BAJO LA LUPA
Alfredo Jalife-Rahme
Fundamentalismo apocalíptico
¿Polkos y lubavitchers al asalto
de Bagdad?
El fervor religioso de Bush, ¿otra adicción?
EL PREAMBULO DE LA "guerra preventiva" del equipo
Bush, que por alguna razón se ha marchitado en la amnesia generalizada,
se gestó en 1981 con el bombardeo unilateral de la aviación
israelí que destruyó el reactor nuclear Osirak/Tammuz de
Irak vendido por Francia. En ese instante, Israel sacaba de la competencia
nuclear regional al régimen de Saddam Hussein, para así conservar
el omnímodo monopolio de armas nucleares en todo el Medio Oriente
hasta la fecha. Israel habría fabricado en el reactor nuclear de
Dimona más de 250 ojivas nucleares, que no son motivo de ninguna
inspección internacional. Al resto de países del Medio Oriente,
dejados fuera de la proliferación nuclear selectiva, por las conveniencias
de los juegos geopolíticos coyunturales, solamente se les permitía
la adquisición de las "armas nucleares de los pobres", como se conoce
a las armas biológicas y químicas (vendidas por Daddy
Bush al régimen de Saddam Hussein).
LA CAUSTICA COLUMNISTA Maureen Dowd ("Bush, deus
ex machina"; The New York Times, 2 de marzo) revela dos documentos
de hace una década que sustentan la guerra contra Irak del equipo
Bush "para reordenar al mundo con proyectos imperiales". En 1992, "Dick
Cheney -secretario de Defensa del presidente Bush número 41- y sus
ayudantes Paul Wolfowitz y Lewis Scooter Libby realizaron un documento
que afirma que Estados Unidos debe prepararse para desechar sus viejas
alianzas e imponer su poderío militar para prevenir el ascenso
de cualquier potencial competidor global en el futuro". El verbo "prevenir"
es clave. En 1996: "Richard Perle, ahora asesor del Pentágono, y
Douglas Feith, ahora ayudante de Rumsfeld, escribieron un documento sobre
cómo Israel debería trascender los problemas con los palestinos
cambiando el balance de poder en el Medio Oriente para remplazar a Saddam
(...). Estos halcones vieron su mayor oportunidad después
del 11 de septiembre".
EL
SEGUNDO DOCUMENTO, de seis páginas, "Una ruptura limpia: una
nueva estrategia para asegurar el reino", del 8 de julio de 1996, del Instituto
de Estudios Estratégicos y Políticos Avanzados (IASPS, por
sus siglas en inglés), con sede en Jerusalén, realizado por
los israelíes-estadunidenses Richard Perle, Douglas Feith y David
Wurmser, y entregado en propia mano al entonces primer ministro israelí
Bibi Netanyahu para sus necesidades pragmáticas, constituye
la aplicación medio-oriental de la guía Wolfowitz
de "guerra preventiva", el primer documento, escrito cuatro años
atrás, que el presidente Bush número 43 adoptó como
"estrategia de seguridad nacional".
LA GUIA DE UNA política de defensa,
de 1992, del israelí-estadunidense Paul Wolfowitz, enfatiza que
Estados Unidos "debía esforzarse en prevenir cualquier poder
hostil de dominar una región cuyos recursos bajo control consolidado
podrían ser suficientes para generar un poder global". El verbo
"prevenir" es crucial y la alusión a China y a los energéticos
del Medio Oriente y Asia Central son evidentes. Y si fuera así,
los países de la región medio-oriental, centro-asiática
y China así lo perciben; no se diga Francia, Alemania, Rusia y el
Vaticano.
RESALTA QUE AMBOS documentos, la guía
Wolfowitz y el del jerosolimitano IASPS, hayan sido elaborados por
quienes se encuentran de nuevo en el poder en Estados Unidos y comparten
vasos comunicantes con el binomio Sharon/Netanyahu en Israel, y son fervientes
creyentes en la teogonía del fundamentalismo apocalíptico
que se subsume en los grupos polkos texanos y en el fundamentalismo
ultraortodoxo Chabad-Lubavitcher (fieles del rabino Menachem Mendel Schneerson),
así como en los seguidores del filósofo hebreo-alemán
Leon Strauss.
