Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Viernes 28 de marzo de 2003
  Primera y Contraportada
  Editorial
  Opinión
  Correo Ilustrado
  Política
  Economía
  Cultura
  Espectáculos
  CineGuía
  Estados
  Capital
  Mundo
  Sociedad y Justicia
  Deportes
  Lunes en la Ciencia
  Suplementos
  Perfiles
  Fotografía
  Cartones
  Librería   
  La Jornada de Oriente
  La Jornada Morelos
  Correo Electrónico
  Búsquedas 
  >

Política

Horacio Labastida

Continúa el gran crimen

En el ocaso de la filosofía escolástica -siglo XIV y la primera mitad del XV-, las sutilezas especulativas alcanzaron altos grados entre sus miembros, según puede comprobarse al revisar algunas de las doctrinas sobresalientes de la metafísica del infierno. Uno de los puntos que atrajeron con mayor vigor la atención de no pocos escolásticos fue el relativo a la diferencia de la eternidad en el cielo y el averno. Abundaron quienes aseveraban, subrayándolo, que la eternidad paradisiaca se manifiesta en un presente sin principio ni fin, de manera que el tiempo, que es un transcurrir, está ausente en todo lo relativo al modo de ser celestial; en cambio, la eternidad infernal no se identifica con un presente estático y sí con una temporalidad que se reproduce sin solución de continuidad desde el instante en que el poder de la divinidad lanzó a Luzbel, por su soberbia, a la profundidad de las tinieblas: éstas se crean y recrean a sí mismas como cuna de pecadores donde el dolor del castigo regenérase en el seno mismo de la duración temporal, lográndose que la angustia de la pena se maximice al paso de cada innovado instante de un tiempo que jamás concluye.

Estas tesis de las postrimerías de la Edad Media, consideradas por los estudiosos meras ficciones de sus autores, vuélvense sin embargo aterradoras realidades en el orto de nuestro siglo, pero con diferencias notables. El infierno de hoy no está en el más allá sino ante nuestros ojos en escenarios del planeta, y son montados éstos por la alta burocracia del gobierno de Washington al lanzar contra los demás sutiles y refinados armamentos de destrucción masiva y no masiva. Antes, en el siglo XX, en Hiroshima y Nagasaki fueron inmolados por bombas atómicas cientos de miles de hombres, mujeres y niños inocentes, y Guillermo Almeyra (La Jornada no. 6672) nos recuerda, entre otras, las masacres de Guatemala (1954), Perú (1965), Vietnam (1961-73), Chile (1973), Granada (1983), Nicaragua (años 80), Afganistán (1998) y otras que muestran la tremenda agresividad y el riesgo para la paz y la concordia internacionales que representan los titulares de la Casa Blanca como personeros de un supercapitalismo que busca a toda costa, sin importar en lo más mínimo los genocidios que sea necesario cometer, garantizar su reproducción por la vía del holgado crecimiento de sus capitales. Sin una acumulación segura el capitalismo dejaría de sobrevivir, y para que esto no ocurra hay que elaborar los instrumentos de avasallamiento que garanticen una neocolonialidad provechosa a los señores del dinero.

Eso es lo que está sucediendo en Irak desde hace 10 días. El presidente George W. Bush ordenó el ataque a Mesopotamia transgrediendo la legalidad internacional, las resoluciones del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas y la manifiesta voluntad antibélica de amplios y distinguidos sectores del pueblo estadunidense, al que súmanse millones y millones de gentes en todo el mundo que izan las banderas de la moral contra la bárbara embestida militar, principalmente en los países cuyos gobernantes figuran como aliados acólitos de Bush: Inglaterra y España. No sólo se han lanzado contra los iraquíes misiles de enorme potencia explosiva, bombas mortales de penetración, tanques de todas clases y millares de soldados que al ser aprehendidos declaran no saber lo que hacen pues sólo obedecen órdenes, gente magistralmente retratada en la versión cinematográfica Cara de guerra de Stanley Kubrick, en la que se muestra cómo el entrenamiento militar convierte al hombre en asesino condicionado.

A la brutalidad guerrera se agrega otro instrumento no menos condenable. En reciente conferencia en la Casa Lamm, Víctor Flores Olea lo señaló en forma precisa: "el mundo es bombardeado -dijo- por la mentira y por un lenguaje que ha perdido toda significación", a través de toda clase de medios de comunicación colectiva, subordinados a los mandamientos presidenciales de Bush. Con monstruosas falacias y explosiones pavorosas se propicia el establecimiento de un imperio global, que por fortuna comienza a resquebrajarse frente a una creciente y crucial toma de conciencia moral de la humanidad. El no a la guerra y sí a la paz y la justicia contiene valores éticos en que se estrellará la soberbia de la alta burocracia estadunidense. De esta manera sucedió hace 30 años en el Vietnam de Ho Chi Minh (1890-1969) y Vo Nguyen Giap, el genio de la guerrilla de los débiles.

ƑSerá posible que ante tan enormes afrentas, Naciones Unidas se abstenga de condenar la conducta de las autoridades estadunidenses y ordenar que sus ejércitos salgan de Irak? ƑSerá posible?

Números Anteriores (Disponibles desde el 29 de marzo de 1996)
Día Mes Año