Arnoldo Kraus
La guerra en vivo
A Saddam Hussein, sátrapa como pocos, asesino singular -sus yernos son testigos-, genocida sin freno -aunque no se conocen las cifras con exactitud se dice que mató a más de 200 mil kurdos-, falseador y absurdo como pocos -obtiene ciento por ciento de los sufragios en casi todas las votaciones- y ladrón como tantos otros líderes tercermundistas -la gran mayoría de sus connacionales viven en condiciones de extrema pobreza- le tocó la ira y el tiempo del señor Bush.
A Bush le correspondió vengar a su padre -si Al Gore hubiese ganado, Ƒtambién habría invadido Irak?-, responder al 11 de septiembre, confirmar la hegemonía de Estados Unidos, asegurar que el mercado del petróleo responderá a los intereses de su país y mejorar, por medio de la guerra, las condiciones económicas de su nación. Asimismo se convirtió en mesías, decidió qué naciones merecen respeto y cuáles no, se burló de la Organización de Naciones Unidas e incomodó y amenazó a los países que no votaron en favor de la invasión a Irak. Le tocó también fragmentar la opinión de sus ciudadanos y apostó a la opción bélica como destino e inversión; arrodilló a Aznar y usufructuó el belicismo de Tony Blair.
A Hussein y a Bush, la pareja del incipiente siglo xxi, les tocó dividir a Europa, confrontar con Estados Unidos a países con amplia carga histórica y política, como Rusia, Alemania, China y Francia, reunificar a las naciones árabes, vindicar y vitalizar grupos similares a Al Qaeda, incrementar el odio contra nuestros vecinos del norte y desatar las manifestaciones más grandes que se recuerden en "todo el orbe" en contra de la guerra. A la vez unieron sus figuras e ideas en un concierto, dominado por el desasosiego, en el que los ciudadanos del mundo no saben dónde empieza el mal y dónde finaliza el bien; asimismo incentivaron el pensamiento para que la opinión pública adopte "algún" papel ante las sinrazones que ambos estadistas proponen para "el resto" del mundo. Les tocó también contaminar el ambiente, impulsar la muerte -en progreso- de civiles inocentes y de militares, también inocentes, invocar a un Dios y otro Dios -seguramente el mismo- para que todo termine pronto, bien, "limpio" y sólo con los muertos necesarios.
Lograron tener, a la vez y por tiempo prolongado, el papel central en las preocupaciones y angustias de millones y millones de personas en todo el orbe. A Bush y a Hussein les tocó inquietar a la mayoría de la gente "por el destino del mundo" y sembrar ese terrible mal que es la incertidumbre. La incertidumbre que acompaña a cualquier ser pensante cuando ignora qué es lo que sigue ante un evento que no acaba y cuyas consecuencias futuras son impredecibles e indefinibles. ƑQué seguirá cuando finalice "la guerra"? Todo es posible: guerra civil en Irak, nuevas invasiones estadounidenses, migración kurda hacia Turquía, incremento del fundamentalismo, nuevos onces de septiembres, crisis económicas mundiales, miedo y odio -siniestra combinación- hacia ese "gran otro" que, de acuerdo con el léxico de Bush y Hussein, es una gran proporción de la población.
A la humanidad entera le ha correspondido un papel extraño. Un papel incluso más complicado que en las primeras guerras del siglo pasado, ya que en esa época se argumentaba "que nada se sabía y por eso no se actuaba", pues "la información era parca". En cambio, en estos tiempos el poder de los mass media revela al instante lo que sucede por doquier, por lo que la "no opinión" debería carecer de espacio. Lo mismo puede decirse del silencio: la guerra en vivo exige hablar, manifestarse.
Las grandes manifestaciones dan cuenta de la incomodidad que ha generado el asalto a Irak y expresan, a su vez, el menosprecio por la decisión unilateral de Bush. Son también muestra de impotencia, rencor y de odio contra lo que representa el presidente de Estados Unidos. A Hussein, aunque menos se habla de él, también se le desprecia ad nauseam por su historia.
Bush ha mostrado, como pocos, el mayor desdén hacia el mundo y hacia la opinión pública. Hussein ha sido y es la inmoralidad. ƑQué hacer si en tiempos de guerra ni la moral ni la lógica ni la razón existen? "A nosotros", al menos, nos queda la palabra, la inconformidad y la protesta como muestra de dignidad. La utilidad de la voz, del desacuerdo, de la ira, a pesar de que estemos sumidos en el mayor escepticismo, debe expresarse. De poco, pero de algo sirve.