LOS ISRAELIES ESTADUNIDENSES Ari Fleischer (vocero
de la Casa Blanca, quien acaba de fustigar al Papa por su postura pacifista)
y Josh Bolten (vicejefe de gabinete) pertenecen a la secta esotérica
ultraortodoxa de Chabad-Lubavitcher: ambos participan en las celebraciones
conjuntas de rezos paleobíblicos de la Oficina Oval con el nuevo
profeta bélico Bush. Quien desee explorar las profundidades del
fundamentalismo apocalíptico puede acudir a la revista Mother
Jones ("Sionistas redivivos"; septiembre/octubre de 2002). Dígase
lo que se diga, los israelíes-estadunidenses Wolfowitz, Libby, Feith,
Perle y Wurmster se apoderaron de la agenda bélica de la dupla Bush-Cheney,
lo cual rebasa incluso los estrechos vínculos con el binomio Sharon-Netanyahu,
del Partido Likud, así como los lazos teológicos entre los
protestantes de ultraderecha de Estados Unidos (primordialmente los bautistas-sureños
texanos) con los fundamentalistas ultraortodoxos Chabad-Lubavitcher, para
alinearse (estuve a punto de escribir alienarse) más
profundamente al pensamiento ultraconservador del filósofo hebreo-alemán
Leo Strauss, un especialista en Hobbes, quien se convirtió al sionismo
a los 17 años de edad (extensivo al pensamiento de Gershon Scholem
y de Isaiah Berlin, el neoliberal británico). La "guerra multidimensional"
contra Irak comporta también la supremacía del pensamiento
político-filosófico de índole hobbesiano.
POR DEMAS INTERESANTE ha sido la reseña
de Laurie Goldstein para los espíritus confortables (The New
York Times, 15 de marzo) en la que aduce que "las organizaciones judías
que nunca han titubeado en externar declaraciones sobre la política
exterior de Estados Unidos, en especial hacia el Medio Oriente, hayan permanecido
enmudecidas sobre la guerra de Irak". Goldstein recalca "que los líderes
judíos reconocen que algunos judíos hacedores de la política
ayudaron a diseñar la estrategia del presidente sobre Irak, y que
algunos cabilderos judíos la respaldan; existe amplia evidencia
de que los judíos estadunidenses se encuentran tan divididos como
el resto de la nación". ¡Vaya, vaya! ¿Cómo que
"divididos"? ¿Pues no que la "nación entera" se encuentra
detrás de su comandante supremo, como a diario nos intoxican los
sondeos de los multimedia?
POR SU PARTE, Jack Beatty, en The Atlantic Online
(5 de marzo), destaca que el discurso sobre el Armagedón del presidente
Bush "no solamente es un estimulante para la derecha religiosa cristiana,
sino que lo convierte en el ayatola estadunidense".
