Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Lunes 24 de marzo de 2003
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Cultura
Aunque siempre se le quiso encasillar en el jazz, su trayectoria es la de un músico completo

Falleció Juan José Calatayud

Además de animar el desarrollo del jazz mexicano dirigió las orquestas más importantes

CARLOS PAUL Y JAIME WHALEY

El pianista veracruzano Juan José Calatayud, considerado uno de los más importantes y versátiles músicos en los imaginativos terrenos del jazz y el blues, falleció ayer a las 9:45 horas en el hospital Santa Elena, a causa de una insuficiencia renal severa. Tenía 74 años.

Catalayud nació en Córdoba, Veracruz, en 1939. Comenzó sus estudios de piano a los seis años y posteriormente se graduó en el Conservatorio Nacional de Música como pianista y director de orquesta. La crítica especializada coincide en que el desarrollo del jazz mexicano está asociado al trabajo de pianista.

A finales de los años sesenta y principios de los setenta fundó la agrupación 3.14.16. Su pasión desbordada por el jazz lo llevó a tocar en las principales salas de concierto del país, y aun después de haber sufrido un accidente automovilístico en 1965, que lo dejo inhabitado de la cintura hacia abajo, continuó con su carrera.

Entre sus obras más representativas como compositor se hallan la música para El zoológico de cristal, de Tenesse Williams; Misa en soul mayor, Variaciones para piano y orquesta sobre I got the rythm, Preludios y fugas para piano y Jazzomatía ballet, compuesto para el Taller Coreográfico de la UNAM.

Calatayud dirigió, entre otras agrupaciones, la Orquesta Sinfónica Nacional, la Filarmónica de la UNAM, la Orquesta Sinfónica de la Universidad Autónoma Metropolitana y la Sinfónica de Washington.

Durante sus más de 40 años de carrera artística se presentó en foros de gran relevancia como el Palacio de Bellas Artes, la sala Nezahualcótotl, el teatro Juárez de Guanajuato -en distintos festivales cervantinos-, y el teatro Degollado de Guadalajara.

Además de presentarse en distintos países de Europa y América Latina, fue maestro de música en Brasil, Francia y Alemania.

Su producción discográfica incluye 10 elepés y seis compactos. Entre sus galardones se cuentan una Medalla al Mérito otorgada por la Facultad de Música de Sao Paolo, Brasil, el nombramiento de Hijo Predilecto de su ciudad natal, así como la copia de la Cédula Real de la ciudad de Puebla.

Por su "polifacética sonoridad", el 27 de enero recibió un homenaje en la sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Artes.

Juan José Calatayud, apunta el crítico Antonio Malacara, supo superar y "sonreírle a la vida como pocas personas en este planeta''; su impresionante talento lo convirtió en uno de los más importantes pianistas y difusores del jazz en México.

Lo despiden sus alumnos

Hablándole al maestro en su idioma, la música, sus alumnos de la Escuela Nacional de Música de la UNAM despidieron a Calatayud la tarde del domingo en la funeraria.

Quedamente de las violas y los instrumentos de viento emanaron las notas del Adagio, de Tomaso Albinoni, y luego del Ave María, de Schubert, en un postrer homenaje a su mentor, a quien los dirigió agrupados como Orquesta Juvenil de la ENM, a quien en múltiples ocasiones acompañaron en giras a tierras veracruzanas, como recordó Luis Manuel Sánchez, el hoy joven conductor del ensamble, y a quien los enseñó a enamorarse de sus amantes y no en forma clandestina, que eso fueron algunas interpretaciones para el bromista Calatayud como el caso de Rapsodia en azul o el Danzón # 2, piezas que él se deleitaba en dirigir, en el caso de la última y se recreaba en los teclados, situación en la primera mencionada.

De las andanzas de este músico rememora Fernando Sánchez, el bajista de aquel legendario 3.1416. Fue en el café La Rana Sabia de la entonces incipiente Zona Rosa donde se dieron a conocer con la compañía de un tercero, el baterista Fredy Marichal, y de ahí se fueron al teatro Insurgentes para ganar un festival de jazz organizado por Juan López Moctezuma. Calatayud ganaba 30 pesos diarios y dejó el trabajo para irse a casar a Córdoba con su esposa Leticia; cuando regresó Sánchez ocupaba su lugar, pero sin problemas se pusieron de acuerdo para acompañarse dando así origen al trío.

''Para ser jazzista, tienes que nacerlo y, aunque sus inicios fueron con los clásicos, Calatayud nació para esto'', recuerda a su vez Gabriel Ferrer, integrante de aquellos Violines mágicos, quien lo conoció hace poco más de 30 años cuando el conjunto de cuerdas se refugió en el entonces flamante Fiesta Palace, luego de que cerró el pomadoso restaurante Villafontana, su casa. Calatayud entretenía a la clientela en uno de los bares del hotel.

