México D.F. Martes 6 de mayo de 2003
Marco Rascón
De estalinismo y estalinistas
ƑCómo puede Pablo Gómez acusar de estalinismo a Pablo González Casanova, si siempre ha sido un defensor de los aparatos burocráticos partidarios contra los derechos de los militantes?
Con ese estilo sofisticado que utilizan los burócratas en las ventanillas, que se mueven entre el desasosiego que describiera Fernando Pessoa, la indolencia y el enfado ante el razonamiento ajeno, Pablo Gómez ha sido farol de la calle y estalinista en sus partidos.
Defensor por siempre y de antemano de la mini razón de Estado de los aparatos partidarios, ahora sale envuelto en la bandera de la libertad de pensamiento, cuando en su historia política (entre otras cosas) es no sólo el hacedor frívolo de normas estatutarias, sino el defensor agresivo de su único derecho a interpretar esas mismas normas hechas para la defensa de las burocracias. Jamás hemos conocido que Pablo Gómez haya defendido a un militante con sus derechos violados frente a las razones de la burocracia.
Pablo Gómez, como autor y único interprete de los estatutos del PRD, tiene una concepción especial sobre la legalidad y la democracia, mismas que están siempre por abajo o sometidas al acuerdo cupular o su aplicación discrecional.
Más acá de nuestros desacuerdos con la pena de muerte, que por cierto la Constitución mexicana la establece para el traidor a la patria; más allá de eso, en Cuba existe un estado de derecho que si bien nos sorprendió por la velocidad de su aplicación frente a la flagrancia, no eclipsó las implicaciones que tenían los delitos castigados, pues fueron precisamente cometidos para generar violencia y muerte a gran escala de cubanos, pues de sus actos se derivaría la nueva y ansiada crisis migratoria para intensificar el terrorismo contra Cuba. La respuesta de los tribunales cubanos, más allá de las interpretaciones de su derecho, dejó salivando, por el momento, al fascismo estadunidense.
Para la frivolidad de Pablo Gómez, lo importante era salir a defender a Saramago y justificar la conducta de quienes durante años fueron beneficiarios ideológicos de la revolución cubana y hoy la acusan de no haber cambiado sus principios, los mismos que han sostenido desde que los conocimos. Más esto no es sorprendente, pues la burocracia perredista ya no defiende nada.
Pablo Gómez, como parte de una burocracia que se ha conducido en el más puro estalinismo jurídico, le reclama a Cuba no haber cambiado, porque ellos sí. Cuba no se rindió, ellos sí. No obstante, el cambio de ellos es relativo, porque este supuesto liberalismo y defensa de los derechos humanos le permite esconder a Pablo Gómez, sus propias actuaciones internas, conocidas por su irracionalidad y su dureza.
Personalizar en política tiene sus riesgos, tanto para exaltar como para criticar en términos absolutos. Pero, Ƒqué pasaría si Cuba o México dependieran de la visión desenfadada y discrecional de la justicia y la democracia que ha hecho Pablo Gómez para el PRD actual? ƑCuántos juicios del perredismo duermen el sueño de los justos en las comisiones de garantías y vigilancia, simplemente porque toda sentencia afecta a la burocracia y va en contra de la opinión de Pablo Gómez, como es el caso de la anterior elección nacional o el caso de San Luis Potosí?
Pablo Gómez fue un efímero presidente nacional del PRD, pero su breve periodo fue uno de los más trascendentes, pues con él se legitimó la defraudación y la ilegalidad en el funcionamiento interno. Pablo Gómez ha hecho algo excepcional: hacer de las violaciones estatutarias, propuestas de reformas. Y algo contradictorio: pese a sus habilidades parlamentarias, él sirve a toda la burocracia y de ahí surgen sus representaciones plurinominales.
Pablo Gómez, legislador y tribuno de larga experiencia parlamentaria, ha hecho cosas positivas y ha defendido asuntos importantes, pero también ha sido el ideólogo, elaborador y único intérprete de los estatutos del partido, pero al servicio no del partido, sino de los grupos que lo requieren cuando desean darle cobertura legal a una violación.
Como muchos del viejo aparato del Partido Comunista, cosecharon grandes beneficios por sus relaciones no sólo con Cuba sino con el Estado soviético y fueron memorables sus juicios y expulsiones contra toda disidencia interna. Pablo González Casanova, autor de una idea visionaria de la democracia en México, defiende como muchos otros a Cuba, no porque ese sea un modelo, sino porque ese es su derecho y porque la soberanía existe ejerciéndola y fundamentalmente por su seguridad interna y su defensa.
Duele Cuba, porque no ha traicionado a nadie y no se ha traicionado a sí misma, ni siquiera frente a los supuestos beneficios del cambio globalizado ni a los llamados a torcer el derecho. La posición de Pablo González Casanova quizás le quitó la flojera a Pablo Gómez y pensó que su ocio podría transformarlo para pasear en ancas con Saramago, mientras espera pacientemente de nuevo ser diputado de las decadentes burocracias que lo necesitan (y necesitarán en esta crisis interna). [email protected]
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