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México D.F. Miércoles 7 de mayo de 2003
Luis Linares Zapata
Las vergüenzas de los políticos
Nada asusta ni paraliza más a los burócratas
y a los políticos, ya sean legisladores o funcionarios de la rama
ejecutiva, que toparse con grupos o individuos con poder, con dinero en
masivas cantidades, personeros de potencias extranjeras o con los hombres
de iglesia. No importa de qué partido sean, el resultado es parecido:
mediatización, inmunidad, medianías u olvidos. El PRI francamente
se sesga ante el posible enfrentamiento y monta una patética lucha
intestina como distracción. Los otrora muy beneficiados por el dedo
del líder nato que han sido excluidos contra los autoritarios amafiados
que les arrebatan la exclusividad del privilegio, nada de importancia adicional.
El PAN se confiesa como parte de esos intereses en juego y se justifica
por los fines que persigue. Se atribuye bondades varias y justifica los
medios empleados en la pelea. Llegan hasta tratar de santificar sus silencios.
El PRD hecha bravatas, recurre a los medios como denuncia y escándalo
pero, ahora que ve el poder cercano, apunta en cualquier otra dirección
(renovación integral) intentando así diluir su responsabilidad.
El caso es que la sociedad ofendida rara vez puede ver la justa y expedita
terminación de la justicia buscada.
Poco importa que la Auditoría Superior de la Federación
(ASF) encuentre irregularidades al por mayor en las cuentas públicas
de la actual administración. Si se trata de investigar a la Dirección
General de Crédito de la SHCP por haber autorizado operaciones en
la CFE, hasta sin base legal, se cierran los canales de la transparencia
debida para no afectar, dicen, a inversionistas protegidos. Nadie alega
en contrario y tanto los diputados como los senadores vuelven, como doncellas
pudorosas, la vista hacia un lado más halagüeño de la
vida. Todo quedará, esperan confiados, entre las mil y una cosas
enredadas de misterios y con diáfano olor a complicidad. Tampoco
aparecen, dentro del PRI, aquel o aquellos que han obstaculizado, una y
otra vez, la legislación que dejaría, por un largo tiempo
al menos, a la CFE como una empresa pública. Hay dos o tres o un
poco más de legisladores priístas, ciertamente una minoría,
que quisieran ver tan crucial industria pública en manos de los
gerentes de Fox o atendida por empresarios del exterior. Sus argumentos,
cuando llegan al público, son sesgados y se resguardan en la carencia
de recursos para desarrollar tan crucial industria. No declaran abiertamente
lo que mueven en los pasillos, pues los estatutos y principios partidarios
contradicen sus maniobras, pero buscan la manera de escabullir hasta los
mandatos constitucionales si éstos se atraviesan en sus propósitos
bastardos. El hecho está en que pasan los meses y hasta los años
y la reforma estructural no sale. Nadie sabe, ahora y después de
tanto manoseo, quién o quiénes la obstaculizan sin que se
recurra a señalar el triste papel que juega, a este respecto, el
senador por el PAN (Rodríguez Prats) y sus inverosímiles
cuan torpes argumentos para, de una buena vez y según su gusto,
desmantelar lo que otros mexicanos edificaron a pesar de gente como él.
Similar ruta semioculta han corrido los casos de Amigos
de Fox y el del Pemex-PRI. Si no fuera por las multas impuestas por el
IFE, los ciudadanos resultarían frustrados ante los desafueros prometidos
de los líderes petroleros que, finalmente, no llegaron. Acuerdos
entre políticos del PRI, PAN y funcionarios del gobierno dejaron
el caso en manos de los jueces (el ya muy citado Chiñas) que, un
amparo tras otro, una dilación encadenada a la siguiente, llevaron
a los diputados hasta el borde de la imposibilidad para montar el juicio
de procedencia y desaforarlos. Líderes que bien se merecían
el escarnio después de desviar centenas de miles de millones para
apoyar la campaña del frustrado candidato Labastida. Personaje que,
por cierto, nunca dio la cara por tales desvíos a pesar de ser señalado
(junto a sus fundaciones y auxiliares) por sus mismos compañeros
de partido como el beneficiario de esos dineros. Todavía se espera
que los consejeros del IFE finiquiten lo concerniente a los trafiques de
Korrodi y las firmas al canto de su amiga Robinson cuando financiaron la
campaña de Fox, aunque ahora sostengan que el Presidente nada sabía
de sus andanzas. Se quiere, de manera por demás paciente, que el
PAN (y todos los involucrados), sin salvedad alguna, sea castigado por
ello y no pueda andar, como acostumbra, tan airoso y mustio, dándose
los golpes de pecho a que es tan proclive.
Pero la mejor prueba de la actitud secularmente timorata
y hasta cómplice de los políticos la da, por estos días
de auditorías negadas, el Poder Ejecutivo federal. La SHCP presentó
hasta una controversia constitucional ante la SCJN para evitar que Banamex
pague, como lo exige la ASF, los 7 mil millones de pesos que metió,
de manera indebida, en el Fobaproa. Cantidades enormes de dinero que se
quieren pasar, mediante el IPAB, como deuda pública y olvidar la
manera, al menos irregular (sino es que ilegal), cómo se originaron
(Fobaproa). Muy a pesar de que la SCJN falló en contra de las pretensiones
protectoras de la Presidencia y en favor de la ASF, aún tratan los
muchachos de Hacienda, auxiliados por el priísta José Carlos
Ramírez Marín y varios abogados de Bancomer y Banamex, mediante
subterfugio y medio, de abortar el castigo previsto a ese banco. Han tratado
de que los diputados y senadores legislen al vapor para que, de una vez
por todas, esa deuda quede en manos del IPAB (a la que se adicionarían
similares cuentas en Bancomer, Bital y Banorte por otros 39 mil millones
de pesos y que desde su origen fue reportada como irregular por el auditor
Mackey), matizar hasta desfigurar las factibles auditorías y que
no sea pagada por los infractores. Un caso ejemplar donde se podría
afectar, con justicia, a poderosos hombres del dinero, muchos de ellos
financieros de Fox (Grupo Monterrey) o íntimos amigos (R. Hernández)
y contrariar a fuertes inversionistas extranjeros españoles o estadunidenses.
Y esto es asunto que se eleva hasta revestirse, a los ojos de políticos
y burócratas, con los ropajes de un delicado tratamiento de Estado.
Mejor pasar la cuenta a los contribuyentes y olvidarse de todo el follón.
Dar la vuelta a tan molesta hoja de la historia, se dice con frecuencia,
antes que molestar a los amigos, patrones financieros o asociados.
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