Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Domingo 20 de abril de 2003
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Espectáculos
La cinta cumple su tercera semana en cartelera, pese al rechazo de los críticos mexicanos

Japón se llama así porque quise evocar al sol naciente: Reygadas

La película provoca sensaciones encontradas, pero nunca la indiferencia, asegura el director

Siempre quise hacer cine, pero las escuelas del género me deprimen, afirma

MIRANDA ROMERO ESPECIAL

Japón, la ópera prima de Carlos Reygadas, se estrenó hace dos semanas en la ciudad de México, donde ha recibido una aceptación favorable, como lo atestigua su permanencia en cartelera. Probablemente estará más tiempo, acción notable tratándose de una película que ha generado bastante rechazo por parte de críticos mexicanos, aunque del público ha recibido buenos comentarios.

En la semana reciente contó con un auditorio de 10 mil personas aproximadamente, cifra que parece ir en aumento según los registros de taquilla. Se informa que las personas salen de las salas con opiniones diversas pero en general satisfechas, siendo únicamente en los cinemas de Santa Fe e Interlomas donde se reporta que la gente haya abandonado las salas. La productora Mantarraya Films se encuentra muy satisfecha por la respuesta del público y espera mantenerla en pantalla por lo menos dos semanas más.

Carlos Reygadas es apasionado e hiperactivo, lo que hace que hable rápido y que a veces se haga difícil seguir su discurso. A veces se le escucha como un niño entusiasmado por alguna aventura secreta y otras es un hombre crudo y cínico ante la realidad de un país al que no se le deja hacer cine. Se ha lanzado de cabeza en pos de una vida que sólo los locos y los soñadores se atreven a perseguir, el resultado de ello es Japón, cinta que narra la historia de un hombre que se interna en una cañada en busca de la muerte y en el proceso se rencuentra con la vida. La trama es dura y no aporta complacencias a los lugares comunes de la cinematografía nacional, busca tocar, hacer sentir, pues "el que siente, entiende", nos dice el director en la siguiente entrevista. Japón provoca sensaciones contradictorias y es posible que hasta el desagrado, pero nunca la indiferencia. Así lo define Carlos Reygadas.

Servicio interior

Siempre quise hacer cine, pero eso no implicaba que sintiera que debía estudiar para ser cineasta, me deprimen las escuelas de cine, odio lo que es el ambiente de los foros; de niño me llevaron a ver cómo se hacía El chavo del ocho y casi me dio un síncope, desde entonces todo ese ambiente me es muy depresivo. Yo no quería hacer eso, pero me gustaba muchísimo el cine, así que decidí que algún día iba a hacer una película, así como muchos dicen voy a escribir un libro, y de pronto me di cuenta que ese día lo sentía ya muy adentro, que era hacerlo ahora o quizás nunca, así que decidí dejar lo que estaba haciendo, que me sigue apasionando, el derecho internacional público, pero sentí que debía hacer algo más allá de eso. No fue fácil, fue algo muy radical, dejar atrás una estabilidad en muchos sentidos, yo no tenía ni idea si tenía el menor talento para hacer cine, a lo mejor iba a darme en toda la torre, yo no tenía miedo, porque de ser así no hubiera podido, pero sabía que estaba tomando una decisión delicada. Hubo una gota que me ayudó muchísimo a derramar el vaso, lo que tengo que agradecer a la burocracia y al Servicio Exterior Mexicano, que fue uno de los lugares más deprimentes que he conocido en mi vida, salí corriendo a los cuatro meses y eso fue lo que me hizo darme cuenta de que no iba por buen camino si seguía ahí. Me deprimió muchísimo darme cuenta de que los funcionarios, con sus notables excepciones, son servidores de una idea romántica de la nación.

