Juan Saldaña

Infamias

La infamia continúa rampante invadiendo titulares noticiosos y abasteciendo hasta el hartazgo al morbo universal con las crueldades accesorias. Con las desinencias de la invasión y de la muerte.

De manera inevitable, Irak forma parte de la historia contemporánea del agravio a la humanidad. Como Afganistán. Como Granada y Panamá. Como Vietnam. Como Corea. Un mismo esquema. Diversos meridianos. Cañones y tanques. Pueblos indefensos. Pueblos pobres. La misma vergonzosa mascarada labrada en el espacio para la televisión satelital. La misma vergüenza.

La orden se repite. Borrar de la faz de la tierra al adversario que desafió al imperio. Desaparecer su rastro. Volatilizar los cadáveres. Derribar los monumentos. Calcinar los restos de culturas y de historias.

A ciencia y paciencia de nuestros países espectadores se declara lista y acabada la armazón de una nueva servidumbre, esperando sólo a que terminen los últimos trámites de la invasión y de la muerte. Ya big brother advirtió que, por lo menos, serían dos años de ocupación. Serán dos años para armar el escenario en que el beneficio imperialista se finque insolente y tranquilo en el petróleo iraquí.

Serán dos años para intentar borrar los efectos sangrientos de la invasión y establecer la nueva asociación. Fincar intereses. Mecanizar explotaciones. Crear las nuevas burocracias militares e incluso iniciar la nueva historia. El Tigris y el Eufrates dejarán de constituir torrentes primigenios para contaminarse con el nuevo veneno de la ocupación extranjera.

Ante los acontecimientos en Irak surge el mismo problema de anteriores infamias. Es el problema que consiste en saber quién tiene más que temer a la larga, si el invasor imperialista o el pueblo sojuzgado. Tengo más confianza, al pensar en la independencia de los pueblos, en el resentimiento soterrado y feroz; en la revancha atesorada que en la llamarada veloz de una respuesta que la historia apaga. El ansia de justicia se atesora y decanta con los años. La libertad regresa poderosa. No es esta mi condena a pasar por los años de opresión. De ninguna manera. Intenta ser mensaje de esperanza y no resignación y olvido.

El pueblo iraquí, el verdadero pueblo, no aceptará en ningún plazo la dirección extraña. Las sociedades saben muy bien lo que acontece. Los liderazgos nacen y crecen ante la urgencia, ante las presiones; ante la historia detenida; en la explotación y hasta en la muerte.

El objetivo esencial de la guerra de Irak fue claro y distinto. Desde su preparación. Desde sus pretextos. Lo demás es pueril disimulo. No hay armas nucleares. No hay amenazas. No hay veneno esparcido. No hay peor ántrax que el programa de Bush para ocupar el mundo. Ya lo sabemos. La guerra al terrorismo es vil pretexto para la ocupación y el desafuero. Tiene razón Garrido, que aquí en La Jornada insistió anteayer en que el gobierno yanqui ha prefabricado el miedo de su pueblo. El miedo al terrorismo. El miedo al enemigo desconocido e impune de las Torres Gemelas.

Sin testimonios y sin pruebas, Bush ha sostenido, contra viento y marea, que su guerra ha sido contra un enemigo equipado con armas proscritas, aun cuando nunca haya probado, ni ayer ni hoy, la existencia de tales armas. ƑQué pretende?

No solamente es el petróleo. Digamos que esa es la parte utilitaria del asunto. Hay, además, una intención aviesa. La guerra de Irak es sólo un punto en la bitácora imperialista del momento. Bush quiere el mundo. El mundo para sí. Para su sistema. Para su grupo financiero. Para sus bancos. Bush quiere el mundo para sí. ƑSe lo daremos?