México D.F. Martes 6 de mayo de 2003
Los corredores intervienen las frecuencias de
radio de la policía para burlarla
Los arrancones, descarga de adrenalina y quemón
de llantas muy organizados
En dos años, unos 20 aficionados han muerto o
resultado heridos, según cifras extraoficiales
Domingo tras domingo, desde hace varios años, las
calles de la ciudad de México se han convertido en una inmensa pista
de carreras.
Descarga de adrenalina, velocímetros que superan
los 190 kilómetros por hora, venta de drogas, consumo de bebidas
alcohólicas y uno que otro disparo de arma de fuego al aire son
los elementos principales de esta actividad, que a decir de sus protagonistas
no es "más que un quemón de llanta".
En la actividad -que comienza alrededor de las 23 horas
y termina cerca de las cuatro de la madrugada- participan todo tipo de
vehículos, desde un Audi Cabrío hasta autos compactos, automóviles
utilitarios e inclusive taxis ecológicos.
Ante el número de participantes y lo organizados
que están éstos -llegan a escanear las frecuencias policiacas-
es poco lo que puede hacer el personal de la Secretaría de Seguridad
Pública (SSP). En ocasiones son alrededor de 800 automóviles
y motocicletas los que participan en esta singular "descarga de adrenalina".
La caravana
Los guías son motociclistas, los obstáculos
son las patrullas de la SSP y los participantes en su mayoría son
jóvenes.
Avenidas
como Insurgentes, Cuauhtémoc, Miguel Angel de Quevedo, Tlalpan y
la calzada del IMAN son utilizadas para los arrancones. Los guías
o punteros encabezan la caravana. Son ellos los que marcan la ruta y las
reglas del juego. Es el grupo elite y el que interviene las frecuencias
policiacas para evadir los operativos implantados.
Aunque no hay ruta fija, los guías han establecido
puntos de referencia, y por lo tanto, cada madrugada de lunes el quemón
de llanta se hace presente en avenidas como el IMAN o Insurgentes sur,
a la altura del Monumento al Caminero.
A los punteros difícilmente les logra dar alcance
alguna patrulla, pero detrás viene la fila de automóviles
que tienen la consigna de no rezagarse.
"De lo que se trata es que la caravana se mantenga compacta.
Hace rato no se aparecieron patrullas y por eso no nos dispersamos de General
Anaya hasta el Museo del Automóvil. Hay quien apuesta en arrancones
de 300 o 400 metros o quien por farol se echa un trompo,
pero lo emocionante es ver la fila de coches rebasándose unos a
otros", dijo Edgardo, piloto de un Shadow rojo modelo 1985.
Después de los guías, los primeros en enfilar
son los automóviles tocados, es decir aquellos cuyos motores,
de por sí potentes, están arreglados para alcanzar mayor
velocidad.
Los conductores de los autos tocados de vez en
vez apuestan entre sí. Son los que más experiencia tienen
y quienes invierten más dinero en esta singular diversión.
Tocados y punteros se conocen entre sí,
se tratan de manera afable y ambos ignoran al resto de los participantes.
El resto de la caravana es el bloque más numeroso.
Está conformado por automóviles compactos y vehículos
que datan de la década de los 80; a final de cuentas son solamente
ellos quienes corren el riesgo de terminar ante un juzgado cívico.
Reglas no escritas
En el quemón de llanta hay códigos
ya establecidos. Por ejemplo, en caso de un impacto no se determina al
culpable. Cada uno asume las reparaciones de su automóvil: "uno
sabe que anda en el desmadre y por lo tanto debe conocer los riesgos",
dice uno de los asistentes.
También es fácil reconocer la habilidad
de cada uno de los conductores: de los inexpertos hay que alejarse, "casi
siempre son ellos los que ocasionan los choques, se amarran a cada rato
y no saben medir la distancia. Son los que traen las intermitentes, los
que no se vuelan los topes y los que cruzan las bocacalles atendiendo a
los semáforos".
Cuando ocurre un accidente lo primero que se debe evitar
es que las autoridades intervengan. Inclusive, algunas grúas -la
mayoría de ellas carentes de papeles- están a la expectativa
y en constante comunicación con los líderes de la caravana
para arrastrar de inmediato los automóviles colapsados.
El recorrido de la caravana se suspende por algunos minutos
en puntos estratégicos. Una de las paradas obligadas es la avenida
del IMAN, a la altura del unidad Pedregal de Carrasco, donde utilizan un
sentido para estacionarse y el otro para realizar piruetas.
Los trompos -giros de automóviles en cruceros
o en vialidades amplias- o los caballitos -conducir una moto en
una sola llanta por decenas de metros- y, por supuesto, la persecución
de las patrullas, son los acciones culminantes de esta actividad.
Las autoridades han localizado grupos de discusión
en dos diferentes páginas de Internet, por medio de las cuales los
participantes de los arrancones se mantienen comunicados y cruzan
apuestas.
Aunque estas actividades están prohibidas, son
sancionadas como faltas administrativas, por lo que la multa mayor que
puede establecerse no rebasa los 500 pesos.
A la postre, el quemón de llanta pasa una
factura difícil de pagar: en los dos años pasados se han
contabilizado, de acuerdo con cifras extraoficiales, la muerte o daños
físicos a más de 20 personas.
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