EN UN REPORTAJE seminal ("Para Bush la guerra
define la presidencia: la respuesta a Irak refleja convicciones"; The
Washington Post, 9 de marzo), Dona Milbank enfatiza el "fervor religioso"
del presidente Bush (lo cual empieza a ser minuciosamente escudriñado
debido a sus implicaciones políticas) y examina su libro laico favorito
(su primer libro religioso es la Biblia, que convirtió en manual
de gobierno), El cuervo, de Marquis Jones, que obtuvo el Premio
Pulitzer en 1930, y versa sobre la biografía de Sam Houston: "Así
como pasó de ingerir profusamente alcohol a la construcción
de una nueva arquitectura mundial, Bush admira a los líderes que
han superado la adversidad por medio del hallazgo de una misión
en la vida". Se desprende que Baby Bush es un personaje de excesos
en sus gustos, que acaban siendo adicciones, sean las que fueren, y ahora
pasaría por la etapa de la adicción teológica al fundamentalismo
apocalíptico que versa sobre el Armagedón, cuando el "príncipe
de los buenos" destruirá a los "malos" para que sea posible la parusía:
el segundo advenimiento de Cristo. Dana Milbank se refiere extensamente
a una imprescindible entrevista del connotado historiador Richard Brookhiser
en The Atlantic Monthly (11 de marzo), quien destaca el libro laico
favorito de Bush, El cuervo, la biografía de Sam Houston,
el creador de la bandera de la "estrella solitaria". ¿Querrá
Bush, oriundo con su esposa Laura de Midland, Texas, hoy el ombligo del
mundo, reducir las 50 estrellas de Estados Unidos a la "estrella solitaria"
texana? Según el historiador Brookhiser, "Houston pasa de ser el
gran bebedor, como lo llamaban los indios cherokees, hasta ser el
padre de Texas". El autor Marquis Jones enfatiza que "el primer pensamiento
de Houston, su pensamiento perseverante, buscaba redimir su fase delincuencial,
por lo que tenía que emprender algo grande. Construiría un
imperio". Dana Milbank descubre que "Bush encontró en el terrorismo
lo que Houston encontró en Texas (...) Houston representa un linaje
en el liderazgo político de Estados Unidos que puede ser trazado
desde varias generaciones hasta Bush. Houston era amigo del presidente
Andrew Jackson, quien favorecía una visión del mundo unilateral
y agresiva, y es admirado por los ayudantes de Bush. También a ese
linaje de liderazgo pertenecía James Polk, quien perseguía
el destino manifiesto de Estados Unidos y lanzó la guerra
contra México, llamada la 'guerra de Polk'. James Polk a su vez
era el favorito de Truman, un hombre sin pelos en la lengua cuyo liderazgo
decisivo al final de la Segunda Guerra Mundial y al principio de la guerra
fría inspira a los ayudantes de Bush". Cabe recordar a los amnésicos
que Sam Houston fue quien atrapó a Santa Ana, Su Alteza Serenísima,
en una situación embarazosa en San Jacinto. Pero es más luminosamente
revelador el genoma ideológico Jackson-Houston-Polk-Truman-Bush:
una verdadera mezcla explosiva en sus múltiples vertientes, desde
el presidente número 7 (Jackson), pasando por el presidente número
11 (Polk), hasta el presidente número 43 (el actual), sin soslayar
que el presidente número 33 (Truman) ha sido el único ser
humano sobre la faz de la Tierra en haber ordenado el lanzamiento de dos
bombas nucleares sobre poblaciones civiles, de Hiroshima y Nagasaki. ¿Emulará
a Truman su discípulo ideológico, Bush?
TODAVIA EN EL LIMITE de la extrema tolerancia sería
emocionalmente entendible que un israelí (de Estados Unidos, México,
Venezuela o Argentina), debido a su filiación abierta y/o subrepticia
al partido Likud del binomio Sharon-Netanyahu, o a sus respetables creencias
religiosas ligadas al fundamentalismo ultraortodoxo Chabad-Lubavitcher,
sea partidario del derrocamiento del régimen de Saddam. Pero ¿cómo
podría un "mexicano", sin lazos genéticos medio-orientales,
afiliarse al pensamiento de la "guerra preventiva" del texano de Midland
y adicto al fundamentalismo apocalíptico George W. Bush, quien abreva
en el linaje histórico Jackson-Houston-Polk-Truman, cuando Polk
le arrebató la mitad del territorio a México por medio de
una guerra infame? Esperemos que el presidente Fox, hijo de un texano-mexicano,
vote como "mexicano" en el Consejo de Seguridad de la ONU, y no como polko.
A propósito: ¡cómo han pululado en México los
polkos, en su mayoría neoliberales "ofertistas-fiscales",
arropados con las banderas del "espíritu de Houston" librecambista
y del "consenso de Washington" globalizador! No es coincidencia gratuita
que estos mismos circuitos polkos se hayan pronunciado por "mercantilizar"
el voto de México en la ONU (que confunden con la OMC, donde se
manejan aranceles y tarifas), en contra de la esencia y la conciencia nacionales.