Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Jueves 3 de abril de 2003
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Política

Carlos Montemayor/ II

Memoria de la barbarie

El escritor cubano Alejo Carpentier se presentó ante el Tribunal Internacional Contra los Crímenes de Guerra en Vietnam el 8 de mayo de 1967. Las reuniones de trabajo del tribunal tenían lugar en la ciudad de Estocolmo. Leyó en la sesión matutina de ese día un documento testimonial sobre la fuerza devastadora de las armas químicas de destrucción masiva que el ejército de Estados Unidos arrojaba sobre la población civil.

En octubre de 1966 visitó Vietnam, invitado por la Unión de Escritores de aquel país. Permaneció en él más de dos semanas y recorrió varias ciudades, a partir de Hanoi, como Nan Dinh, situada al norte del paralelo 17. En sus recorridos tuvo conocimiento directo de zonas enteras destruidas por la invasión. También, y sobre todo, pudo conversar con sobrevivientes, algunos muy jóvenes, con cuyas experiencias integró el testimonio que esa mañana de 1967 presentó en Estocolmo ante el tribunal mejor conocido por el nombre del filósofo inglés Bertrand Russell.

La lectura del documento de Alejo Carpentier es relevante en estos días de la invasión a Irak. Las semejanzas pueden estar a la vista si el lector recuerda las crónicas del periodista Robert Fisk en Bagdad o si considera las restricciones que a la información periodística ha impuesto el Pentágono. Los bombardeos fuera de Bagdad se han llevado a cabo sin la menor posibilidad de conocer reportajes de periodistas independientes. Por el control que se ejerce sobre los periodistas incrustados o encamados en las fuerzas militares invasoras, podríamos afirmar que los bombardeos que se han efectuado en regiones que no sean la ciudad de Bagdad se han realizado con privacidad absoluta, sin testigos y sin posibilidad alguna de obtener información veraz, lo que aumenta la impunidad y crueldad.

Según varias agencias de prensa, como Reuters y Afp, el Pentágono informó que en los primeros siete días de ataque contra Irak se habían lanzado más de 600 misiles Tomahawk y más de 4 mil 300 bombas guiadas de precisión. Las cifras quizás eran ciertas, quizás no, si tomamos en cuenta que sólo el martes 25 de marzo había reconocido el Pentágono que los aviones de combate realizaron cerca de 700 salidas. Los efectos devastadores en Bagdad, insisto, los sabemos por las televisoras iraquí y qatarí, por los reportajes de periodistas occidentales independientes como Robert Fisk, o por periodistas árabes como el corresponsal de Al Jazeera en Basora, Mohawmed Al Abdullah, a quien Fisk reconoció como el periodista quizás más valiente en Irak en ese momento. En este sentido, la oportuna actuación de la televisión qatari Al Jazeera ha sido esencial para ofrecer un contrapeso informativo al de la Casa Blanca y por ello ha sido ilegal y bárbaramente atacada por los medios estadunidenses y el Pentágono. Pero en los pueblos lejanos a Bagdad, repito, la barbarie de la invasión opera con impunidad y sin testigos. Este pasaje de Carpentier es por ello ilustrativo en los momentos actuales.

"Quiero sólo evocar aquí -dijo esa mañana de 1967- lo que ocurrió en la escuela de Hading, que fue bombardeada cuatro veces el 9 de febrero de 1966, a las 16:30 horas, con los siguientes resultados:

"A dicha hora los alumnos se encontraban en clase de geografía. Hubo una primera pasada de aviones americanos... Los niños bajaron a un refugio subterráneo, bastante elemental, naturalmente, pero... Ƒqué otra cosa hacer, sino esas galerías de topo en la tierra húmeda si ello constituye la única defensa posible? Por tanto, los niños se encontraban en aquel refugio. Los aviones volvieron (técnica habitual). Las bombas empezaron a caer. Caen justo en los refugios y quedan sepultados. Un profesor empezó a quitar escombros para salvar a los niños que se encontraban debajo. Pero la tarea era tal que se desmayó. 33 niños murieron sepultados. Algunos fueron encontrados abrazando fuertemente a su compañero de estudios. Otros, que lograron salir, fueron alcanzados por las bombas a campo raso. Se encontró la camisa de uno de ellos colgada de un árbol. El suelo estaba cubierto de libros manchados de sangre.

