México D.F. Miércoles 7 de mayo de 2003
José Steinsleger
Las incógnitas del doctor K
Consuelo de pobres. Las encuestas apuntan a sentir que,
tautología al margen, la primera dama de los argentinos será
argentina. ¡Uf! Qué alivio... La pinochetista Cecilia Bolocco
de Menem ya no podrá ocupar el cetro de la Casa Rosada y el evitest
promete quedar en nada.
Antes de la primera ronda electoral del 27 de abril pasado,
los argentinos jugaban al evitest. "Si sumás Evita más
'la Cecilia' ¿qué te da?" Sin titubear, la mayoría
respondía "Isabelita", aquella doña de las tinieblas que
no bien murió el presidente Juan Domingo Perón, su esposo,
le dio luz verde a la Alianza Anticomunista Argentina (Triple A) y allanó
el camino del general Videla asesinando a casi dos mil personas entre dirigentes
sindicales y estudiantiles, abogados, periodistas y políticos de
izquierda (1974-76).
En los años 80, conforme el mapa político
de América del Sur retomaba el cauce democrático-institucional,
un cubano experto en la región me dijo: "Mira, chico. Hasta Lima
impera la lógica de García Márquez. De allá
para abajo... ¡todo es casca, chico, ¡casca!
¿O Argentina no es casca?"
Existe la tendencia a creer que la política argentina
está más cerca de Kafka que de Macondo. Apotegma difícil
de refutar porque muchos argentinos también creen que su país
es casquiano, olvidando que el "kafkianismo" argentino viene de
finales del siglo xix y fue expresado en un largo artículo de la
escritora Victoria Ocampo en momentos que la Triple A regaba de cadáveres
el país. "¿Qué nos queda?", se preguntaba Victoria,
respondiéndose: "El incomparable e inocente placer de cuidar las
rosas...", para concluir que "el pueblo es insensible a la belleza de la
naturaleza" (La Prensa, 10 de octubre de 1975).
Victoria no sólo soñaba con las rosas. El
centro de sus inquietudes era el destino incierto de la oligarquía
positivista que organizó la república liberal-conservadora,
que luego de la "conquista del desierto" y el exterminio de los indios
monopolizó las tierras y regaló fortunas al cónclave
de terratenientes, abogados, intelectuales, periodistas, empresarios y
políticos que administraron el Estado y dictaron las normas del
utilitarismo y del positivismo clásicos.
Mientras urgía a la Argentina atraer inmigrantes
y capitales, el ideal de la oligarquía se concretó en la
coexistencia de todas las ideas y la vigencia de todas las libertades individuales
que no pusieran en peligro sus posiciones en la economía y el gobierno.
Sin embargo, los plebeyos que descendían de los barcos traían,
a más de la fuerza de trabajo, las ideas de anarquistas, socialistas
y comunistas que en menos de medio siglo (1870-1920) se confundieron con
las de librepensadores criollos que empezaban a cuestionar el coto cerrado
de la sociedad ideal de vacas, mieses y cultura excluyente de la sociedad
real.
El yrigoyenismo (1916-30), producto de las clases medias
en ascenso, y el peronismo (1945-55), consecuencia del proceso de industrialización
atizado dialécticamente por la oligarquía vacuna y cerealera
golpeada por la crisis del capitalismo mundial de 1929, desbarataron el
esquema económico cultural europeísta dependiente y forjaron
la nueva sociedad que de 1945 a 1976 se lanzó a la búsqueda
de sí misma.
La generación heroica que exterminó la dictadura
militar (y que empezó con la "democrática" Isabel Martínez,
1974-83), el idealismo clasemediero neoliberal alfonsinista (1983-89) y
la liquidación de las conquistas sociales y remate del patrimonio
nacional del menemismo-delarruista (1989-2001) abarcan más de 27
años en que, cercados por los grupos nostálgicos de aquel
país vacuno, las mafias aupadas por el FMI y las "relaciones carnales"
de Menem con Estados Unidos redujeron a los argentinos a la lucha individual
y feroz por la supervivencia cotidiana.
¿Qué destino le aguarda, en este contexto,
al doctor K, Néstor Kirchner, quien en todas las encuestas suma
más de 60 por ciento de la intención del voto?
Con toda seguridad, en su discurso de posesión
Kirchner empezará diciendo la verdad obvia de que hereda un país
destruido por quienes lo antecedieron en el mando. Mas, si el gobernante
virtualmente electo convoca a una ilusa "unidad nacional";
si anuncia que gobernará para "todos";
si promete "honrar los compromisos externos" de la deuda;
si recurre a palabritas como "equidad", "pragmatismo"
y "eficiencia";
si omite aspectos claves como la urgente redistribución
del ingreso;
si criminaliza el conflicto social y los movimientos populares
que se organizan desde abajo;
si habla de "globalización" en lugar de integración
subregional en el Mercosur;
si le hace guiños al ALCA;
si le da las espaldas al clamor nacional de justicia por
los 30 mil desaparecidos y perdona a los banqueros y políticos corruptos
que acabaron con la Argentina posible de su juventud, el nuevo presidente
de los argentinos tendrá, desde ese momento, los días contados.
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