La trama, pretexto irrelevante

Japón no tiene nada que ver con el derecho, así como antes era un abogado al que le gustaba el cine, ahora me dedico más al cine pero sigo pensando como abogado, soy el mismo de siempre. Japón sale de lo que eres, de tu forma de ver el mundo, las sensaciones salen de cuando mi bisabuelo tenía una casa en Hidalgo y yo iba mucho de niño, a caminar alrededor de donde van los cazadores al principio de la película, el cazador es mi padre y yo en ese mismo jagüey cacé mi primera paloma a los 13 años, y también tenía que recoger las palomas escondido detrás de unos magueyes y desde entonces me enfrenté a ese dilema de la vida como el niño que tiene que matar a una paloma (en la película), me di cuenta de que mi puesto, una postura tácitamente aceptada de hijo de cazador, era matar a las aves que quedaban heridas, pero cuando me encontraba con el ave y la tomaba en mis manos, sentía el calor, la suavidad del plumaje, veía la mirada de un ser vivo tan hermoso y me encontraba ante el dilema de que mis instintos me bloqueaban ante la idea de tener que matarlo y lo hacía porque finalmente ese era mi deber de cazador y lo aceptaba. Japón es así en general, hay esa alegoría al principio de la película, y de eso trata, de tener que tomar ciertas decisiones que en principio son antinaturales, por eso el hombre mayor puede llegar sin pensarlo dos veces y romperle la cabeza al animal, es un ejemplo de lo que es toda la película; también está esa idea de que las mujeres son el sexo débil, yo quería retratar a una mujer que fuera todo lo contrario, el hombre es débil, ella es vieja, no tiene instrucción, el hombre se supone que sí la tiene, también es más joven, al final resulta lo contrario, ella era mucho más fuerte, mucho más decidida, mucho más integrada en su tierra y en sí misma. Así se fueron formando ideas, la trama ya es un mero pretexto irrelevante, yo soy pésimo guionista, siempre he sido malo para contar historias, nunca me ha gustado la acción dramática ni la narrativa, aunque me encanta leerla, pero nunca he sentido que sea buena para hacerla. Japón es Japón porque quería un título evocativo, no tenía que ser descriptivo forzosamente como "instinto en la barranca" (ríe) o algo así. Quería un título que evocara lo que es el sol naciente, porque al final de la película para él vuelve a salir el sol, pero también evoca las geishas, el Sepuku, los samurais que van al monte Fuji a entrar en contacto con la naturaleza antes de realizarlo, los haikus, varias cosas, no se podría llamar Taiwan, porque para mí Taiwan, en la forma básica de la evocación, tiene mucho más que ver con maquila de productos electrónicos y Japón habrá quien lo relacione con Pokemon, pero yo creo que tiene una fuerza evocativa muy grande.

El rodaje de Japón es de lo que más me siento feliz y orgulloso, trabajar con un equipo de gente en el que absolutamente todos éramos debutantes, nunca nadie había trabajado en un largometraje, eso generó una experiencia increíble, vivíamos en tres casas en el pueblo que yo hice con mi padre y un tío, tuvimos que hacer drenajes, estuvimos mucho en el campo, había de todo, picaduras de alacranes, era un poco como vivir de aventura, no era de vivir en un hotel y que lleváramos cuarenta camiones con luces y staff, éramos 16 personas, teníamos que subir diario dos veces al día a casa de Ase, que es como un kilómetro de camino, Magdalena Flores y Alejandro Ferretis (los protagonistas) subían en burro, dos o tres veces la silla de Ferretis se cayó y se dio verdaderos golpes, hubo momentos muy difíciles, la lluvia tenía que ser auténtica, entonces teníamos que desplazar el plan de trabajo, que era muy flexible, pero la verdad todo estaba muy bien preparado, rodábamos con luz de mañana siempre de 7 a 10 y en las tardes de 4 a 7, entonces fue una época en la que durante 60 días vi todos los amaneceres y todos los atardeceres, lo que te deja lleno de muy buenas sensaciones. Japón tiene algo así como 208 planos, que son muy pocos, normalmente pueden ser hasta 800, entonces era trabajar cada plano con mucho cuidado, buscando que cada uno fuera como una joya, cuidando el cuadro, la luz, todo, entonces fue muy bonito estar ahí, aunque hubo sus momentos de tensión; a veces teníamos que llevar a Ferretis sobre nuestras espaldas, desde entonces la mía está arruinada (ríe), el hecho de que todos fuéramos debutantes también generó problemas, nos quedamos sin rollos de película, tratábamos de que todo estuviera bien, pero no teníamos medios, nos faltaban muchos elementos para poder trabajar con comodidad.

El manejo del tiempo y el existencialismo

El actor principal de hecho inspira mucho al personaje, es un amigo de mi padre desde que yo nací y él siempre ha sido un adepto a la filosofía existencialista, así que siempre me hablaba del suicidio como una opción humana finalmente muy valiosa. El decía que si todos a los que no les gusta la vida se suicidaran, la vida sería muy agradable para todos los que sí les gustara, yo siempre he pensado que a lo mejor lo que el quería era tener una familia normal como todos, en lugar de echar tanto rollo.

Hice la película para que el público la disfrutara mucho. Es como cuando invitas a unos amigos extranjeros a cenar a tu casa, les vas a preparar un mole especial y vas a tratar de que quede lo más rico posible, pero en realidad es un platillo que ellos ni siquiera conocen, va a salir de tí, tú también lo vas a disfrutar, pero es ciento por ciento para los invitados. Esta película es para el público, como la cena, si no les gusta ni modo, pero si les gusta van a estar encantados y excitados.

La película parece que genera algo de polémica. Para mí es algo bello y hermoso (el tema), es como en el ejemplo de la cena, el mole tal vez no va ser del gusto de todos pero es un platillo que implica más esfuerzo que si haces una milanesa, de la que probablemente nadie se quejará. Para mí era hacer algo importante, que me saliera del corazón.

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