"Lo que quedó de esta escuela de Hading es un agujero de 13 metros de diámetro y siete de profundidad; 33 niños muertos, 34 heridos, más de uno de sus profesores. A uno de los alumnos, quemado por el azufre, le fue amputado un brazo. Otros han quedado inválidos para siempre."

Este relato quizás no resulte al lector demasiado distante de la descripción que el pasado 26 de marzo Robert Fisk difundió de la devastación que dos misiles disparados por un avión estadunidense produjeron en un barrio populoso de Bagdad y que La Jornada publicó el 27 de marzo. Pero lo que está ocurriendo hoy en Irak ha ocurrido en años pasados también, por invasiones del ejército de Estados Unidos, en Corea del Norte, en Granada, en Panamá, en Yugoslavia. Ahora el control informativo del Pentágono priva a los ciudadanos estadunidenses de todas las noticias que en favor de la paz se generan en el mundo entero y los priva igualmente de conocer la barbarie asesina que su gobierno ha volcado sobre la población civil de Irak. Gran parte de nosotros, en diversos enclaves del país, nos hallamos sometidos quizás a la misma limitación informativa.

Irak recibe las bombas inteligentes y devastadoras. Nosotros estamos sometidos a un bombardeo informativo que sólo se decide y parte de la Casa Blanca y del Pentágono. El testimonio de Alejo Carpentier puede ser, hoy mismo, una ventana que nos permita ver hacia el exterior, hacia la realidad que devasta la guerra imperial. Así transmitió, en otra parte de su testimonio, la barbarie de las armas de destrucción masiva estadunidenses, en un relato que posee aterradora actualidad:

"Voy a referirme a un tema que me afecta particularmente: el de los colegiales alcanzados por las bombas de napalm. He conocido a dos: a Ho Van Bot, de dieciséis años, y al niño Le The Hoa, de doce años, en cuyos cuerpos he podido ver las quemaduras... creo útil ceder la palabra a Ho Van Bot, cuyo brevísimo relato no necesita comentario:

" 'Era el 8 de julio de 1964' me dijo. 'Estábamos en el colegio. Llegó un avión de reconocimiento disparando contra nuestra escuela. Dos obuses cayeron en el edificio. El maestro hizo evacuar el lugar. Corrimos a los refugios, amenazados por la caída de escombros. Varios alumnos resultaron muertos. Poco después, los americanos enviaron seis aviones que lanzaron bombas de napalm sobre la escuela. Tres cayeron en los alrededores, provocando un incendio. Algunos alumnos ardían como antorchas; corrían a todos lados llamando al maestro, a sus padres. Pero algunos se lanzaron a los agujeros llenos de agua donde acabaron de arder. En cuanto a mí, me empezó a arder la cara. Intenté apagarla con las manos; cometí el error de meter los brazos en agua y me quedé sin piel. Hubo alumnos que murieron por el soplo de la bomba. Entretanto los aviones ametrallaban a los demás. Algunos cayeron muertos en los campos; otros, mutilados, perdieron las piernas o los brazos. Enloquecido corrí hacia la casa, teniendo que saltar sobre cadáveres de niños. En ese momento, los aviones americanos volvieron...'

"Están los niños quemados por el napalm, las escuelas destruidas, la matanza de adolescentes, las ruinas de Fou Li y de Nam Dinh, la destrucción de las ciudades frágiles, la guerra abominable dirigida contra un pequeño país pobre por una gigantesca potencia militar."

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