EN EL CHOPO

Javier Hernández Chelico

Cine y rocanrol

JUAN HELADIO ES un nombre que en los pasillos del Chopo todos relacionan con una palabra: cine. Se le asocia siempre con películas de culto, con filmes de colección, con videos inconseguibles. Lo que muy pocos saben es la historia chopera de este médico, filósofo y políglota: él asiste al mercado roquero desde que estaba instalado en el museo del mismo nombre; posteriormente, Juan Heladio acompañó al tianguis en su etapa itinerante: lo siguió por la San Rafael, la Santa María, el Poli, CU, Oyamel y ahora, en Aldama, ya es locatario del Tianguis Cultural del Chopo. Su afición por el rock italiano y el free jazz fue lo que lo acercó -allá por los años 80- al naciente espacio dedicado al trueque, venta y exhibición de discos, principalmente. "Era interesante ir cada sábado y encontrar a los amigos para platicar de cine, de literatura; echarse unas cheves... dejábamos un basurero, que a los vecinos les sirvió para pedir a las autoridades que desalojaran a los tianguistas de la calle de Enrique González Martínez". Y así sucedió.

PERO LA SUERTE de Juan se empezó a gestar un poco antes con un obsequio de su hermano, traído en uno de sus viajes, a finales de los años 70: una videocasetera, aparatejo que, por supuesto, cautivó al barbudo galeno. También fue su carnal quien le trajo las primeras películas en video. De ahí pa'l real: Heladio inició una sorprendente colección; actualmente, él es una de las autoridades en cinematografía del tianguis y un creyente de que el cine ayuda a elevar el nivel intelectual de quien se acerca al llamado séptimo arte. "Yo doy sucio dinero y ellos me dan cultura" exclama, entre irónico y jocoso, Juan Heladio cuando uno de los visitantes a su puesto le ofrece algún destacado trabajo del celuloide. Asimismo, acepta que su universo es el cine y señala su regocijo ante la generación espontánea de un círculo de amantes al buen cine por terrenos choperos.

PARA TERMINAR, COINCIDIMOS absolutamente con el doctor cuando afirma que el Tianguis de El Chopo es una fiesta. Sí, una fiesta con los invitados más insólitos e inesperados: desde el jovencito, casi niño, hasta el rocanrolero de más de 50 años; desde los papás que van con sus hijos neopunketitos, hasta la parejita vestida de negro que a pleno sol se da sus arrimones; nunca falta tampoco la chava guapa y atrevida que bajo su transparente blusa, muestra con orgullo la firmeza que ellas tienen antes de los veinte. Tienes razón Juan, El Chopo es una fiesta.

Alebrijes, surf y madres