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México D.F. Martes 6 de mayo de 2003
Teresa del Conde
Erwin Wurm
La exposición del artista austriaco Erwin Wurm, en el museo Carrillo Gil, reconcilia con las llamadas ultravanguardias, algo que no acontece a menudo. Examina las fisonomías, los volúmenes, las alteraciones corporales y los estados de ánimo al tiempo que denuncia los excesos de una sociedad de consumo en un régimen de ultraderecha, con sagacidad y sentido del humor, sin ánimo de adoctrinar y menos aún de proponer un ''arte de mensaje". Sólo quiere ''mostrar", no ''demostrar", cosa que se agradece infinitamente. No por esa razón los límites entre la boutade y el razonamiento serio quedan borrados. Porque no hay boutade aquí, los trabajos están llevados a cabo con incuestionable profesionalismo y van mucho más allá de la simple ocurrencia.
Al ingresar al ámbito el espectador se topa con un video que posiblemente requiera varias visitas al museo si es que quiere conocerlo en su totalidad. Son mil retratos televisados en vivo (gesicht en alemán quiere decir rostro, pero también implica algo así como un punto de vista) que corresponden a mujeres y hombres de todas las edades, de procedencias varias. Sólo son caras y la cámara las capta de frente, pero admite movimiento hasta de tres cuartos, se detiene en ellas aproximadamente 20 segundos, lapso suficiente para mostrar expresiones de variada índole.
Creo que en todos los casos el autor solicitó de su modelo una sonrisa inicial, a la que casi siempre el modelo accedió. Esa sonrisa en ocasiones se convierte en mueca, en otras se estereotipa, en unas más es genuina, inclusive seductora o bien mueve a que uno mismo sonría ante esa imagen debido a un proceso de empatía, pues en un abanico tan amplio obviamente es posible encontrar personalidades afines y otras que vienen a ser hasta repulsivas. Desde mi punto de vista un porcentaje no desdeñable de los sujetos ''retratados" son depresivos, si no endógenos, sí por lo menos reactivos. Son éstos los que fuerzan la sonrisa con mayor intensidad, con la consecuencia de que el veedor percibe el forzamiento, situación que el autor evidentemente previó.
Pude comprobar que un sujeto estrábico, de mediana edad, no sonrió ni tampoco un oriental, por más que la sonrisa en Oriente suele ser estereotípica y comunicar, más que otra cosa, cortesía ante el interlocutor. Pero como aquí el verdadero interlocutor es la cámara, esa cortesía no ocurrió. Los niños televisados pueden llegar a ser enternecedores, pero aun la niñez puede deparar sensaciones adversas, no se diga ya la juventud temprana, la edad madura o la vejez. En ocasiones la boca sonríe, pero la mirada contradice totalmente el sesgo de los labios, aunque los dientes queden puestos en evidencia. Así sucede con una adusta pelirroja que hasta da miedo, en tanto que una muchachita probablemente coreana sonríe de buena gana al grado de que si la cámara se detuviera en ella unos segundos más, podría sobrevenir una franca carcajada.
Lo que más me llamó la atención de este artista del video y la fotografía es su captación de los estados de ánimo, inclusive de los suyos, evidentes en un autorretrato doble en el que aparece a la izquierda con una camiseta deportiva de Beverly Hills y a la derecha con un atuendo envejecido, acorde con los años de más que su expresión entristecida o aburrida depara. En esta toma aparenta haber subido unos diez kilogramos, visibles hasta en los contornos de sus mejillas y mentón. En estas tomas el propio Wurm se encuentra de pie ante una tupida barda cubierta de enredaderas y otras plantas. Pero aunque el entorno es exactamente el mismo, hay algunas diferencias observables entre el color de las plantas en la toma de la izquierda y la de la derecha. Semeja ser este autorretrato doble un test de percepción visual, y puede uno quedarse un buen rato intentando detectar las diferencias.
En otro retrato doble, que corresponde a ''Didier", éste aparece igualmente a la derecha, más gordo y más triste. El hecho de que la toma entristecida corresponda al lado derecho -del espectador- puede tener que ver con lo que es politically incorrect (o correct, según sea el caso). Bajo tal denominación el autor retrató en ambiente urbano a un sujeto que, o bien ostenta una barriga enorme, o padece de esteatopigia debido al volumen de sus nalgas. Esto tiene que ver con las dos posibles maneras de portar una bomba utilizando sólo el cuerpo. Hay otras tomas sobre cuartos de hotel, una de las cuales me pareció notable incluso desde el ángulo meramente plástico, no se diga ya sobre lo que connota: la indefensión y el ahogamiento mediante sendos colchones, uno de los cuales pisotea inclementemente al otro, inutilizándolo.
No menos interesantes (y divertidas, pero se trata de un divertimiento ácido a morir) son las ''Instrucciones para holgazanear", algunas de las cuales me recordaron al escritor austriaco Thomas Bernhardt (1931-1989), cuya última voluntad consistió en prohibir por los 70 años posteriores a su muerte la vigencia de sus derechos de autor en Austria. Carlos Ashida y los patrocinadores que hicieron posible esta muestra merecen la gratitud del público, y ojalá este artículo ayude de algún modo a promoverla.
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