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México D.F. Miércoles 7 de mayo de 2003
TERRORISMO Y TOTALITARISMO
El
jefe del gobierno español, José María Aznar, propuso
ayer al Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas que elabore una "lista
general" y única de organizaciones terroristas. A lo que puede verse,
la iniciativa no busca erradicar o combatir con mayor eficacia la práctica
ciertamente inaceptable del terrorismo, sino convertir a la ONU en instrumento
para perseguir a los enemigos políticos del propio Aznar y del presidente
George W. Bush.
Si hubiera en el plan de Aznar el más pequeño
rastro de buena voluntad y de legítimo interés por enfrentar
al terrorismo, el procedimiento habría debido empezar por la búsqueda
de consensos mundiales sobre lo que puede considerarse terrorismo, y luego
buscar mecanismos de cooperación internacional para hacer frente
al problema.
Pero si se procediera por la vía de las definiciones,
se habría evidenciado muy pronto la enorme similitud moral entre,
por ejemplo, los atentados del 11 de septiembre de 2001 en Nueva York y
los bombardeos aéreos de Bagdad año y medio después:
en ambas ocasiones, los autores intelectuales actuaron, con toda impunidad,
a miles de kilómetros de distancia del teatro de operaciones; en
ambas se asesinó a miles de civiles inocentes y se provocó
una cuantiosa destrucción material; en ambas, se buscaba llevar
destrucción, terror y muerte a las respectivas poblaciones con el
propósito de golpear a un adversario político.
Otro paralelismo inquietante, si se habla de terrorismo,
es el que existe entre los atentados de Hamas, Hezbollah y Jihad, por una
parte, y las represalias del gobierno israelí, por la otra. Tanto
en los ataques dinamiteros de terroristas aislados contra blancos israelíes
como en las incursiones aéreas y terrestres de Tel Aviv contra Cisjordania
y Gaza, la mayor parte de las víctimas mortales son, invariablemente,
niños, jóvenes, mujeres y ancianos no combatientes. Fuera
de eso, las únicas diferencias sustanciales entre los ataques de
grupos palestinos radicales y las respuestas del gobierno de Ariel Sharon
residen en el mayor poder de fuego y en la superioridad tecnológica
del segundo. Las organizaciones extremistas envían al blanco sus
explosivos en el cuerpo de uno de sus militantes; el aparato militar de
Tel Aviv lo hace mediante misiles, helicópteros y aviones suministrados,
por cierto, por el gobierno de Estados Unidos.
Por si hiciera falta algún elemento para dejar
en claro el carácter totalitario de la iniciativa de Aznar, ayer
mismo Condoleezza Rice lo puso en evidencia al informar que Washington
se apresta a incluir, entre su lista de "organizaciones terroristas", al
partido vasco Batasuna, ilegalizado por el gobierno de Madrid, a pesar
de que representa el intento de un sector de la sociedad vasca por expresar
mediante la política, y no mediante las armas, su demanda independentista.
Los aliados en la destrucción de Irak buscan, en
suma, disponer de una suerte de policía mundial que se encargue
de criminalizar y perseguir a sus opositores. No lograrán su propósito,
afortunadamente, porque Bush, Blair y Aznar, con todo y sus blasones como
devastadores de esa nación árabe, no son los dueños
del mundo, y porque semejante lista universal de grupos terroristas, cortada
y definida al gusto de Washington, Madrid y Londres, no sólo es
una clara expresión de absolutismo, sino también un disparate.
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