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México D.F. Lunes 12 de mayo de 2003
TOROS
Ante seis bravos erales de San Marcos, los niños
toreros hicieron de las suyas
Tenorio y Adame triunfaron en Aguascalientes
Juanito Chávez, petición de oreja, dos
avisos y apoteosis al final del festejo
LUMBRERA CHICO ENVIADO
Aguascalientes, Ags. 11 de mayo. Una vez que la
tradicional feria de esta ciudad corroboró que nada nuevo está
sucediendo en el planeta mexicano de la fiesta brava, hoy se dio una corrida
de erales procedentes de la ganadería de San Marcos, bien presentados,
con un promedio de 340 kilos, para el trío de niños toreros
que forman Hilda Tenorio, Joselito Adame y Juanito Chávez.
La gente, como era de esperarse, derrochó entusiasmo
y paciencia para retratarse ante las rejas de las taquillas y produjo un
lleno casi total en la soberbia plaza de San Marcos, que tiene una capacidad
de 4 mil espectadores. Bajo el sol excesivamente esplendoroso que está
derritiendo a la mayor parte del país y con un ambiente espléndido,
el festejo comenzó a las seis de la tarde, esto es, dos horas después
de lo que se acostumbra. Pero habría sido un crimen, para el público,
las reses y los alternantes, que timbales y clarines ordenaran el inicio
del paseíllo a las cuatro en punto.
Con un largo ¡olé!, que estremeció
los cementos de las tribunas, los aficionados saludaron las primeras notas
de la banda, mientras Hilda Tenorio se quitaba la montera a su paso por
el centro del redondel. Muchas personas acudieron desde pueblos y ciudades
vecinas concretamente para observar de cerca de esta pequeña y bravísima
artista, que el pasado primero de febrero, en la plaza de La Luz, en León,
Guanajuato, sufriera una espantosa cornada en el rostro por la que tuvo
que recibir más de 80 puntos de sutura.
Valiente y triunfadora
Lejos
de sentirse intimidada por la herida, Hilda se abrió de capa ante
su primer enemigo y lo toreó por verónicas, echando la pierna
para adelante y avanzando hacia los medios. Luego de la única vara,
a la que el bovino respondió con celo, intentó un quite por
chicuelinas y lo remató con el manguerazo de Villalta. Con la muleta
se lució en dos mandones pases de la firma, antes de correr la mano
por la derecha con aplomo y lentitud, y porfiar un poco por la izquierda,
con menos espectacularidad. Por último, señaló una
buena estocada y cortó la primera oreja de la tarde.
Delante del cuarto del encierro, la niña volvió
a prodigarse con el percal y con la franela, para redondear una segunda
faena, salpicada de adornos y detalles, acompañada de aplausos al
final de cada serie, que volvió a coronar con un excelente espadazo
en todo lo alto, obteniendo una oreja más. Con estos dos apéndices,
a la postre, se convertiría en la máxima triunfadora de la
fecha.
Adame, vuelta y pelo
Precedido por sus éxitos en todas las arenas que
pisa, Joselito Adame fue acogido por su público en la misma
plaza donde el año anterior, a la corta edad de doce años,
se encerrara con seis novillitos bien cuajados y cortara cinco orejas estableciendo
un récord internacional. Cada vez más hecho, más dueño
de sí mismo y más seguro de sus habilidades, hoy salió
a darlo y buscarlo todo y estuvo, como siempre, puestísimo.
A su primer enemigo lo sometió con largueza y elegancia
en los tres tercios de la lidia, banderilleando con dramatismo, antes de
coger la muleta, girar en apretados molinetes, bajar la mano por el lado
izquierdo y entrar y salir del terreno del bicho a su antojo. Sin embargo,
debido a la poca eficacia de su acero, terminó dando una vuelta
triunfal después de una insistente petición de oreja. Pero
ésta no llegaría a sus manos sino al final de su trasteo
al quinto de la tarde, al que volvió a banderillear poniendo a la
gente de pie y obligándola a lanzarle sombreros y prendas durante
su desempeño con la flámula.
Chávez, mejor cada día
Para quienes lo vimos en su presentación del 30
de abril del año pasado en la Monumental Plaza Muerta (antes México)
y pudimos apreciar sus progresos hoy aquí, Juanito Chávez
parece ir ganando la pelea en lo que a la debilidad de su carácter
se refiere. Con esa sonrisa, llena de ángel, que parece pedirle
disculpas a la vida, el niño encantó a la afición
en sus dos turnos, pero a la postre, o mejor dicho, a la hora de la verdad,
no corrió con suerte.
Pero, a fuerza de crecerse ante la adversidad, estructuró
dos faenas muy completas. Al término de la primera, culminada con
un estoconazo de efectos retardados, el público sacó los
pañuelos pidiendo la oreja, que el juez a fin de cuentas no concedió.
Algo similar le ocurriría al final de la segunda, cuando clavó
su espada otra vez en buen sitio pero el cuadrúpedo se le amorcilló.
Y como Juanito pinchara en el hueso del testuz al intentar el descabello
en repetidas ocasiones, tuvo que escuchar dos avisos, pero el rostro se
le iluminó al ver que, muerto ya su enemigo, de las alturas brotó
el grito de "¡torero, torero!", que lo siguió hasta el patio
de cuadrillas.
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