El hacinamiento hace ver como de la misma familia a las 946 personas damnificadas

El incendio en GAM sólo exhibió precariedades

MIRNA SERVIN VEGA

La historia se repite en la ciudad: un predio irregular habitado por cientos de familias hacinadas, cuyas condiciones de vida se dan a conocer a consecuencia de un siniestro.

Luego del incendio ocurrido el domingo en la tarde en una bodega de la delegación Gustavo A. Madero, 280 familias que habitan un predio irregular contiguo fueron trasladadas a un campamento montado en la calle lateral al inmueble -ubicado en Ferrocarril Hidalgo y San Juan de Aragón- para que elementos de Protección Civil revisen la magnitud de los daños causados por la conflagración.

La mañana siguiente: visitas de funcionarios, desayunos en charolas de unicel, catres y un convenio de vivienda que se signó desde septiembre del año pasado, pero que continúa en el papel.

Mientras tanto, 236 niños y 189 niñas durmieron, jugaron y tomaron sus alimentos en la calle, en espera de que "no pase una generación más en estas condiciones, pues nosotros ya llevamos 10 años de vivir así", cuenta Marcela, que llegó ahí con la promesa del entonces Partido del Frente Cardenista de obtener una vivienda, "pero sólo nos usaron para asistir a sus campañas políticas".

Durante el incendio la escena fue la misma. El candidato priísta a diputado federal por el séptimo distrito, Manuel Acevedo González, se presentó al lugar para expresar su apoyo a los afectados y a repartir pequeños calendarios en los que aparecía también su fotografía, nombre, puesto al que aspiraba, teléfonos y dirección de su módulo de atención.

Pero para las 946 personas que habitan este predio y que se agrupan en el Movimiento Independiente en Lucha por una Vivienda (MILV), las promesas no son suficientes. Pagan cinco pesos por familia a la semana "de manera voluntaria" para que sus representantes gestionen los trámites de construcción de sus viviendas, pero también son advertidos de que "quien no les caiga bien se queda sin nada".

Ellos ya son como una familia, dicen las vecinas, pues "conocemos todo de todos. Hasta hemos visto salir al marido de otra de la casa de enfrente". Y es que las "casas", como las llaman, son espacios de un máximo de cuatro por cuatro metros, delimitados con plásticos, tela, cartón y, en algunos casos privilegiados, con láminas de asbesto.

"Todo se oye aquí, pero nuestro principal problema son las infecciones", cuenta Adriana. "Estamos adentro y ya vimos pasar una rata y las cucarachas aparecen hasta en la comida."

Para las dos naves, como llaman a las divisiones del predio, hay sólo tres baños; uno para los hombres y dos para las mujeres, "aunque uno casi siempre está tapado". La luz es tomada mediante diablitos y el agua potable es repartida en pipas que vienen sólo cuando se solicitan.

No obstante, la mayor preocupación son los niños, pues gran parte de los habitantes de este lugar son madres solteras que tienen que salir a trabajar todo el día y por lo menos tienen dos hijos en edad escolar. Hace un año un niño se ahogó dentro de una cisterna, por lo que dejar solos a los menores en este lugar "es lo más difícil".

Curiosamente, son ellos, quienes como si fueran ajenos a su precaria situación y vulnerabilidad, disfrutaron de la carpa con colchonetas y su sombra para brincar, jugar canicas, jalar a sus perros con las bandas amarillas de plástico que se utilizan para delimitar las áreas de riesgo e inundaron las calles con carreras, risas y juegos.

Sin embargo, el hacinamiento en que viven es tal que, dicen, "ya somos como de una misma familia. Todos estamos emparentados con todos". Los que llegaron aún siendo niños se han casado y tenido hijos desde muy jóvenes con los mismos habitantes de aquí. "Mire a esa chamaca, Ƒcómo cuántos años cree que tiene? Pues ahí donde la ve, ya tiene dos hijos."

La preocupación de todos sigue latente. "No queremos regalado nada; sabemos que tenemos que poner para nuestra casa, pero que ya no nos engañen." Dicen conocer de la existencia de un proyecto ejecutivo para construir viviendas hecho por la delegación y que la construcción corresponde al Instituto de Vivienda del Distrito Federal, pero "hasta ahora nada de nada".