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México D.F. Martes 13 de mayo de 2003

Marco Rascón

Organizar para pensar; pensar para luchar

Característica común de los partidos políticos mexicanos en la "transición pactada" fue dejar de pensar, por lo que la convención del PRD debe tener como objetivo organizar para pensar, pensar para luchar.

Diatriba, mercadotecnia, actitudes reactivas e inmediatismo constituyen la médula del sistema de partidos que está llevando al país hacia ninguna parte. Los discursos de los dirigentes partidarios (únicos interlocutores de los medios), propietarios exclusivos de la política, son un conjunto de palabras mal acomodadas que lo mismo podrían estar en la boca de uno u otro, selladas indistintamente con los colores blanquiazul, tricolor o negro y marillo. Una sola idea propia no existe.

Inquilinas de los lugares comúnes, las burocracias partidarias defienden su lucha por el raiting y buscan la captura de votos a partir de expresiones gubernamentales. El clientelismo generalizado a veces se presenta al mayoreo mediante grandes obras públicas, pero también al menudeo con el reparto de ayudas. Todos censuran los montos de los repartos, pero nadie cuestiona las políticas clientelares, porque al final todos las practican y justifican como parte de una "política social", filantropía o caridad, mas siempre reflejan en conjunto la degradación de la política, ya que es su única manera de asegurarse votos. A falta de ideas, todos los partidos se han colgado del clientelismo.

La complicidad de los medios de comunicación cierra el escenario y fortalece el conservadurismo pragmático que baña a la sociedad, lo mismo que a partidos e instituciones. Para ello la primera condición de la "transición pactada" se ha cumplido: desorganizar a la sociedad y fragmentarla, individualizar las expectativas y vincular a los ciudadanos con la política, mediante una tarjeta o una promesa. Cumplir o no cumplir es la prueba para los candidatos-gobernantes a partir de un discurso de reclamos mutuos que los partidos elaboran para esconder la responsabilidad de la sociedad en asuntos públicos.

Políticos y partidos no quieren competencia; por eso deshicieron, combatieron y destruyeron todas las formas de organización social, desde sindicatos, movimientos populares, frentes de masas sectoriales y regionales hasta organizaciones campesinas.

Las siglas existen mientras el contexto sea electoral y remate en una cámara o acuerdo cupular para la foto. Los reclamos de los movimientos insurgentes para luchar por la independencia son débiles y escasos, y rápidamente son cercados por los operadores institucionales, quienes exigen rendición cuando las demandas son estructurales o ponen en peligro al actual sistema de representación política, cerrado y excluyente.

La barrera desde la que se determina quiénes existen en política la erigen los medios de comunicación y la comercialización del tiempo. El 85 por ciento del presupuesto que el IFE ha destinado a esta elección federal (pago de prerrogativas, difusión y organización de la elección) será para Televisa y Tv Azteca.

La burocracia perredista fue penetrada por la vía de los negocios, lo que entraña mayores implicaciones para el PRD que para otros partidos, ya que su dirigencia convirtió su ineptitud y mediocridad en un rentable negocio al hacer de la "representación de la izquierda" una mercancía que la oligarquía empresarial y financiera compra gustosa, sobre todo porque lleva sello de garantía: desmovilización, pesimismo, pérdida de identidad ideológica y desarmes táctico y estratégico.

Así, la unidad oligárquica vive uno de sus mejores momentos, pues no avizora en el horizonte a nadie que ponga en peligro los términos y las condiciones de la "transición pactada", mientras existe un gran vacío conceptual y político. A contracorriente, la intelectualidad democrática y de izquierda tiene una gran tarea no sólo para pensar y diagnosticar sobre la estructura del pesimismo, sino para traducir los conceptos en ideas políticas que articulen la práctica. En ese sentido se requiere un coloquio de otoño posterior a las elecciones, donde un acto de alto nivel conceptual, sincero e ideológico constituya el detonante que rearticule las ideas y una nueva práctica política. No basta con la voluntad escueta para corregir y disputar la identidad perdida: es necesario abrir el terreno de las ideas para definir el proyecto nacional y hacer de la izquierda una fuerza política que se deslinde del partido-negocio y que llene ese vacío.

Las ideas articuladas y la práctica congruente son la base para retomar la iniciativa y llenar los espacios. Se necesita refundar el debate nacional desde la perspectiva de la necesidad política y no de los medios de comunicación convertidos en fines. La política requiere una refundación que parta de la conciencia sobre el gran desastre nacional y sus soluciones. Se necesita ver los grandes problemas del país no desde la miopía partidaria y electorera, sino desde la perpectiva de los transformadores.

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