Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Lunes 17 de marzo de 2003
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Economía

León Bendesky

Provincia

La provincia es el territorio vencido. Este concepto tiene distintos sentidos que van desde el arreglo político y administrativo de un gobierno y un territorio hasta el modo de pensar, o sea, que tiene también expresión cultural. México se convierte cada vez más en un país de provincia en esos mismos extremos. La falta de independencia económica restringe en términos amplios la capacidad y la voluntad en todos los campos de la gestión interna y nos expone en los asuntos externos. Al mismo tiempo se ha ido socavando la capacidad de desarrollar una visión cada vez más rica de lo que es esta sociedad, asunto de enorme relevancia por sus efectos de largo plazo, lo cual le da una dimensión histórica. Estas condiciones se advierten de modo claro en especial desde el gobierno de Zedillo, cuya falta de idea sobre el rumbo de esta nación continúa hoy con el de Fox. Se engañan quienes adjudican esta situación a las condiciones que definen la globalidad, esa es sólo una fórmula fácil para refugiarse en el mínimo esfuerzo, tanto para hacer como para pensar. El país se ha ido empequeñeciendo económica, política e intelectualmente de manera muy notoria. Las excepciones, como siempre, no hacen sino confirmarlo.

Tropecé, de modo literal, con un texto de G. K. Chesterton que viene a la medida para reflexionar sobre el conservadurismo provinciano que padecemos en muy distintos ámbitos y que converge en un mal que debemos combatir, si no para salir finalmente del letargo en que vive este país, cuando menos para lograr entretenernos mejor.

El creador de las historias del padre Brown escribe sobre la personalidad de Carlyle al que se había caracterizado como pensador conservador. Dice que el término reaccionario suele usarse de modo despectivo, en tanto que progresista se usa como elogio, pero aclara que el progreso significa persistir en la dirección de un objetivo que se mantiene por un periodo considerable, en tanto que la reacción se asocia con una revuelta o una contradicción que da un vuelco a la persistencia de los procesos y que tiende hacia lo opuesto. El progreso ocurre, pues, cuando los hombres soportan una tendencia durante largo tiempo; la reacción se da cuando eso no se puede tolerar más. Afirma, entonces, que un progresista es siempre un conservador, pues conserva la dirección del progreso. Por el contrario, un reaccionario siempre es un rebelde. Y termina señalando que la revuelta en contra de las tendencias prevalecientes es una reacción de la misma manera que marearse es una reacción.

Pienso que esto es útil por el uso mismo de los conceptos y porque permite ubicar el conservadurismo actual que desde el gobierno y otros frentes muy bien identificables intenta presentarse como un cambio, pero que, en verdad, aparece como un progreso, o sea, continuación en la dirección que se ha impuesto al país durante más de 20 años. El movimiento conservador de Fox, del PAN y de la derecha empresarial, cada vez más tosca, no se distancia de las tendencias que ya había hecho suyas el régimen político, económico y cultural liderado por el PRI, aunque el nuevo alienta de modo más abierto el protagonismo de la Iglesia, lo que no es asunto menor y en muchos sentidos perjudicial. Así, el régimen actual se identifica demasiado con su antecesor y le falta una dosis grande de reacción en contra de lo que decía querer eliminar, pero que en realidad no quiere. Ahí están las pruebas en la propia administración pública, sea en el campo de la economía, de la educación, las obras públicas o de los asuntos de la contraloría; ahí están en la relación con los medios de comunicación o bien en la persistencia de los grandes intereses creados que mantienen toda su fuerza en los negocios y en el poder.

El sistema social y de gobierno en México es, pues, bastante progresista en un sentido chestertoniano. Pero su dinámica lo lleva al desgaste de modo rápido. Al no diferenciarse política e intelectualmente el gobierno sólo expone la pobreza total del PRI mientras que el PRD y los partidos pequeños pueden sacar ventajas electorales aun sin formular unas ideas claras y sostenibles acerca del país. Esa es la visión de la vida política que se proyectó de modo muy claro en las recientes votaciones del estado de México, donde el hecho más relevante fue el 60 por ciento de abstención.

Entre tanto, la venta de la imagen pública del Presidente va de los domingos en la iglesia hasta la difusión de la foto del hombre convaleciente en el hospital, con la cara abotagada propia de su condición de operado. Esa foto se reprodujo en la prensa internacional como parte del debate sobre la guerra en la ONU, y eso al tiempo en que Ricardo Lagos aparecía como un estadista impecable (aunque sin fortuna) en un discurso desde La Moneda. Eso es también parte del provincianismo mexicano.

En un mundo en el que Estados Unidos intenta convertir al resto en provincia cabe cuando menos la resistencia, aunque sea en las ideas que tenemos, las formas en que actuamos, los asuntos que nos ocupan, la manera en que se dicen las cosas y aquello sobre lo que se opina públicamente.

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