MEDIOS DE DESINFORMACION
A
cinco días de iniciada la incursión estadunidense contra
Irak se ha hecho evidente que la "coalición de más de 30
países" no existe: Washington y Londres son los protagonistas únicos
de la agresión, si se descuenta un insignificante contingente militar
australiano que acompaña a los invasores en tierras iraquíes.
Pero, más allá de los medios bélicos propiamente dichos,
una parte beligerante de la que casi no se habla, y que desempeña
un papel fundamental en esta guerra criminal, es el conjunto de los grandes
consorcios informativos de Estados Unidos y sus subordinados del mundo.
La distorsión y parcialidad en la cobertura de
esta guerra tienen un antecedente definitorio en las directivas adoptadas
por el gobierno de George W. Bush tras los atentados del 11 de septiembre
de 2001, cuando la Casa Blanca determinó que su "guerra contra el
terrorismo" pasaba por la desinformación, la mentira y la censura.
Medios del calado de CNN y de The Washington Post, por ejemplo, ni siquiera
esperaron las instrucciones gubernamentales para renunciar a su independencia
editorial y redefinirse como parte de la maquinaria propagandística
oficial.
Con el mismo cinismo impúdico con el que en ese
entonces "sugirió" a las televisoras estadunidenses que se abstuvieran
de retransmitir los fragmentos de video de Osama Bin Laden difundidos originalmente
por la emisora qatarí Al Jazeera, Washington pidió ayer a
los medios de Estados Unidos y del mundo que censuraran las imágenes
de los prisioneros de guerra estadunidenses presentados por la televisión
iraquí. El argumento de que divulgar la identidad de cautivos de
guerra viola la Convención de Ginebra podría ser atendible,
de no ser porque nadie en la nación vecina ha objetado la masiva
difusión de fotos de prisioneros de guerra iraquíes que viene
realizándose, sin ningún pudor, desde que tuvieron lugar
las primeras escenas de rendición de tropas en el sur de Irak.
No deja de ser una vergüenza humana y profesional,
para los medios que aceptaron de inmediato la petición de Bush,
que sigan poblando sus portadas y sus minutos de tiempo aire con los árabes
en poder de los invasores estadunidenses. Hay en ese doble rasero un claro
componente de discriminación llevado al ejercicio periodístico.
Otro dato revelador de la capacidad y la voluntad distorsionadora
de los grandes medios internacionales ha sido la insuficiente cobertura
de las multitudinarias manifestaciones antibélicas que han tenido
lugar en el mundo desde que se concretó la agresión, que
han ratificado el sentir mayoritario de la humanidad en favor de la paz
y la legalidad internacional, así como en contra del saqueo, la
invasión y la destrucción humana y material de Irak y de
cualquier otro país.
La decisión de esos medios de banalizar el sufrimiento
humano y presentar la confrontación como si fuera un torneo deportivo
finalmente indica que, más allá de las afinidades ideológicas
entre el gobierno de Bush y las corporaciones trasnacionales de la desinformación,
la guerra no sólo ha resultado una excelente oportunidad de negocio
para el complejo militar industrial de Estados Unidos y para las empresas
petroleras vinculadas de una u otra forma a la familia presidencial del
país vecino, sino también para los consorcios que practican
el periodismo con actitudes propias de las aves de carroña.
|