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Carlos Bonfil
Una de dos
Con fuerte retraso en su exhibición de estreno y escasa publicidad promocional, Una de dos, segundo largometraje de Marcel Sisniega, llega esta semana a la cartelera comercial con casi 50 copias. La película tuvo anteriormente, a finales de 2001 y en mayo del año pasado, una excelente recepción en los festivales de Mazatlán y Guadalajara, respectivamente. Un éxito de público y un reconocimiento unánime a la interpretación de sus dos protagonistas femeninas, Tiaré Scanda y Erica de la Llave. El guión -de limpieza muy atractiva- es adaptación de la novela homónima de Daniel Sada, y lo firman Sisniega y el propio autor.
En Una de dos, unas hermanas gemelas, las solteronas Gamal, se disputan, comparten y se turnan a un mismo hombre, el norteño Oscar Segura (Antonio Peñañuri), pretendiente ingenuo que ignora estar cortejando a dos personas en lugar de una. Constitución Gamal (Tiaré Scanda) es el cerebro de esta comedia de enredos, aunque deja que la suerte la decida siempre un volado. Su hermana, Gloria (De la Llave), perdedora y ardida, no pierde sin embargo su malicia, y toda la trama se vuelve un duelo femenino de astucias, golpes bajos e intempestivas muestras de consideración tardía.
Algunos aspectos han cambiado en la transición de la novela a la pantalla. Las Gamal ya no son dos rubicundas cuarentonas, sino un par de esmirriadas jovencitas pueblerinas, con gafas enormes, dueñas de un taller de costura, que no consiguen atraer a hombre alguno por estar siempre muy juntas y parecerse tanto, y confundir así "a los prospectos". Las protagonistas juegan, en esta fisonomía nueva, a ser alternadamente atractivas y carentes de gracia, díscolas y coquetas, pudorosas y emprendedoras, desconcertando por igual a espectadores y galanes. Hay otros personajes simpáticos en esta picaresca norteña: Chole, la tía de las muchachas (Norma Angélica), figura tutelar de las niñas abandonadas por sus padres, y todo un conjunto coral de fisgones del pueblo, atentos al menor movimiento de las hermanas, hasta provocar la respuesta tajante, "Limítese a su asunto", en un cartel en el taller de costura.
Una de dos revitaliza, sorpresivamente, un género casi olvidado del cine mexicano: la comedia ranchera, y lo hace con una enorme frescura, como antes lo intentara Dos crímenes, de Roberto Sneider, basada en el relato de Jorge Ibargüengoitia. Todo a muchas leguas de la comicidad efectista de El tigre de Santa Julia, de Alejandro Gamboa. Luego de un debut muy interesante, Libre de culpas (1997), y en espera de su realización reciente, Fandango, exhibida ya en una sección paralela de la Muestra de Guadalajara, Marcel Sisniega muestra no sólo su destreza para transitar del género dramático y la introspección sicológica al mundo de la comedia campirana, sino su talento para recuperar con acierto las atmósferas de la novela de Daniel Sada, y sobre todo su precisión en el registro del habla pintoresca (Constitución a Gloria: "Yo quedé en que a Oscar lo compartía, no que te lo escrituraba"). Otra solución atractiva en el paso de la novela al cine son los "sueños" de las protagonistas, visiones prospectivas en las que cada una imagina, a su antojo, el futuro con el hombre deseado: revelaciones fantásticas en las que las gemelas inauguran en el pueblo un amoroso trío doméstico, elogio de la poligamia y del tiempo compartido, con trillizos en foto de familia, y una cama, un hombre y una chiva, en espera del turno consabido. Sisniega no abusa jamás de estas ocurrencias, las cuales se integran con naturalidad en el relato de malicias pueblerinas. Ante la imposibilidad de relacionar verdaderamente esta cinta con lo producido en nuestro cine en las cinco décadas más recientes, sólo queda referir al espectador a momentos de su predilección en comedias de la época de oro, en el cine de Ismael Rodríguez, por ejemplo, o en el de Bustillo Oro (La tía de las muchachas), con un Joaquín Pardavé o una Gloria Marín respondona. El placer que se deriva de aquel cine no es muy distinto del goce que procura Una de dos, goce de la narración y del lenguaje, de interpretaciones libres de vicios y manierismos, y de un guión literario que se resuelve en una sencillez fílmica poco común en nuestro medio. Razones suficientes para mantener esta cinta un buen tiempo en cartelera.
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