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México D.F. Martes 13 de mayo de 2003

Hasta marzo habían retornado a México 3 mil 539 menores, según datos oficiales

Proliferan cruces de miles de niños indocumentados a EU

Para evitar el riesgo de una travesía por el desierto, los padres los dejan en manos de coyotas

Lejos de sus progenitores, muchos de ellos son detenidos por autoridades migratorias

ROSA ELVIRA VARGAS

Sólo en lo que va del año, en el cruce fronterizo entre Agua Prieta, Sonora, y Douglas, Arizona, han sido repatriados 63 menores de edad, quienes eran llevados a Estados Unidos por coyotas para reunirlos con sus padres, indocumentados también, pero que realizan la travesía por el desierto y quieren evitar ese trance a sus hijos.

Este fenómeno, de fuerte impacto social, se acentúa en este corredor fronterizo, que en estos días acusa un elevado flujo migratorio, pero es práctica común en casi todos los puertos de cruce.

A marzo de este año, la Dirección General de Protección y Servicios Consulares de la cancillería mexicana reporta el retorno de 3 mil 539 niños, aunque no en todos los casos fueron interceptados por las autoridades migratorias de Estados Unidos en los puentes, pues hay otras circunstancias alrededor de los infantes.

Miguel Escobar es el cónsul general en Douglas. Su tarea se ha vuelto rutinaria en la atención de este problema, pero no es por ello menos impactante y difícil, pues en ocasiones se trata de niños de apenas unos meses de nacidos que los padres dejan en manos de mujeres con residencia legal en Estados Unidos -o con mica de residentes fronterizos- para que se los entreguen "de aquel" lado.

"Llega aquí, a Naco o Agua Prieta, un matrimonio que va a Phoenix, a Chicago, a donde sea, y quiere traerse a la familia. Y como está muy duro por el desierto y es sumamente peligroso, no quieren arriesgar a sus hijos. Entonces llegan a un arreglo, casi siempre con mujeres de ciudadanía estadunidense o con residencia legal, que más o menos tienen establecido un mecanismo de operación, pues se dedican a eso, y ellas se encargan de pasar a los niños", explica.migrantes-frontera-chis3

De ese modo, en tal o cual casa de huéspedes se los entregan a una mujer para que los cruce mediante subterfugios por los puertos de entrada en los que supuestamente no hay riesgo. Ellas los hacen aparecer como que son ciudadanos de Estados Unidos, sus hijos o sobrinos, usando actas de nacimiento que corresponden a otros menores, y de ese modo los intentan pasar casi siempre de noche, porque es entonces cuando los niños dizque van dormidos, aunque en ocasiones, como lo que acaba de pasar, la realidad es que los llevan sedados.

"De esa manera los controlan -añade Miguel Escobar-, los llevan acostaditos en los asientos para que cuando la migra se asome a los carros los vea dormidos, no los despierte y los deje pasar. Esa es la mentalidad. Pero a estas alturas la migra ya está extremadamente atenta a este tipo de casos y está revisando, como dicen aquí, con peine de diente fino todos estos vehículos que pasan con chamaquitos sospechosos, y entonces los llevan a segunda inspección en las garitas y bajan a los niños, a las coyotas, los empiezan a interrogar y por lo general los pequeños dicen todo, porque ya son mayorcitos..."

Cuando los padres entregan a sus hijos para el traslado a Estados Unidos es porque ya tienen apalabrado a su propio coyote, que los llevará por el desierto, y quedan de acuerdo para encontrarse con los niños en Douglas, en Tucson o en Phoenix. Hay gente que les cobra por adelantado y otros lo hacen al entregar a los pequeños.

La odisea de los infantes apenas tiene aquí, en la garita, uno de sus momentos más críticos, pero no el último.

"Los migras no tienen problemas. Ellos los descubren y los dejan en una oficina llena de gente armada, uniformada, lo que resulta un hecho traumático para los niños. Llaman al consulado de México, que de inmediato y sin importar la hora que sea, entrevista a los menores (cuando se puede) para tratar de saber dónde están sus padres, pues por lo general la traficante no proporciona un solo dato. De inmediato tratamos de localizarlos, pues sabemos que si no los ubicamos oportunamente nos va a costar más trabajo después."

Cuenta el cónsul Escobar que enseguida personal de Instituto Nacional de Migración empieza un recorrido por las casas de huéspedes y los hotelitos de A-gua Prieta y Naco, para encontrar a los padres antes de que crucen, pues generalmente mandan a sus hijos por delante asumiendo que ellos conseguirán entrar a territorio de Estados Unidos.

"Con frecuencia sucede que cuando los buscamos, ellos ya iniciaron la travesía y lo único que nos queda por hacer es irnos al DIF municipal de Agua Prieta -Casa Pepito, que es excelente- y ahí quedan los niños bajo custodia de su personal y tienen comida y alojamiento.''

Y prosigue la búsqueda de los padres u otros familiares, ahora en sus lugares de origen. "Pero también sabemos que los mismos padres, si es que tuvieron éxito en atravesar la frontera, al ver que no llegan sus hijos nos empiezan a preguntar por teléfono en el consulado. En ese momento los agarramos, los regañamos para hacerles ver la gravedad de lo que hicieron y prácticamente los obligamos a venir, porque tenemos que entregar a esos niños a sus padres o a un familiar en primera línea".

Una experiencia traumática

Escobar habla enseguida de lo que él llama "otro tipo de drama". Si los padres tuvieron éxito en el cruce y ya están de aquel lado, "tienen que regresar por sus hijos, y una vez que lo hagan ya no podrán volver, lo cual era, por supuesto, su objetivo original".

Lo trascendente es el trauma, el drama que viven estos niños. "Visualice: son las diez, once de la noche. Súbitamente están tres niñitos -es muy frecuente que viajen los hermanos- de distintas edades. Ven con sus ojos llorosos a un montón de desconocidos. La gente del Servicio de Inmigración con sus armas, y luego llega otro personal, el del consulado, totalmente desconocido, que los llama para interrogarlos. Y después, si no localizamos a los padres, los subimos a nuestros carros para llevarlos al Instituto Nacional de Migración, y ahí, si no localizamos a sus familiares, los llevamos al DIF. Para entonces ya es medianoche. Un policía abre la puerta del albergue y a veces los pequeños se nos quedan prendidos del carro, pues no saben adónde los llevamos; es traumático".

Esta es apenas una parte del fenómeno de la migración y sus efecto en los infantes. Porque hay otra categoría, los llamados "menores transfronterizos", que son aquellos originarios de las mismas ciudades limítrofes y que cruzan por sus propios medios exponiéndose a otros peligros.

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