La reciente producción del roquero se estrenó en el Teatro del Parque de Aguascalientes
Con la presentación de Puros besos, Armando Palomas demostró ser profeta en su tierra
Gerardo Enciso y Fausto Arrellín acompañaron al compositor con rock, blues, bolero y hasta cumbias
JAVIER HERNANDEZ CHELICO ESPECIAL
Aguascalientes, Ags., 17 de marzo. El lugar elegido para la presentación del séptimo disco de Armando Palomas fue el Teatro del Parque de la Expo-plaza de esta ciudad. El cartel anunciaba, además de al aguascalentense Palomas, al tapatío Gerardo Enciso y al chilango Fausto Arrellín, quien abrió el programa del pasado fin de semana con la canción No me espantes flaco; en ese momento al foro le faltaba 10 por ciento, aproximadamente, para estar completamente lleno. El ex guitarrista de Rockdrigo continuó su presentación con rolas del desaparecido roquero, que los asistentes, en su mayoría, se sabían: El campeón, Las aventuras en el Defe, El Metro Balderas y, principalmente, No tengo tiempo, que fueron los temas más coreados.
Cuando salió Gerardo Enciso las butacas fueron insuficientes. El fino sonido acústico creado por el de Guadalajara invadió el auditorio; el público, atento, escuchó: Amo a mi país, canción clásica de Enciso, que casi todos los asistente a este tipo de conciertos se saben de memoria; pero sólo la tararearon, porque quisieron escuchar la letra que Gerardo canta claridosamente: "Amo a mi país, pero él no me ama a mí..."
Gerardo también tocó y cantó temas como Salamandra y La daga. Con una excelente versión de Mírame desaparecer, de Beto Ponce, Enciso se retiró entre gritos de "šotra, otra!"
Palomas en escena
En el escenario quedaron cuatro sillas, un atril y cuatro guitarras esperando el número estelar. Los técnicos acomodaron un tololoche, y segundos después se dibujó en la oscuridad la inconfundible silueta de Armando Palomas; atrás de él aparecieron Juan Montoya, guitarra; Ernesto Castillo, requinto, y Vladys Arrellín, bajo. Todo estaba listo para celebrar la aparición de Puros besos, disco compacto que se estrenó esa noche. Armando, como es su costumbre, comenzó su participación con la ternura de un No me dejes, para poco a poco llegar al franco reclamo: "Chingue a su madre la que no me supo amar", que gritaría al final de La canción de la madrugada. Desfilaron en la primera parte del set Prisioneros del papel, Puros besos, Manual para conquistar a Claudia e inmediatamente después la del despiadado reclamo descrito líneas arriba. Palomas fue intercalando canciones de sus anteriores producciones, entre las 12 de este cidí; se escucharon, entre chiflidos de aprobación, La canción pendeja, y después Nunca digas que no (dedicada a Joaquín Sabina). Para entonces los presentes ya festejaban todas las ocurrencias que el Palomas -así le dicen sus paisanos- decía entre rola y rola; intervenciones en las que lo mismo hacía alusión a lo amoroso, a la legalización de la mariguana, a los reality shows, a los cantantes que en "lugar de mecos tienen miel", y sin ningún temor, más bien con humor, lanzó airados señalamientos a la clase dirigente, no sólo del terruño, sino de allende nuestras fronteras.
En esta ocasión Armando Palomas realizó un concierto nada lineal, pero muy divertido, y llevó hasta los espectadores sonidos tan diversos como rock, blues, bolero, polka y hasta a una parodia de cumbia rigotovaresca. Esta diversidad, tanto sonora como de estados de humor que Palomas maneja en sus presentaciones y en sus producciones discográficas, es lo que ha conseguido que el compositor y cantante tenga más seguidores cada día, como quedó demostrado el pasado domingo con el lleno registrado en el Teatro del Parque, en el cual el recital tuvo que terminar por el compromiso de entregar el recinto más que por falta de ánimos; con esto, Palomas demostró ser de los afortunados que son profetas en su tierra.