.. |
México D.F. Lunes 12 de mayo de 2003
Jorge Santibáñez Romellón*
Vecinos distantes con un destino común
Nos guste o no, Estados Unidos está en el futuro y destino de México tanto como nosotros en el suyo. Sería un nacionalismo mal entendido pensar que nuestro desarrollo no depende de ellos y, aunque suene raro, el suyo también depende de nosotros, lo que sucede es que ni nosotros estamos convencidos ni menos aún le sacamos provecho. Los datos abundan: más de 3 mil 200 kilómetros de frontera común que representan casi un millón de cruces de personas por día, 12 millones de personas que habitan en esa frontera, lo que nos compran, el turismo, 23 millones de personas de origen mexicano que viven en ese país (con tasas de crecimiento cuatro veces superiores a las de los llamados anglos), de los cuales 9 millones son nacidos en México, 11 millones viven a menos de dos horas de la frontera y 4 millones permanecen de manera indocumentada.
Es importante reconocer que esa dependencia (o interdependencia, para que nadie se ofenda ni se sienta menos) continuará y se incrementará. Al menos la migración de mexicanos a Estados Unidos, aun bajo escenarios optimistas de crecimiento en México, incluyendo los de las campañas presidenciales, sólo por razones demográficas (sin tomar en cuenta las redes de familiares y amigos que nutren este proceso migratorio), seguirá creciendo hasta 2020 y México no está en condiciones de retener a cientos de miles de jóvenes que buscarán en la economía estadunidense el tipo de empleo que México no les puede ofrecer. A su vez, la economía estadunidense los recibirá, no con brazos abiertos, pero sí sedienta de mano de obra joven, dócil, barata y poco calificada. Aceptar esa dependencia, como sociedades y no sólo entre los gobiernos o en reuniones técnicas o académicas, es urgente. Siempre que se aborda el tema surgen voces alertando para que esa dependencia no se transforme en subordinación, sin que falten, a pesar de los datos que abruman, quienes levantan los brazos al cielo negando la dependencia.
Aceptada la dependencia como algo estructural de ambas sociedades, lo que sigue es buscar acuerdos en todos los terrenos de la relación, no sólo en los que a ellos les interesan. Es importante analizar y administrar la relación desde un punto de vista integral, con una visión de futuro, olvidándonos de acciones aisladas, no coordinadas y reactivas. En esa lógica a nadie debería indignar que se busque recuperar la relación que se tenía antes de que Estados Unidos iniciara la campaña que precedió a la guerra en Irak, sin que esto cuestione la posición que asumió México o que se aborde el tema de la seguridad tras los sucesos del 11 de septiembre.
Lo que desagrada es la falta de visión integral, los mensajes contradictorios, la poca claridad, los discursos con mensajes indirectos y ocultos, no trascender esos discursos, no encontrar acción que los respalde, la discontinuidad de las estrategias. ƑDónde quedaron los grupos binacionales que se formaron al inicio de las dos administraciones? ƑDónde quedó la visión de futuro con la que nos sedujo el discurso de Vicente Fox? Me pregunto si el Presidente de la República, tan amigo de esas metodologías, no podría retirarse unos días con su gabinete, los congresistas mexicanos más relacionados con el tema y con quien se considere que es o puede ser actor relevante en la relación México-Estados Unidos para analizarla, así como para definir estrategias, establecer metas y formas de evaluarlas, diseñar formas de prepararnos para alcanzar esos objetivos, en fin, para diseñar una política de la relación entre los dos países que incorpore todo, incluso nuestros compromisos.
Debemos darnos cuenta de que para tener éxito en ese proceso resulta fundamental "limpiar la casa". Un ejemplo: si en un acto, que hoy sería de ciencia-ficción, Estados Unidos aceptara un acuerdo migratorio que incluyera otorgar 300 mil visas anuales (menor cantidad no resolvería la migración indocumentada), me pregunto Ƒqué dependencia mexicana estaría en condiciones de administrar ese programa sin corrupción, sin utilizarlo políticamente y de manera eficiente?
El camino no es fácil, pero no hay que caer en fórmulas simplistas como la de seguridad a cambio de migración, eso sería aceptar la aberración de que si no hay acuerdo migratorio, entonces no colaboramos en la seguridad del vecino. En cambio, hay que aprender a leer mensajes: Santiago Creel no dijo "a cambio de", que fue lo que leyeron los medios en México, sino que hizo un llamado a la integralidad, es decir, seguridad y migración, a abordar ambos temas, no sólo el que a ellos les interesa de manera coyuntural. Por otro lado, negociar con nuestros vecinos no es fácil, nunca lo ha sido; la cultura popular mexicana los desprecia, pero en las negociaciones salen ganando, ya que buscan transformar la innegable asimetría económica en subordinación automática; se recurre con facilidad a estrategias que no corresponden a una relación de iguales. La contraparte aborda un tema y cuando nosotros buscamos abordar el de nuestro interés, dice: "ese no es ámbito de mi competencia". El mismo día que se aborda un tema en una reunión, invariablemente aparece un funcionario, en otra dependencia, dando señales en sentido contrario (sólo recuerde que mientras Creel hacía un llamado en San Diego para incorporar el tema migratorio, el Departamento de Justicia emitía un comunicado penalizando aún más la migración indocumentada, vinculándola al terrorismo). Buscan, pues, la departamentalización como figura opuesta a la integralidad; en este sentido el TLC es el mejor ejemplo: se aceptó abordar el tema comercial, pero no el social, y en esas condiciones no se puede hablar de esos acuerdos como plataforma de integración.
Mientras más tardemos en aceptar y administrar la dependencia, estaremos retrasando más nuestro desarrollo. * Presidente de El Colegio de la Frontera Norte
|