Javier Aranda Luna
La guerra y los puntos sobre las íes
Según Carlos Fuentes, la guerra en Irak es ''La guerra de las tres íes": innecesaria, imperial e idiota. Innecesaria, porque durante 12 años, contados después de la guerra del Golfo, no se pensó en derrocar y desarmar al régimen despótico de Saddam Hussein (además, para el novelista la mitad de los gobiernos del mundo son despóticos y combatirlos nos llevaría a una guerra mundial); imperial, porque tiene como fin implantar la hegemonía total de Estados Unidos en el mundo; idiota, porque destruye las bases del derecho internacional que tanto trabajo ha costado construir.
Parece que esta opinión de Fuentes la comparten cada vez más personas en todo el mundo. Incluidos, claro, ciudadanos de Estados Unidos. Sólo así me explico las muchedumbres de pacifistas en Tokio, San Francisco, Marruecos, México, Barcelona, Alemania, Inglaterra, Australia. En un mundo globalizado no podía esperarse otra cosa. Cientos de mensajes en Internet dan cuenta del conflicto y, entre informaciones falsas y verdaderas, crece la certidumbre de cientos de internautas de que más que esperar sin esperanza el fin de la guerra, creen que es necesario, y posible, detenerla.
En un mundo cada vez más comunicado es imposible restringir todos los canales de información. Si el Pentágono sugirió a las cadenas estadunidenses de noticias limitar sus reportes y éstas lo aceptaron, otros medios han escapado a ese control. Las crónicas de Eduardo Salazar transmitidas por Televisa no han llegado sólo a los televidentes mexicanos. La señal de canal 2 alcanza varios puntos del territorio de Estados Unidos y una parte considerable de la población hispana en aquel país se informa, de manera habitual, mediante sus noticiarios. Limitar el flujo informativo no es nada fácil en una sociedad tan diversa y con gran capacidad tecnológica, pues no sólo se informa vía las tradicionales cadenas de noticias de aquel país. ƑNo es verdad que la madre de uno de los soldados estadunidenses prisioneros se informó mediante un servicio noticioso filipino?
También gracias a esa cultura globalizada varios argumentos en favor de la guerra se han ido pulverizando. No han resistido, digamos, la confrontación con datos y razonamientos. Jorge Chabat, especialista en asuntos internacionales, me preguntaba hace unos días, que si uno de los argumentos para justificar esta guerra es el hecho de que Irak cuenta con armas de destrucción masiva, Ƒpor qué no dirige el Pentágono sus baterías contra China? La respuesta, me dijo, es bien sencilla: los chinos, a pesar de su gran arsenal, nunca atentarán contra su más grande mercado y el gobierno estadunidense lo sabe.
Otras certidumbres que flotan en el ambiente son las que siguen: a estas alturas oponerse a la guerra no significa justificar a un tirano; al sátrapa que ha atacado de manera feroz a su propio pueblo. Tampoco criticar a la guerra significa atentar contra la democracia. Miles de ciudadanos de Estados Unidos lo saben y, mediante manifestaciones que sólo son posibles en una democracia, se oponen al movimiento armado encabezado por su gobierno.
Esta guerra no sólo cambiará la geopolítica del mundo ni el ajedrez de las leyes internacionales, sino las formas de lucha de los grupos pacifistas. A medida que la ocupación estadunidense se prolongue -y previsiblemente así será- estos grupos se darán cuenta, cada vez más, de que no son la voz solitaria que clama en el desierto, sino un coro que aspira a un mundo mejor y construido de otro modo. Coro que sabe que el poder corrompe y el poder absoluto corrompe absolutamente; que resulta admirable que un país tenga la fuerza de un gigante, pero que resulta tiránico servirse de ella como un gigante.
Otro escritor mexicano considera a esta guerra, como Fuentes, la guerra de las tres íes. Para Carlos Monsiváis la presente es una guerra inmoral, ilegal e ilegítima. Imposible no poner los puntos sobre las íes.