pusieron de buenas y a bailar cual chapulines. MC Babo del Cartel de Santa rapeó para unos cuantos.

Los asistentes no daban más y cerca de la mitad comenzó a retirarse. Los guitarrazos de Molotov recibieron a un público exhausto y a un equipo de sonido ídem, lo que provocó que los intérpretes de Chinga tu madre sufrieran varias desconexiones de energía. Aunque ya no sonaron frescos, sino gastados en sus obscenidades, la gente los vitoreó, sobre todo con Frijolero y Puto. Los Enanitos Verdes hacían rebotar a lo lejos sus viejas notas contra el concreto semivacío, mientras unos 10 mil necios se quedaban a rebotar con el macizo hardcore de Resorte; el grupo agradecía a los sobrevivientes su permanencia. Los ríos de gente eran inminentes hacia la salida cuando las manecillas se juntaban en lo alto. Apaleados los asistentes, mientras algunos se apretujaban cual perro hambreado sobre los puestos callejeros de refrescos, el Vive se iba poniendo muere, mas con la satisfacción de haber roqueado macizo y sabroso.

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