León Bendesky

Masaje

El país está sometido a un tratamiento de masaje con todo y maquillaje incluido. Desde el gobierno se dice que parte de su trabajo es difundir el optimismo, pero la terca realidad, como siempre es ese estorbo político, no parece dispuesta a adoptar el estado de ánimo oficial. Es verdad que un líder político debe ser capaz de infundir optimismo a su pueblo, sobre todo en épocas de grandes desafíos, como lo hizo Churchill durante la guerra. Pero una situación estática, que más bien tiende al deterioro como la que predomina en esta sociedad, no es campo fértil para optimismos. Optimismo era seguir a los Pumas en su aventura chilena por la Libertadores y ya se vio lo que ocurrió.

El masaje social es complicado en estos momentos y no admite mucha holgura. Por ejemplo, Eduardo Sojo, importante colaborador del Presidente, dijo en días recientes que la economía mexicana estaba en mejores condiciones que la de Estados Unidos, que había crecido más que aquélla en el último trimestre. Sería difícil que en una escuela de economía pudiera sustentar tal afirmación sobre alguna base técnica aceptable, menos aún con algún contenido político razonable. Eso fue masaje, pero ni siquiera se sabe a quién se le estaba aplicando.

Después recibimos el anuncio de un programa gubernamental más, otro sumado a la extensa lista de acciones, que luego no se conoce sobre sus resultados o el estado en que se encuentra su gestión. Esta vez fue en la Secretaría de Desarrollo Social. "Pa'quete alcance" se llama en una muestra más de que la publicidad es parte esencial del estilo político de gobernar. La secretaria Vázquez Mota anunció en una entrevista radiofónica la puesta en marcha del programa y citó varias, demasiadas, veces la aceptación que el mismo provocó en Enrique Iglesias que preside el BID, y Ƒqué quería de él?, si ante sus ojos y los de los demás burócratas internacionales se ha ido acumulando la pobreza en los años recientes en toda América Latina. Apenas la prensa sacó los promedios que significan las ayudas del nuevo esquema se evidenció que no estaba bien armado y ahora será hasta pasadas las elecciones de julio que se explicará su funcionamiento. De esta forma hasta un mecanismo de transferencias de recursos que en principio podría ser el eje de nuevas formas de asistencia social se debilitó desde el principio.

Ni la política económica que debe dirigirse de manera obsesiva a recobrar el crecimiento de la producción, ni la política social encaminada a recuperar aunque sea una parte del bienestar perdido de la población, deberían ser formas de masaje.

No hay hasta ahora una sola medida de gestión en esos campos que haya fructificado y alterado el curso del estancamiento que caracteriza a la sociedad mexicana. Ojo, salvo en un caso, el gobierno ha seguido una línea consistente, y es en el campo financiero. Hacienda y Banxico se han esmerado en mantener el déficit público en los estrechos márgenes prestablecidos (sin contar lo que deja fuera del presupuesto y contabiliza como Requerimientos Financieros del Sector Público y que puede ser hasta seis u ocho veces mayor que el déficit convencional) y en controlar las presiones sobre la inflación.

Pero los éxitos en este terreno no lucen lo suficiente: la estabilidad no se corresponde con el crecimiento y el esfuerzo es, a tres años de esta administración, todavía pírrico. El masaje financiero no acaba de preparar a la economía y que suba al cuadrilátero para dar el combate por el producto, la inversión, el financiamiento bancario, la productividad y el bienestar. Además de masaje necesita de una técnica para la pelea y de un plan y una estrategia, Ƒdónde están?

Hay asuntos que no se van a prestar al masaje y que están muy maquillados, como es cada vez más visible. Uno de ellos es el de las secuelas del rescate bancario aplicado por el ex presidente Zedillo, que dejó a la economía mexicana tullida, entre otros de sus muchos efectos adversos. Las fricciones son en torno a los pagarés de Fobaproa que están en el centro de aquel rescate y que constituyen una fuente de ingresos seguros y constantes para los bancos. El problema es cómo se van a redimir esos pagarés que están por vencerse, o cómo se seguirán pagando los intereses que devengan y por cuánto tiempo. El tema es espinoso por su efecto sobre el sistema bancario y las condiciones en que se vendieron los bancos durante los años que siguieron a la crisis. Lo es, igualmente, porque hay demasiados intereses y responsabilidades entre todos los participantes y un creciente control político, que no se asimila a los requerimientos técnicos ni económicos de la gestión de lo que queda del Fobaproa y de su sucesor, el IPAB.

El gobierno del presidente Fox no va a poder eludir la resolución del conflicto bancario abierto ya de plano por la Auditoría Superior de la Federación en torno al vencimiento de los pagarés de Fobaproa. De ello depende ir levantando un poco el ancla financiera que inmoviliza a la economía y que tiene al fisco al borde de la crisis. Aquí no hay masaje que valga y la opción que se tome señalará de manera clara las prioridades del gobierno. A las pruebas nos remitimos.