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México D.F. Martes 13 de mayo de 2003
Teresa del Conde
Germán Venegas en La Esmeralda
Como clausura de la muestra de Germán Venegas en la galería de La Esmeralda, en el Centro Nacional de las Artes, su director Arturo Rodríguez Döring, convocó el pasado jueves a una mesa redonda a la que asistieron no sólo los alumnos, sino también estudiosos y especialistas de otras dependencias a quienes les ha interesado desde tiempo atrás la trayectoria del artista. Javier Anzures, profesor de carrera, allí y en la ENAP; Carlos Ashida, director del museo Carrillo Gil, y quien esto escribe, colaboramos con Venegas para que la sesión reuniera los aspectos apreciativos (o sea los críticos) con los pedagógicos. Acertadamente, Anzures proyectó carrusel y medio de diapositivas que abarcan buena parte de sus modalidades expresivas antes de que se iniciara la discusión, que, así las cosas, no se redujo a comentar la muestra, museografiada en el mismo ámbito en el que nos encontrábamos.
Venegas siempre habla no de ''sus creaciones" y ni siquiera de ''sus producciones". Se refiere constantemente a ''sus trabajos", se trate de ''los trabajos en altorrelieve" o de las pinturas en colores óxidos, casi monócromos, que yo vinculo con algunos rasgos de la pintura pompeyana o bien de aquel relieve de grandes dimensiones que por intermedio de la galería OMR adquirió el entonces recién fundado Museo de Badajoz, a partir de una de las ferias Arco.
Después de haber pasado un periodo identificable como típica crisis creativa, Venegas dice haber leído El legado de Apeles, título que se corresponde con un volumen del desaparecido maestro sir Ernst H. Gombrich (1910-2001), uno de los mayores historiadores del arte del siglo XX, sobre todo a partir de su Story of art (Historia del arte) que lleva tres ediciones y 17 reimpresiones en muchos idiomas y también de The sense of order (El sentido del orden), el más conocido de sus ensayos sobre sicología de la percepción.
Las pinturas que Venegas presentó en La Esmeralda fueron realizadas, excepto una, en 1998. Se pintaron, creo, por compulsiva necesidad expresiva y acusan la sprezzatura característica de este pintor. Si se quiere se propusieron ser bad paintings, pero ni a contrapelo lo consiguieron debido al invariable buen pulso que evidencian. Pertenecen a un rubro que podemos vincular con el de los nuevos salvajes alemanes, es decir, al neoexpresionismo, pero sentido muy a la mexicana. Todas esas figuras, planteadas en ambientes paradisiacos de vegetación, podrían estar sacadas de templos hindúes o japoneses y traducidas por el artista a su propio sentir expresivo.
Se antoja que algunas de ellas son unas nuevas Señoritas de Avignon, fuertemente erotizadas -no planas- sino volumétricas y carnosas, con senos y nalgas prominentes. Salvo en uno de los trabajos, que acusa cierto mimetismo, no hay traza alguna de naturalismo en ellas: conjugan ciertos elementos del mundo prehispánico, sin glosa alguna directa, y también, como he dicho, provocan la evocación de la creación brahamánica que orna la casi totalidad de aquellos templos en los que lo erótico siempre está imbricado con lo religioso.
La exposición fue situada por los ponentes en el contexto de la trayectoria del artista a partir de las primeras obras que muchos pudimos observar de su mano, aproximadamente de 1982 en adelante.
Nacido en Magdalena Tlatlauquitepec, estado de Puebla (1959), Venegas empezó a darse a conocer, hasta donde recuerdo, en los Encuentros de Arte Joven que desde su sede inicial, la Casa de la Cultura de Aguascalientes, itineraban (e itineran) a otras ciudades, incluida la capital. También se hizo presente en varias versiones de la Bienal Tamayo y en las exposiciones del Salón Nacional de Artes Plásticas.
Un punto importante en su trayectoria está referido a la exposición Polvo de imágenes (título de Octavio Paz), que se presentó en el Museo de Arte Moderno entre agosto y noviembre de 1992. Ampliada con trabajos anteriores a aquellos relieves pictorizados que me recordaban a la vez el arte medieval románico y las momias de Guanajuato, esa muestra tuvo también sede de exhibición en el Museo de Arte Contemporáneo de Monterrey.
Javier Anzures se refirió a la ''visión humanística" de este pintor, aludiendo a la vez a su innegable barroquismo, un barroquismo mestizo, como lo son todos, me dije yo. Carlos Ashida exaltó su destreza como tallador, pero no se quedó allí, la contrapuso y con razón a un ''campo primigenio original" de gran energía y potencia. Venegas se ha involucrado intensamente con principios budistas y no sólo eso. Ha continuado el proceso de los ya legendarios relieves del ahuehuete, trabajando esculturas de bodisatvas de formato enorme. Hay una que mide seis metros de altura. Todas son tallas en madera y ojalá, como se anunció, se expongan en el próximo Festival Internacional Cervantino.
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