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¿EL CAMPO SI AGUANTA MAS?
El
frente campesino, constituido por fuerzas muy disímiles, como el
CAP (Congreso Agrario Permanente, organización que negoció
en posiciones subordinadas con el salinismo) y la CNC (central corporativa
campesina ligada desde siempre al Partido Revolucionario Institucional)
o El Barzón (organización de deudores, de oposición)
y El campo no aguanta más, se encuentra ahora en la grave disyuntiva
de firmar o no el Acuerdo Nacional para el Campo, patrocinado por el gobierno.
Por un lado, el recuerdo terrible de la firma, bajo presión
de Salinas de Gortari, de la reforma al artículo 27 constitucional,
abriendo la puerta a la privatización de las mejores tierras y de
los recursos naturales, ronda por la cabeza de los dirigentes campesinos,
que no quieren suicidarse políticamente como hicieron sus antecesores.
Por otro lado, es evidente que ha sido raquítico
el resultado de la enorme marcha del 31 de enero, que contó con
el apoyo de sectores obreros, académicos y de la misma Iglesia,
no sólo porque no hubo más movilizaciones y los dirigentes
campesinos se limitaron a negociar en orden disperso y entre cuatro paredes
con los funcionarios gubernamentales -y hasta con la embajada de Estados
Unidos, a la que dieron de hecho cartas en el asunto- sino también
porque en nombre de un supuesto realismo cedieron en puntos fundamentales
de sus exigencias.
El documento que se deberá firmar cancela en efecto
la demanda de renegociar el capítulo agropecuario del Tratado de
Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) y de revisar el artículo
27 constitucional, así como la exigencia de excluir definitivamente
maíz y frijol de dicho tratado; no habla ya de soberanía
alimentaria ni de restructurar la economía campesina en la vía
de un nuevo proyecto de nación; sobre los Acuerdos de San Andrés
y sobre las reivindicaciones de los indígenas; convierte los 20
mil millones de pesos que los campesinos pedían para salvar al campo
en sólo 2 mil 800 millones de un fondo de emergencia formado además
con ingresos inciertos, y que no representa sino unos 10 días de
la subvención concedida a los banqueros con el Fobaproa; promueve
la penetración de los transgénicos y el otorgamiento de patentes
y la venta de la biodiversidad (cosa que rechazan los indígenas,
ignorados en el documento).
Las pocas concesiones -inferiores inclusive a las hechas
por Salinas en su momento- forman ya parte de las políticas oficiales
(aunque no se apliquen) y la promesa de renegociar el TLCAN, además
de depender de la voluntad de Estados Unidos y Canadá, prepara el
camino a otra promesa que nada garantiza, como es la de aplicar los mecanismos
del propio tratado en defensa de los intereses del campo mexicano, que
hasta ahora no se ha hecho y que llevaría a una larga disputa en
la Organización Mundial de Comercio y chocará sin duda con
la brutalidad e intransigencia demostrada en todos los terrenos por el
gobierno estadunidense.
¿Cuál es entonces el camino? ¿Romper
con el gobierno después de haberse dejado engatusar y atar por el
mismo y no negociar más? ¿O negociar lo negociable -no la
política neoliberal- apoyando las negociaciones con movilizaciones
y con una campaña de esclarecimiento y organización que explique
cada uno de los puntos de la propuesta de acuerdo, sus diferencias con
los documentos iniciales campesinos y la posibilidad de obtener otra cosa
a condición de hacer un amplio frente con sectores agrarios, como
los indígenas o urbanos (obreros, consumidores, intelectuales) sobre
la base de la lucha por las reivindicaciones populares y por la soberanía
alimentaria y la discusión de un pacto social que restructure el
campo y el país?
El gobierno sin duda alguna continuará aplicando
una política anticampesina, como es la neoliberal, sobre la cual
no tiene ninguna diferencia con lo que hicieron Salinas o Zedillo. Pero
una cosa es que la haga por su cuenta y otra con el aval de los dirigentes
campesinos, porque éstos estarían diciendo así que
"el campo sí aguanta más" hasta desangrarse por completo.
El problema central no es entonces si se firma o no el documento gubernamental
y se aceptan o no algunas migajas. Es, en cambio, si firmando o no se recurre
a los campesinos y a la sociedad y, tomando en serio la idea de que el
campo no aguanta más, se luche por crear un movimiento nacional
con una propuesta realista de transformación del país, como
en un comienzo proponía el ala más avanzada de los campesinos.
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