Del lado humano de Calatayud hay coincidencias en que fue leal y generoso. Martha Heredia, psicóloga y una de las fundadoras del equipo deportivo de silla de ruedas en la UNAM, citó sus colaboraciones para con la causa, recitales en lo que lo recaudado fue para proveerlos de implementos.

Alejandro López, El Pinocho, su último acompañante en la batería, dice que el maestro fue un acérrimo defensor del jazz, como lo demostró cuando por ocho años fue los fines de semana a Cuernavaca para presentarse primero en el Flamingo y últimamente en La Concepción, actividad que tuvo que cesar pues ya las molestias renales hacían estragos en su organismo.

De días de triunfo, aunque con cierto trabajo para fijar fechas, habló su cuñado, Eduardo, el hermano de su esposa, y afloro aquella presentación en Bellas Artes, quizás en 1970, donde alternó con otro inmenso como Atenógenes Monk, el gran Thelonius, y el techo del palacio parecía venirse abajo por los aplausos.

Calatayud será cremado este mañana en una funeraria García López de la colonia Juárez.



Su vocación clásica abrevó de la lectura de calidad y una curiosidad científica siempre viva

PABLO ESPINOSA

Con el maestro Juan José Calatayud se va una parte fundamental de la historia de la música en México. Pianista clásico, formador e inspirador de distintas generaciones de escuchas y de ejecutantes, la imagen del músico cordobés no corresponde a las figuras limitantes que sirven a los mercaderes: su trayectoria vertical, siempre ascendente, lo ubica en cambio como un músico completo, no solamente como un "jazzista".

Su formación escolástica es recia. Egresado del Conservatorio Nacional de Música, integrante de una generación que protagonizó un cambio integral en la cultura mexicana, Juan José Calatayud completó su formación con la lectura de los clásicos y una curiosidad científica siempre viva. Su elección del jazz no hizo declinar jamás su vocación clásica. Sus presentaciones como solista de la Orquesta Sinfónica Nacional en Bellas Artes y con la Filarmónica de la UNAM en la sala Nezahualcóyotl lo ubicaban siempre entre los melómanos como un exacto intérprete de Gershwin y de Mozart, dos de sus querencias mayores. Como pocos músicos, Calatayud convivió siempre con los clásicos de concierto y con los maestros de la síncopa, sin esa obsesión fanática de muchos que en aras de una supuesta especialización enajenan el gusto. Al contrario, Juan José Calatayud encabezó, con Chilo Morán, lo mejor de la cultura jazzística de México, inclusive a contracorriente de la eterna quejumbre que a manera de chantaje utilizan muchos en el "medio" jazzístico para medrar. Músico de dignidad entera, Calatayud.

En su natal Córdoba, Veracruz, era cotidiana la presencia de Beethoven y de Bach en las bocinas de su casa. Un recuerdo de la infancia: era de mañana, un domingo (10 de octubre de 1965), cuando un voceador del periódico El Mundo de Córdoba gritaba por el barrio la mala nueva: Juan José Calatayud sufrió un accidente en la carretera México-Córdoba, acompañado de sus músicos, los integrantes de su grupo 3.1416, que junto con el xalapeño Orbis Tertius conformaban la avanzada, desde la Atenas Veracruzana, del jazz nacional. La noticia no sólo cimbró el barrio cordobés donde éramos vecinos, sino que cambió para siempre su destino, sometido desde entonces a constantes altibajos en su salud ya una silla de ruedas en la que recorrió, empero, la vida plena sin mayor menoscabo que la obvia inutilización de los pedales del piano.

Precisamente en Córdoba desarrolló una suerte de laboratorio experimental donde conjugó todos sus saberes. Con la cantante de color Nan Redi, una leyenda también ya fallecida, protagonizaba los domingos verdaderos happenings musicales en la Parroquia de San José, con su Misa en soul y sus sanas irreverencias musicales, procedimiento generoso que continuó en la Facultad de Arquitectura de la UNAM, donde alternaba con el compositor Mario Lavista verdaderas cátedras al piano y sus partituras con el Taller Coreográfico de la Universidad.

Su último concierto fue glorioso: un atardecer de dimensiones epopéyicas en el Zócalo de la ciudad más grande del planeta, previo a la presentación del dominicano, su igual, Michel Camilo.

El capítulo que escribió Juan José Calatayud en la historia de la cultura mexicana es grandioso. Perderlo duele a México íntimamente.

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