Margo Glantz

El nuevo orden mundial y la destrucción de la cultura

"Cuando oigo hablar de cultura -dijo un día Goering-, desenfundo mi revólver."

Y cuando, después de largas discusiones, Furtwängler aceptó expulsar a todos los judíos, miembros de su orquesta, Goebbels comentó en sus diarios:

''Furtwängler todavía argumenta, pero a final de cuentas' consiente en hacer público nuestro convenio. šCómo son extraños estos artistas! Niños de teta, políticamente."

No es aventurado decir que la manifestación de este desprecio contra los artistas e intelectuales, verbalizado así por una de las figuras más importantes del régimen de Hitler, sigue prevaleciendo entre los políticos, desprecio que aumenta a medida que se consolidan los regímenes llamados neoliberales.

Y aunque en ciertos momentos parecía prestigioso donar colecciones y obras de arte a los museos, crear fundaciones artísticas que permitieran ensalzar a los millonarios que de manera tan generosa actuaban (siempre y cuando sus donaciones fuesen deducibles de impuestos), y los gobiernos liberales apoyaran aparentemente a la cultura, después de la abolición del régimen de bienestar, durante esa década en la que gobernaron el mundo Margaret Thatcher y Ronald Reagan, cualquier apoyo a los bienes culturales resulta sospechoso. Ningún país ha sido una excepción: Ƒno se ha efectuado hace unos días en Francia una subasta que diseminó una de las colecciones más importantes de la cultura del siglo XX, la de surrealismo de André Breton? También abundan en México los ejemplos.

ƑHa sido provocada la destrucción de los acervos del Museo Nacional de Bagdad? ƑY la destrucción de la Biblioteca Nacional de Irak, una simple negligencia criminal? En este periódico se han transcrito las declaraciones de Andrés Riedlmayer, especialista en arte y arquitectura islámica de la Universidad de Harvard, que atribuye a funcionarios del gobierno de Saddam Hussein la deliberada destrucción de documentos para erradicar evidencias sobre el régimen represivo del derrocado dictador iraquí. Lo más revelador de sus declaraciones está sin embargo en el hecho de que esa actuación deliberada haya sido en provecho de los mercaderes internacionales de arte, ese mercado negro que florece en Suiza, Reino Unido y Estados Unidos, el de los que compran barato para vender luego a coleccionistas privados o para beneficiar a las grandes casas subastadoras que, como bien sabemos, no suelen actuar con probidad, su filosofía es la de esos comerciantes de objetos robados que ac-túan en los mercados londinenses: se les autoriza legalmente vender los objetos ilícitamente obtenidos antes de las seis de la mañana o antes de que la luz del día permita ver con perfección las mercancías. Es decir, un hipócrita y doble robo.

Gregorio del Olmo, catedrático de la Universidad de Barcelona, publica en El País un minucioso recuento del valor mercantil de muchas de las piezas menores de arte sumerio o babilónico, mal o nunca clasificadas, que hallarán vía libre en el mercado negro. Subraya asimismo que inclusive organismos oficiales de Estados Unidos, por ejemplo The American Council for Political Cultures, integrado por coleccionistas y marchantes de antigüedades (muy parecido en sus procedimientos al lobby de las armas que presidía Charlton Heston) presionan hoy para que se autorice el tráfico de los objetos producto de la rapiña.

''Los artistas -dice Pascal Quignard- son los asesinos de la muerte. Es normal entonces que sean castigados por quienes hacen profesión ya sea de administrarla o de incrementarla."

ƑSerá entonces la guerra contra Irak la obscena y total comprobación de que la cultura puede, como los cuerpos, violarse y mutilarse con absoluta impunidad?