José Cueli
Revivió la verónica
Las verónicas de David Silveti, Joselito y Enrique Ponce, en la temporada de toros que terminó en la Plaza México, revivieron el toreo con el capote y le dieron nueva luz. Líneas marcando el compás del capotillo, que no se sabe de donde salían. Tiempo detenido, atravesando voluptuosamente. Verónicas bien marcadas, hechas donaire y armonía, que se alejaban como el sol al espacio y dejaron una ansia incansable de infinito.
Las verónicas de David Silveti -zapatillas fijas en el redondel- fueron un flotar de rojos y amarillos de formas transparentes a milímetros de los pitones, que se perdían por el redondel y lo llenaban de belleza y emoción. Su veróniquear por decirlo así, fue impalpable y dejó en cada lance impreso su carácter. Curvas y ángulos -embarcar, templar y mandar- ricos en no calculadas combinaciones de líneas, si no sorpresivo toreo que ofreció algo nuevo.
Las verónicas de Joselito -clasicismo y solera- llevaban un jirón del Madrid, que le vio nacer y plasmó en un palpitar de desconocidos ritmos de pasión y musicales acentos. El toreo de José nos llenó de esa emoción que experimentamos siempre que algo nos impresionó profundamente y parece sobrecogernos por su espléndida fascinación, sin poder razonarla, dejando impresiones duraderas.
Las verónicas de Enrique Ponce, a compás vago y suave, se estructuraban con más lentitud que las de David y José, en una danza cadenciosa que languidecía al cargar la suerte el torero hacia el final del lance y le permitía mecer al torillo, en el desmayo de su capote flexible y que fueron un compendio de fantasía torera, llenos de la chispa de su modo de ser mediterráneo.
David, José y Enrique, revivieron la suerte número uno del toreo -la más bella- la verónica, en esta temporada.