Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Jueves 10 de abril de 2003
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Cultura

Olga Harmony

Ansia y otras ansiedades

Ansia es la última obra suya que Sarah Kane vio representada, porque 4.48 Psicosis (4.48 es la hora en que las estadísticas dan mayor número de suicidios, por lo menos en Inglaterra) se estrenó después de que pusiera fin a una vida de sufrimientos y enfermedad mental, a los 29 años, en el mismo hospital al que fue llevada por un primer intento de suicidio. Su primera obra, Devastados -con la que la conocimos en México- y las que le sucedieron fueron muy controvertidas por la violencia y brutalidad de sus situaciones, aunque se sabe que gente de la talla de Pinter la defendió viendo en ella un nuevo talento joven en la escena mundial.

Tratando de rehuir la fama de autora de la feroz iracundia -más allá por mucho del llamado teatro de la ira- que la acosaba, Kane escribió esta obra con el seudónimo Mary Keveldon, a quien inventó una biografía -como en el caso de los heterónimos de Pessoa- con un nuevo estilo dramatúrgico en el que la violencia ya no es explícita y exterior, sino interna en los cuatro personajes sin nombre, A y B hombres, C y M mujeres, que mediante la palabra, que en ocasiones se arrebatan y yuxtaponen, ofrecen un cuadro desolador de la naturaleza humana, con ese viejo paidófilo que acosa a una mujer -su repetido inicio de parlamento ''una niña pequeña" se contrapone de extraña manera con su discurso, en el que ofrece una irónica descripción de la felicidad conyugal-, la sombra de la violación, el llamado a la madre dominante, la vejez, la pobreza y la culpa, siempre la culpa: ''Soy la bestia al final de la cuerda" o ''Lo que me une a ti es la culpa", por no hablar de preguntas como ''ƑQué tiene que ver nada con nada?" o ''ƑEso es todo?"

En una escenografía muy sencilla, consistente en dos paredes en ángulo diseñada por el mismo director, Ignacio Ortiz mantiene a sus cuatro actores -Arturo Ríos, Ana Graham, Ari Beckman y Tania Ruiz- de pie, casi inmóviles excepto por algunos desplazamientos muy breves. El difícil texto, sin hilación anecdótica, es dicho con toda la intensidad y el ritmo que requiere, a veces interrumpido por aullidos exasperados. Y así como la autora cambia el estilo dramatúrgico que le conocimos en Devastados, el director de ambos textos y con los mismos actores, con el añadido de Tania Ruiz, torna la brutal violencia de su primera obra en una aparente contención que interioriza la desesperación de sus abstractos personajes.

Esto me lleva a las otras ansiedades. Las dos obras de Kane, la estrenada hace poco menos de dos años y la de reciente estreno, ambas presentadas por Piedad Producciones, con el mismo director y casi el mismo elenco, se alternan a propuesta de la Coordinación de Teatro del Instituto Nacional de Bellas Artes para que se empiece a pensar en repertorios. Desde afuera, se entiende esto como parte de un plan de las instituciones a largo plazo, el cual incluye el apoyo prometido a los grupos, los circuitos de algunos montajes por el país y Puerta de las Américas. Pero resulta que el ambicioso programa se nos está ofreciendo fraccionado y, por ejemplo, la convocatoria para los grupos no ha salido, lo que ha dado paso al malestar de muchos que veían en ello una opción de producción muy importante.

Es un secreto a voces que no hay dinero en nuestras instituciones culturales. Malo que se retiren apoyos a, por ejemplo, Candilejas, el Centro de Investigación de Xalapa cuyo creador, Francisco Beverido, hubo de cerrar. Pero me parece peor, si ese es el caso, de que proyectos institucionales se vean bloqueados por falta de presupuestos.

El año pasado, en un acto en el que estuve muy inmiscuida -y que acaba de recordar Claudio Obregón, el presidente de la Academia Mexicana de Arte Teatral, en las mesas de reflexión de directores-, Sari Bermúdez ofreció que este año habría mucho dinero para las artes escénicas.

Sari hizo la broma de que lo anunciaba como ''un regalo a Olga Harmony". Y yo, que fui bien educada y sé que no hay que reclamar los regalos prometidos, me hago violencia y reclamo éste de manera pública porque, por muy mal que vayan las cosas, sigue siendo deber del Estado fomentar el arte, máxime que la presidenta de Consejo Nacional para la Cultura y las Artes lo ofreció ante muchos que estábamos presentes y de los que me veo obligada a ser portavoz si es que mi palabra pudiera servir de algo.

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